Si no te miro.

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Me miré al espejo una vez más, si, estaba listo para mi primer día en el instituto. Más que emocionado di una vuelta entera, era mi último año. Después de esto... Huiría, lejos, correría fuera del rango de sus ojos. 

En este país él veía hasta en los jodidos contenedores de basura. 

Me observé una vez más en el espejo, odiaba las presentaciones del primer día y, si pudiese, dejaría la escuela, pero hoy en día eso era imposible. Y menos en mis condiciones. Mi pelo suelto pero a su vez recogido por unas agujas talladas a mano con decoraciones de flores de cerezo ocultaban unos ojos repletos de miedo e ira. Mi kimono me hacía parecer frágil. De cristal. 

Cómo si alguien me fuese a romper si quisiese alcanzarme. Un aura extraña me rodeaba. Hasta yo mismo me sentía fuera de lugar. A millares de kilómetros de esta habitación de la residencia de alumnos normales. 

Escondí la llave de mi habitación en un bolsillo que escondía la manga de mi vistoso y elegante kimono. Suspiré mientras deambulaba por los pasillos como un alma en pena. Una mano se puso en mi hombro. 

- ¡Vaya! - reaccioné a tiempo con una sonrisa que iluminaba todo mi rostro. - ¡Pero si el de clase baja se ha arreglado! 

Sin responder, mantuve esa sonrisa en mi rostro mientras repasaba unos ejercicios de respiración. 

- ¡Casi te confundo con alguien importante! - Kiba, un ExDeo de los más populares de la escuela, se fue con carcajadas sonoras a paso ligero seguido de su familiar, un perro blanco enorme, Akamaru. Observé con envidia disimulada. 

Sacudí la cabeza, perfil bajo, perfil bajo. 

Al llegar al gimnasio me planteé mi vida muy seriamente. ¿Por qué estaba yo en una escuela de ExDeo y Daemons? Bien, pues al Gobierno se le había ocurrido la magnífica idea de introducir a un estudiante normal en una Academia para ellos. Al ser de la familia Namikaze Uzumaki, debieron pensar que mi integración sería fácil y rápida. 

Han sido los tres años más difíciles de toda mi vida.

Encima, aun me quedaba otro para largarme de este sitio. Lo único bueno que tenía era que en la residencia tenía una planta para mi solo, con una habitación increíble y un baño privado. Los pisos superiores eran para los ExDeo y los inferiores para los Daemons. Como no. Yo tenía que estar en medio. 

Me fui a mi fila, viendo que todos iban igual o más elegantes que yo, rectos, con la cabeza alta y en silencio... un momento, ¿cuándo había empezado el discurso del director?

Me encogí de hombros mientras me miraba las uñas, tenía que dejar de mordérmelas o a este paso serían inexistentes. 

Pasé en una especie de trance el larguísimo discurso del director, tenía unas ganas de bostezar que apenas podía contenerme. 

Una vez los aplausos me devolvieron a la realidad, miré a mi alrededor imitando a los demás. Poco a poco nos dirigimos todos hacia la salida, anduve directo al bosque que se encontraba detrás de la escuela. Vigilando que nadie estuviese cerca me subí de un salto a una rama que estaba a más de tres metros de altura. Grácil y ágil como un gato empecé a pasear entre los árboles, aumentado la velocidad hasta que apenas era una sombra. Un borrón que se movía entre los árboles. 

Adoraba la sensación del viento. 

Me entretuve cuando llegué al lago, me desvestí hasta quedar con una fina tela parecida a un camisón transparente tapando mi piel de canela. Solté mi pelo algo enmarañado por la carrera y lo dejé caer, suave y salvaje. Me deshice de esos molestos zapatos de un par de patadas corriendo como un niño hacia el agua. 

Salté gritando como si la vida me fuera en ello. Tanto que una cabeza emergió del lago observando a su alrededor qué había interrumpido su sueño. 

- ¡Hola viejo verde! - saludé a mi viejo amigo que, al momento, me golpeó cariñosamente con su lengua viscosa. - Iuuuuu...

<<¿Cuántas veces te he de decir que no me llames así?>>  Su voz resonó en mi cabeza, claramente enfadado. 

Sonreí con despreocupación y nadé hasta poder ponerme a su lado, escalando por sus patas hasta su cabeza. 

- ¡Al menos, una vez más! - Él rodó los ojos, siseando. 

<<Mocoso...>> 

Simplemente me volví a reír, Gamabunta siempre había estado algo amargado. Encontré este lago cuando iba a primer año, al principio no me dejaba bañarme y discutíamos todo el rato, pero todo cambió cuando tuvimos una charla demonio-doncel seria y profunda. Des de entonces es amable conmigo. Es casi un padre. 

<<¿Cómo ha ido la presentación?>> Solté un suspiro ante la pregunta. <<¿Ya se han metido contigo? Deberías patearles el culo.>>

- Sabes que no puedo. - Reí de nuevo, esta vez estaba algo triste. Llevaba tantos años fingiendo ser otra persona que me había convertido en ella. - ¿Cómo está tu hijo?

<<Ha crecido mucho, el año que viene ya va ha encontrar pareja... Me siento viejo...>>

- Eres viejo. - Solté sin ningún miramiento. 

Gamabunta se inclinó hacia delante tirándome al agua. Enfadado me giré y le salpiqué. 

Después de toda una tarde de juegos con el sapo gigante de piel rojiza, me vestí e hice otra buena carrera hasta mi habitación. Ya en el pasillo, estaba sacando la llave de mi habitación cuando Kiba volvió a pasar con sus amigos. Puse la llave en la cerradura con prisa pero me vieron antes de que abriera. 

- ¡Mirad quién está aquí! - Se acercaron, rodeándome. - ¡Nos vemos de nuevo, felino! 

Observé y vi que faltaba Sasuke, eran Kiba, Neji, Shikamaru y Sai, el primo de Sasuke. Suspiré al ver que el más peligroso no estaba. Sabía con certeza que, si Sasuke no estaba, ellos no me tocarían puesto que siempre le daban el honor del primer golpe. 

- ¿Y si lo dejamos para mañana... ? - Dijo Shikamaru bostezando mientras cruzaba los brazos por detrás de la cabeza. - Quiero echarme una siesta. 

- Hoy no está Sasuke así que... - Neji dijo con ojos de un cazador al acecho. - ...podemos hacer lo que queramos. - Lo que me preocupaba más era Sai, un enigma resuelto pero, a su vez, el más complejo de todos. No había abierto la boca pero su sonrisa falsa me lo decía todo. - ...tocamos a más golpe por cabeza. 

Oía mi corazón en mi cabeza, estaba seguro de que mis ojos volvían a ser dos rendijas.Como los de un gato... o los de un zorro. 

- Qué molesto... - Mal, Shikamaru se estaba impacientando. Esas palabras solo significaban enfado y ese enfado lo iba a sufrir mi cuerpo.

- No, no. - Miré a Kiba con asombro. - Esta vez solo venimos a darte un mensaje de nuestro amigo... - Se acercó tanto que podía sentir su aliento en mi oreja. - ...Sasuke dice que tiene un regalo para ti este año. 

Me quedé helado. 

No sabía qué había significado eso pero estaba cerca de perder el control sobre mi mismo de lo asustado que estaba. 

- Pobrecito... - Kiba me miró con sorna. - Está temblando. 

- ¿Quieres que te consuele? - Neji dio un par de pasos hasta poder poner sus dedos en mi barbilla y levantarme la cabeza, solo oía la sangre latiendo... Estaba tan asustado que, sin pensarlo, saqué las garras. A punto de besarme, lancé un golpe a su cara que le tiró al suelo mientras se desplazaba varios metros. 

Estaba a punto de transformarme. 

Mis garras estaban fuera y mis ojos eran rojos como la sangre. Una extraña energía anaranjada recorría mi cuerpo, iluminándolo. Los chicos retrocedieron, antes de que pudiesen reaccionar me encerré en mi habitación. 

Oí los golpe de Neji en mi puerta, enfadado. Me apoyé en esta mientras mi cuerpo se deslizaba hasta poder esconder mi rostro entre mis brazos. Dejaba que las lágrimas cayeran por mi rostro...

¿Qué habría hecho el antiguo Naruto? 

VANISHEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora