Nomar

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El Trotamundos sintió el roce del firme, pero suave y erecto pezón que se restregaba por sus labios hasta que éste abriese la boca y lo atrapase como una serpiente a su presa, mordiéndole y deleitándose con el gimoteo que arranco de la chica. Pero al intentar repetir su acción danzando con su lengua al ya húmedo pezón de su pareja, se llevó la sorpresa de que quien soltó el jadeo fue él mismo, pues percibió la lengua de su otra compañera bailando grácil y delicada sobre su sexo, introduciéndolo en su boca, succionándolo y dejando en vergüenza hasta a su mismo coño. Una ráfaga húmeda y caliente arropaba a su virilidad, robándole otro jadeo.

En serio esta chica es increíble—pensó el rojo, sosteniendo y masajeado los senos de la joven de arriba, pasando su lengua por el dulce y apacible pecho de la muchacha, causando que ésta se estremeciese, como si sintiese un hormigueo por todo el cuerpo. Soltó un largo y placebo gemido.

Aquella sensación de éxtasis, que le enviaban a los cielos y le hacían chapotear en el lago estelar que allí se encontraba; a danzar con los mismísimos dioses, surcando las nubes y existiendo en completa calma en un lugar único y especial.

Todo ese placer le proporcionaba gran felicidad, pero no solo lo era el poder arrancarle, literalmente, el placer a otros, sino el pensar que personas como los monjes Yahaala aceptaban a un voto de celibato; rezando y entrenándose para poder llegar a un estado de iluminación el cual quizá ni exista. No conocían lo dulce que era el que una mujer les calentase la cama; dar y recibir el placer. A veces, para deleitarse, reírse a carcajadas, pensaba: ¿Qué pasaría si estos calvos y agradables sujetos se encontrasen con la diosa Vyzákia, la divinidad patrona de los Dulk, poseedora de una larga cabellera castaña, pero, lo que más le resaltaba, eran sus increíbles 7 tetas y 14 pollas? Pensar en aquello le producía una sonrisa, que se manifestaba mientras todavía sostenía el pezón de su amante.

Aquella morada de monjes lograba calar tan hondo en el corazón del pueblo llano que era difícil de creer que fuera cierto. La gratitud para con dicha gente y su gélido y montañoso poblado; dicha apacible percepción se debía a que, según lo que apuntaban muchas lenguas, el susodicho lugar fungió como morada y cuna del saber para Raenor I, el Sabio, el que se piensa fue el mejor rey que ha tomado el timón del continente.

Las embestidas que realizaba la segunda chica con su boca eran tan intensas que le resultaba imposible al Redhood no dejar escapar, ocasionalmente, un árido gruñido de placer.

No podía resistirlo más, intentó abrir sus ojos para ser capaz de deleitarse con la acción de la camarera inferior, pero le resultaba irrealizable, pues al intentarlo se encontró con el cobrizo y enmarañado cabello que caía hasta su cara imposibilitándole el poder apreciar aquella acción que le maravillaba de tal forma.

Doom, embriagado por el éxtasis que sentía, sostuvo por el pelo a la joven que se encontraba encima de él, y, acercando su oído a sus labios, musitó:

—Te voy a mostrar que no solo soy bueno con la polla. —Empujó a Lary hacia la cama. El rojo mordió sus labios y vio cómo la chica colocaba su humedecido coño cerca de su boca, el cual parecía como si clamase por el placer; gritaba por el gozo que sabía que el Redhood podía brindarle—. Esto va ser interesante—pensó Doom con una sonrisa, para luego chupar y pasear su lengua por el sexo de la chica, quien gimió al instante.

La deslumbrante risena de ojos esmeralda que resultaba un alivioso contraste con la joven de cabello pelirrojo cobrizo y nariz aguileña, intercalaba la intensa felación que practicaba al Trotamundos con grandes movimientos manuales hacia su virilidad.

El placer y éxtasis se mezclaba con el olor a sudor plagando toda la habitación, mientras la lengua de Doom se expandía y revoloteaba por el sexo de Lary, robándole jadeos, gemidos y gruñidos de placer a la joven chica, quien se arqueaba y temblaba al sentir la intrusa y viperina lengua del rojo que movía su feminidad al compás con sus pezones. Masajeaba sus pechos, pellizcaba sus pezones y pasaba las yemas de sus dedos sobre ellos. El placer y la velocidad se intensificaban, y con estos, los jadeos; pero llegó un gran silencio y, seguido de éste, se escuchó un gran gemido en común.

Los Viajes de Doom: El mítico y mágico GuiaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora