Empezamos una lucha feroz, o más bien... Yo empecé la lucha, mi rival solo se defendía, parecía no tener animo de devolverme los golpes. No podía, no le daba tregua, hasta que una sombra de interpuso lanzándome lejos de aquel ladrón, aterrice con elegancia felina impropia de un humano sobre mis pies, casi como una bailarina.
Fastidiado y cabreado, mire al responsable. Madara me devolvió una mirada de enfado, eso me enfureció aún más.
- ¿Estas bien Orochimaru? - pregunto con los ojos clavados en esa serpiente. Apreté los puños con fuerza.
Un simple gesto de Madara hizo que me rodearan esos hombres de negro pero antes de que pudiesen tocarme, Sai apareció junto a Sakura.
Al verme, corrieron a detenerme, me tranquilice un poco al oír sus palabras, me recordaron que debía tener cuidado, que alguien más importante dependía de mi. Cerrando los dientes con fuerza me acerque con calma y permití que Sakura me diese un abrazo protector. Madara sonrió un sarna, sin saber que al darme ese golpe podría haber hecho daño a su propio hijo. Me llevaron al interior de la casa, pero pude oír el susurro de mi pareja.Si quieres guerra la tendrás, imbécil.
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Esa misma noche empecé a planearlo todo.
Acompañado por la suave luz de mi lámpara de noche y un hada de carácter difícil.
- ¿Estás seguro? - La observé, parecía entre preocupada y dispuesta a ayudarme a cumplir con mi misión que algunos tacharían de suicida... Como Sai. Él se negaría en rotundo a poner en marcha mi plan.
- Nunca he estado más seguro de algo en toda mi vida, Sakura.
Nuestros ojos se volvieron a encontrar, ella suspiró, con una sonrisa de cansancio me miró de nuevo. A otro yo, otro más gordito, con mejillas iluminadas por un suave rubor, mi hermoso pelo rubio ya había crecido hasta la cintura, suelto como una cascada salvaje.
La locura se había apoderado de mi una vez más.
Debía salir de esta casa, de esta hermosa prisión antes de que terminara por dejarme llevar por los oscuros pensamientos de Kurama que, cada día, me impulsaban un paso más hacia ese lugar en el que estaba a salvo. Pero todos mis seres queridos perecían.
- ¿No hay otra opción? - Una sonrisa zorruna asomó entre mis labios.
- Podríamos obviar la primera parte, si, pero entonces no estaría satisfecho. - Ella me miró negando con la cabeza. Como si mis maquinaciones no tuviesen remedio. Y es que, por una vez, iba a mandar todo a tomar por culo, a revelarme cómo era de verdad, a dejarles que se pudrieran entre los ecos de dolor que me habían mantenido cautivo tantos años.
- De acuerdo, ¿cuándo tienes planeado hacerlo?
- Pasado mañana por la noche, hoy ya he creado problemas así que dejaré un día de margen para que las cosas se tranquilicen, no esperará un problema tan temprano.
Sakura asintió mientras unos golpes en la puerta la apresuraban a marcharse, ya llevaba más de hora y media conmigo, casi el doble de tiempo que tardaba en revisarme por las noches.
- ¿Todo bien? - Un guardia asomó la cabeza con sus ojos fríos y su pinganillo pegado a la oreja. Justo a tiempo para que viese a Sakura examinar una muestra de sangre que enseguida guardó en una caja pequeña con el típico símbolo que tenían las cosas de los médicos.
- Sí, - Se giró antes de salir de mi habitación. - Hasta mañana.
La saludé con una sonrisa cómplice mientras me acurrucaba entre mis dulces sábanas de seda. Estaba tan impaciente que apenas creía poder conciliar el sueño.
Que empiece la batalla.
Me desperté con los rayos de sol. Levantándome de un solo salto, anduve hasta el baño para prepararme. Al salir envuelto en una toalla de lo que, ahora parecía una sauna, fui al armario y lo abrí con una idea fija en mente de lo que me iba a poner hoy. Cogí un suéter amarillo, un mono largo tejano, unos calcetines y mis zapatillas naranjas favoritas. Me até las tiras del mono sobre los hombros dando una vuelta sobre mi mismo, ya estaba listo.
También mi venganza.
Vas a arrepentirte de todo Madara. Iba a hacer que se retorciese hasta que no pudiese volver a pensar en nadie más que en mi.
Salí al jardín con mi sobrero de paja puesto, fui a la pequeña cabaña de madera y saqué mis herramientas llevándolas hasta los girasoles. Cada día cuidaba de ellos delicadamente, era consciente que me iban a echar de menos, Hinata podría confirmarlo. Así que estaba preparándolos para que pudiesen sobrevivir a mi marcha.
Sentí una presencia acercarse a mi.
- ¿Qué quieres, serpiente? - Orochimaru se detuvo a unos pasos de mi.
- ¿Cómo sabías qué era yo?
- Sé mucho más de lo que crees. - Hice una pausa sin dejar de atender a mis flores. - ¿Me puedes pasar las tijeras?
Él se acercó, vacilante, arrodillándose a mi lado mientras me observaba trabajar con esas flores dignas de un emperador.
- Están preciosos...
- Por supuesto, - Le corté con voz amarga. - Los he plantado y cuidado yo mismo.
El silencio se instauró entre nosotros como un invitado no deseado. La serpiente se volvió a levantar mientras iba a la mesa de exterior que decoraba aquella mansión. Se sentó en una de las sillas de madera pintada de blanco y barnizada con un tono más grisáceo.
- ¿Puedes parar un momento? - Me giré para ver que tenía toda una mesa de té preparada para mi. Con pastas y galletitas y todo. Alcé las cejas impresionado. ¿Dónde estaba el truco?
Me levanté andando a paso seguro hasta dónde estaba él.
- ¿Por qué me atacaste ayer? - preguntó al ver mis intenciones de no sentarme. Puse una mueca ante la pregunta.
- Madara es mío. - Las hormonas revoloteaban a mi alrededor como mariposas fuera de control. Su cara parecía estar en una partida de póker. - No te acerques a él.
- No tienes ningún derecho sobre...
- ¡Cállate! - Le grité mientras mi rostro se ponía rojo, apreté los puños mientras inhalaba y soltaba el aire. Debía tranquilizarme. Di media vuelta dispuesto a volver a mis flores pero un aroma conocido me hizo volver la vista al cuello de la asquerosa serpiente.
- Ayer Madara me marcó. - SUs palabras se clavaron como puñales en mi corazón. - Nos casaremos en una semana.
- ¿Por qué...? - Es lo único que conseguí susurrar.
- Estaba ya planeado, Madara y yo tenemos una relación oficial des de hace dos años. - Me miró como si fuese una plaga, una simple mosca más a la que aplastar. - Era algo inevitable.
El shock parecía no querer entrar en mi organismo, dejé de ver, dejé de oír, dejé de respirar.
Orochimaru me miró asustado a la vez que mi cabeza golpeaba contra el suelo, tan sólo deseé que jamás hubiese aceptado a hacer aquello. Hubiese preferido morir en manos del destino que por el rechazo de Madara.
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VANISHED
Fanfiction- ¿Qué es eso? - Sasuke miró a su hermano como el idiota que era. No se dignó a responder aunque sus ojos sí se encontraron con un cielo abierto a interminables misterios. Abrió los labios, avanzando tan rápido que los árboles eran apenas sombras...