Aquí encontrarás todo tipo de historias que te erizarán la piel.
Sugerencia: Leer en la noche.
#12 en Terror 06/01/2016.
#4 en Terror 08/01/2016.
#2 en Terror 10/01/2016.
#1 en Terror 10/01/2016.
Dee Dee Blancharde era un ejemplo de maternidad: una madre soltera que cuidaba de su hija gravemente enferma. Pero luego de que Dee Dee fuera asesinada la situación resultó ser muy diferente. Su hija Gypsy nunca había estado enferma.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Siete años antes del asesinato
Dee Dee y Gypsy Rose Blancharde vivían en un pequeño bungalow rosa sobre West Volunteer Way en Springfield, Missouri. Sus vecinos las querían "eran dulces", dijo un ex-amigo de Dee Dee, hace poco. Una vez que las conocías, decían, era imposible olvidarlas.
Dee Dee tenía 48 años, nacida en Louisiana. Era una mujer grande de aspecto amable, lo cual ella reforzaba al vestirse con colores alegres y brillantes. Le gustaba atar su cabello castaño y enrulado con cintas. La gente que la conocía recuerda que era generosa con su tiempo y, cuando podía, también con su dinero. Hacía amigos rápidamente y despertaba una profunda devoción. No trabajaba, ya que cuidaba de Gypsy Rose, su hija adolescente.
Gypsy era pequeña, quienes la conocían calculaban que tendría un metro y medio de alto. Estaba postrada en una silla de ruedas. Un par de anteojos enormes cubrían su rostro redondo. Era pálida y flaca; se alimentaba a través de un tubo.
A veces Dee Dee debía llevar un tubo de oxígeno con ella, con una cánula nasal envuelta tras las pequeñas orejas de Gypsy. Si preguntabas sobre el diagnóstico de su hija, Dee Dee te daría una larga lista de síntomas: cromosomas defectuosos, distrofia muscular, epilepsia, asma severo, apnea, problemas en la vista. Según Dee Dee, Gypsy fue así desde bebé. Había tenido que pasar un tiempo en cuidados intensivos para recién nacidos. De más joven había padecido leucemia.
Este sinfín de crisis de salud dejó sus secuelas. Gypsy era amigable y abierta, pero su voz era aguda y aniñada. Dee Dee solía recordar a la gente que su hija había sufrido daño cerebral. Tuvo que ser educada en el hogar porque nunca había podido estar al nivel de otros niños. Según Dee Dee, Gypsy tenía la mente de una niña de siete años. Era importante recordarlo al tratar con ella. La niña amaba los vestidos de princesa y los disfraces. Usaba pelucas y sombreros para cubrir su cabeza. Su favorita parecía ser la de cenicienta, rubia y con rulos. La usa en muchas de las fotografías que tiene junto a su madre. Siempre estaba junto a su madre.
"Somos como un par de zapatos", dijo Gypsy una vez. "No servimos por separado".
Su casa, como todo lo que les pertenecía, fue construida por Hábitat para la Humanidad. Tenía comodidades especialmente hechas para Gypsy: una rampa en la puerta de entrada, un Jacuzzi "para mis músculos", según dijo Gypsy . Algunas noches de verano, Dee Dee ponía un proyector al costado de su casa y pasaba una película para los niños del barrio, cuyos padres no podían enviarlos al cine. Dee Dee cobraba entrada, pero así y todo era más barata que los cines locales. El dinero recaudado era para los tratamientos de Gypsy.
Dee Dee se hizo amiga y confidente de Amy Pinegar, una vecina del otro lado del camino, y sus cuatro hijos. A lo largo de varios años, entre tazas de té y café, Dee Dee le contó a Pinegar la historia de su vida. Le dijo que había nacido en un pequeño pueblo de Louisiana, pero que tuvo que escapar junto a Gypsy de su familia abusiva. La gota que rebalsó el vaso fue cuando Dee Dee descubrió que su propio padre, el abuelo de Gypsy; quemaba a Gypsy con cigarrillos. Eso la empujó a irse de su pueblo natal para siempre.