Quédate conmigo

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>>Hat

Bueno, al parecer en la clase de biología el extraño comentario de un compañero que desvío el tema al grado de que empezaron a hablar sobre las hormonas que afloran en el cerebro cuando uno se enamora me puso de un humor pesado.

Hasta cierto punto, me irritaba admitir que todo me hacía pensar en mi novio. Y exageraba. No era que algo me recordara a él cada tres minutos, simplemente no dejaba de pensar en él. No salía de mi mente.

Quizá debía preocuparme. Cada canción, cada frase, cada palabra.

Me lo imaginaba cantando, con esa dulce y firme voz, esa voz con la que explicaba y exponía sus nuevos proyectos, la voz que usaba para contar una anécdota graciosa, o un sueño no muy lejano.

Esa voz con la que me destrozaba usando dos simples palabras.

No me dolía, no en un mal sentido, sin embargo, aún se sentía extraño. Tampoco en un mal sentido, porque era feliz. Estaba feliz.

Lo había logrado, el tiempo había pasado y las cosas mejoraban.

Tanto que incluso dormíamos juntos. Eso era agradable, reconfortante, me hacía sentir bienvenido, dejaba de sentirme...solo.

Después de todo nunca fui un gran aficionado de tener invitados en mi casa; estaba solo y por mi cuenta desde hacía ya bastantes, bastantes años, y la "amistad" para mi estaba sobre-valorada. Gente con la que te desahogas por algo bueno o malo que te pasó, gente que te daba "apoyo", ¿para qué? Se me hacía algo quizá hasta tonto.

Dae tardó muchísimo en tomar el lugar que tomó en mi "Lista de Clasificación de personas": el nivel más bajo para clasificar a alguien era "un Conocido", le sigue "Compañero", "Amigo" y los niveles superiores ni siquiera tenían categoría. Y eso era porque Dae no cumplía con los adjetivos necesarios, y a la vez cumplía con todos. Eso la hizo especial para mí.

...Entonces llegó Farlan.

Dae me dijo que eran compañeros de laboratorio en secundaria y compartieron varias clases en preparatoria, y desde entonces, y seguro que desde antes, Farlan era el nerd que conocemos, pero más tímido, más apagado, no tan Farlan.

Hacía años, de habernos topado, sería el tipo de chico que yo habría buscado para darle una paliza. Sí, era el típico matón busca-pleitos, igual a los imbéciles que enviaron a mi chico al hospital. Luego me aburrí de serlo, limpié mi reputación y me limité a concentrarme en mis asuntos.

La chica pelirroja con mechas verdes confesó, en una de esas noches en las que salimos a algún bar a relajarnos, que Farlan le había gustado mucho; eran los rechazados de cada clase, pero Farlan nunca fue cruel ni despectivo con ella. La apreciaba muchísimo, y no ha dejado de hacerlo, porque ambos tenían una alianza silenciosa de protegerse mutuamente.

-El hermano que nunca tuve. También acordamos eso en silencio...- dijo finalmente, con la voz quebrada. Se terminó su bebida y se fue a bailar con esa locura y gracia que sólo ella tenía. En ese entonces, yo sólo conocía a Farlan de vista, y fue gracias a las historias de Dae que ese nerd adorable empezó a interesarme.

Hasta el día en el que, a propósito, dejé que me escuchara cantar y tocar.

Amé ese día, por sobre muchas cosas, sin duda.

Pues bien, según el ídolo de comics de Marvel de Dae, Deadpool..."La vida es una pila interminable de tragedias, y los buenos momentos no eran más que comerciales. Así que, era hora de volver a la programación habitual."

-XXX-

Faltaban tres meses para terminar el semestre. La graduación estaba prácticamente encima, y la escuela entera estaba vestida de Fiesta, sin exagerar. Entre las celebraciones de Halloween, Día de Muertos y Navidad, el Comité estaba hecho un verdadero lío, los alumnos organizaban fiestas, reuniones y veladas a diestra y siniestra, y los profes procuraban ahogarnos con deberes y proyectos.

Pero era jueves y había un puente de "mini vacaciones", por lo que volveríamos a clases hasta el martes.

Cuatro días libres. Ocuparíamos el jueves para adelantar toda la tarea pendiente, así que Dae, Farlan y yo quedamos de reunirnos en mi casa para trabajar, y estaba afuera en la calle, esperando a Farlan; Dae aún tenía unas clases, nos alcanzaría después.

Y cuando vi a mi novio en medio de una ola de estudiantes que se iban gritando sus planes, me percaté que nunca antes había desencajado tanto.

-¿Estás bien?- fue lo primero que pregunté, con sincera preocupación. Había rastros de llanto en su cara, sus ojos estaban apagados y cargaba la mochila como si pesara una tonelada.

-...Tenemos que hablar.

Sí, eso derrumba a cualquiera. Y, obviamente, no lo haríamos ahí, pues no era el lugar ni el momento, ¡pero ojalá lo hubiera sido!

Creí que estaba por perder los nervios, la cabeza me iba a explotar y haría alguna tontería, pero la parte sensata de mi cabeza tomó el control. Me limité a sonreír, besé su frente y le di el casco que Farlan usaba las pocas veces que lo llevaba en mi motocicleta.

-Muy bien, vayamos a casa.

We Are Lost StarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora