TRES AÑOS DESPUÉS...
Eché un vistazo rápido a través de la ventana, aún no había terminado mi ejercicio. Hacía mal día, ya estábamos a principios de octubre después de todo. Suspiré sonoramente, Shino me observó con un brillo aburrido en sus ojos y susurró algo que no alcancé a oír del todo, estaba seguro que se trataba de su frase más habitual. Luego soltaba el mismo suspiro que ahora mismo estaba dando y volvía a fijar su atención en el mismo ejercicio que me habían planteado a mí.
La puerta se abrió, Jiraya se acercó y me preguntó si había terminado. Mentí descaradamente dándole la vuelta a la hoja. Le seguí hasta su despacho, me sorprendió que no fuéramos directamente a rehabilitación. Ya podía andar, aunque me apoyaba en una vara de metal que se adaptaba a la parte interior de mi hombro. Para Konohamaru eran muletas, para mí era una tercera pierna de metal más que molesta.
- Tengo una llamada para ti. – Me tendió el teléfono, la voz que estaba al otro lado de la línea casi me dejó sin tímpanos.
- ¡FELICIDADES NARUTO! – era la voz de mi padre, Fugaku, a pesar de vivir muy lejos el uno del otro y solo poder vernos una vez al año, teníamos una buena relación.
- Gracias, Fugaku... - dije con cierto tono de sarcasmo. – Aunque la próxima vez agradecería que mis orejas no reventaran.
- ¿Cómo te va por ahí? – Abrí la boca para responder, pero él siguió hablando - ¿Sigues con las muletas?
- No del todo, ahora solo llevo una...
- ¿No puedes...?
- No, lo he intentado, parece que conmigo no funciona. – Le corté antes de que respondiese, su voz volvió a hacerse presente.
- Aun así, es un gran avance, no muchas personas han podido recuperarse tan rápido.
- Si, Fugaku... - Ya era hora de despedirse. – tengo que ir a rehabilitación...
- Que tengas un buen cumpleaños.
- Gracias. – Los pitidos no se hicieron esperar, me giré hacia Jiraya, dándole el teléfono con mi mano libre. Él lo colgó y rápidamente fue a abrir la puerta, como todos los días, fuimos a la enfermería. Allí me esperaba Kurenai con su sonrisa amable, había llorado conmigo el día que di mi primer paso... creo que fue algo que nos unió.
Avanzamos hasta la puerta de rehabilitación, la abrí y estaba todo a oscuras.
- ¿Kurenai? – Me giré pero ella estaba saliendo por la puerta. - ¿Dónde vas?
- Me he dejado la pelota fuera, hoy Moegi y yo hemos hecho un poco de pilates y meditación. – Me dio una sonrisa súper tierna que me hizo saber qué algo iba mal. – Ahora vuelvo.
Salió sin prisa, suspiré y me resigné a tener que empezar los estiramientos solo. Al encender la luz me cegué por unos momentos, al apartar la mano de mi rostro mis ojos se abrieron más que los de un búho.
- ¡Felicidades Naruto! – un coro de voces conocidas me hizo traspillar y caer de culo por la sorpresa, las risas no se hicieron esperar. Una mano se acercó, ayudándome a levantarme mientras Hinata cogía mi tercera pierna del suelo.
Les observé sin poder creerme lo que sucedía, era la primera vez que alguien celebraba mi cumpleaños. Había recibido incontables felicitaciones vacías hasta mi décimo primer cumpleaños... Hoy.
Sin poder detenerme, dejé que las lágrimas mostrasen cuán agradecido estaba... Cuán apreciaba su gesto por mí. Boqueé tratando de decir gracias, pero era como si algo en mi pecho no me lo permitiese, tenía una especie de nudo en la garganta.
Konohamaru se acercó y, con su conocida fuerza bruta, me golpeó la espalda haciéndome toser como si la vida me fuese en ello. Casi me tira al suelo.
Me giré para devolverle el golpe.
- Konohamaru... - él me miró mientras sangre se escapaba de sus labios. No. - ¡Konohamaru!
Me giré y comprobé con horror que todos habían sido abatidos por armas intangibles. Entonces Konohamaru se desplomó a mi lado. Ese nudo en mi garganta apareció de nuevo.
No había tiempo, tardé en reaccionar, no fueron segundos mortales.
- Naruto... - Un susurro me llamó la atención, vi a Konohamaru a punto de cerrar sus ojos y reaccioné tan rápido que me olvidé de que aún no podía andar con total fluidez. Me acerqué a su lado, puse las manos en su frente y, con un suave toque, mi mejor y competitivo amigo volvía a respirar con normalidad.
Uno por uno, fui dejando un poco de mi ser en ellos. Un poco de mi propia vida, mi alma. Aún si eso significaba terminar en una silla de ruedas para siempre. No me importaba perder mis piernas.
- ¡Volved! – descansé tranquilo en el suelo, mi respiración agitada rompía la harmonía de las suyas, tranquilas... como si tuviesen un maravilloso sueño.
Una mano se cernió sobre mi rostro. Me debatí con todas mis fuerzas, pero, al final, la oscuridad me engulló.
Me incorporé en la cama como si un cohete me hubiese propulsado.
- Deja... paz... hamaru... - La voz de Shino en sueños me hizo resoplar, hasta en sus fantasías era un antisocial. Observé esas molestas sábanas enredadas entre mis piernas, las aparté y cogí mi tercera pierna de metal. Necesitaba pensar en lo que había visto.
¿Cuándo?
Cerré los ojos, me apoyé en la pared por unos momentos... Tenía que haber un traidor entre nosotros. Pero... ¿quién?
Fugaku estaba totalmente descartado.
Des de que respondí la respuesta de ese maldito libro, las palabras aparecieron como si nunca se hubiesen borrado. Cada día estudiaba cada sílaba, cada letra de esa obra de arte que había heredado de mi abuela, Mito. Era posible controlar mi don, no en todos los aspectos pero podía predecir des de la muerte de una hormiga a una catástrofe natural. Potente y con una precisión que asustaba.
Mi padre me pidió que le ayudase a predecir la Bolsa, listo como un zorro, hicimos un trato que no pude rechazar. Me beneficiaba demasiado. Así que ahora era su... consejero, si, llamémoslo así. Siendo tan valioso para él como asesor, no le interesaba obligarme a ayudarle cuando podía hacerlo voluntariamente.
Entonces tenía que ser alguno de nosotros, que nos conociese. Esa persona comía con nosotros, reía con nosotros... compartíamos una vida en esa casa aislada del mundo. Confiábamos en él.
Y eso era lo más difícil.
Retomé el camino hacia el delicioso helado de chocolate que me esperaba en el congelador de la cocina con un suspiro, aún no me podía creer lo que estaba ocurriendo. Si no lograba averiguar quién era en un plazo de siete días, estaba jodido.
Cuando abrí la puerta, una mueca de disgusto asomó desvergonzadamente en mi rostro.
- ¡UDON! – Al verse pillado in fraganti se dio tal susto que cayó de la silla. - ¡Te has comido mi helado de chocolate!

ESTÁS LEYENDO
VANISHED
Fanfiction- ¿Qué es eso? - Sasuke miró a su hermano como el idiota que era. No se dignó a responder aunque sus ojos sí se encontraron con un cielo abierto a interminables misterios. Abrió los labios, avanzando tan rápido que los árboles eran apenas sombras...