VANISHED

Porque tú siempre existes dondequiera...

Me levanté perezoso. Otro día más, miré el reloj y supe que llegaba tarde pero poco me importaba. Abrí las ventanas de mi habitación viendo a los alumnos ya preparados yendo a desayunar. 

Mi intuición me decía que este año no bajaría a desayunar, estaba más vago de lo normal. 

Me di la vuelta, cogí una toalla limpia del armario y me encaminé a la ducha tarareando una de mis canciones favoritas. Era de la época de los humanos, lo que hoy en día se llamaba "música de los años antiguos" o "pasada de fecha". 

Sin poder aguantar más las ganas, fui a mi mesita dónde cogí mi móvil y la puse a máximo volumen mientras volvía a la ducha. 

Entré y, al momento, el grifo se encendió, la pantallita impermeable se iluminó. Configuré la temperatura y fuerza de la salida del agua. Me lavé el pelo con mi champú favorito de almendras y flor de no se que. Al salir me envolví en la toalla cerrando los ojos por lo suave que era, un recuerdo amargamente enterrado en el fondo de mi memoria floreció como las flores en verano. 

<< Salí de la bañera con mucho cuidado, mis piernas cortas aún no alcanzaban el suelo cuando saltaba lo que, por ese entonces, me parecía una muralla de mármol. Cerré los ojos al lograr tocar el suelo sin caerme, me sentía todo un hombre... o doncel, solo por esa hazaña. Cuando los abrí solté un grito haciendo que me resbalara y cayese de culo. 

- ¡Serás...! - miré con diversión y enfado al zorrito que me miraba con cara de pervertido, me volví a tapar con la toalla mientras me levantaba persiguiéndole por toda la habitación con mis tiernas y rechonchitas piernas de un doncelito de cinco años. - ¡Kyuubi vuelve aquí!

Tan distraído estaba que no vi la cama, él se metió por debajo y yo me la comí. Por suerte mi cara aterrizó sobre el blandito colchón pero mi dedo pequeño dio con la esquina de la pata de la cama. 

- ¡Duele...! - mascullé mientras daba saltitos cogiéndome el pie. - Será... >>

Volví la mirada y abrí los ojos con miedo al ver la hora. 

- ¡Mierda! - ahora si que llegaba tarde... Corrí como un bólido hasta el armario, me puse el uniforme de pantalones negros, camisa blanca, corbata roja y chaqueta gris con el escudo de la escuela y salí pitando hacia el edificio de las aulas. 

Llegué un minuto antes de que sonara la campana que iniciaba las clases, fui a mi asiento esquivando pies que me ponían los otros chicos para hacerme caer... en cierta manera, me había vuelto un experto en esquivar zancadillas. 

Me senté en el último asiento al lado de la ventana y me tiré toda la clase observando las sombras de las hojas de los árboles, hasta que sonó la cuarta campana. El movimiento a mi alrededor me dijo que tocaba educación física. Suspiré con cansancio, era mi asignatura favorita pero la que más odiaba. 

Fui a cambiarme al baño y corrí hasta la pista, dónde ya estaba el profesor explicando los ejercicios de ese día. 

- ...y eso será lo que haremos hoy. - Joder, ya me lo había perdido otra vez. - Antes de empezar dad veinte vueltas a la pista para calentar. 

Todo el mundo se quejó, nadie quería correr. Yo solo puse una sonrisa que se borró al ver la mirada del profesor en mi. 

- Tú, el clase baja, - Rodé los ojos, ese ya era mi mote oficial. - tú solo haz diez vueltas, no quiero que mueras en el intento. 

Apreté los puños, si, ellos me podían considerar de clase baja pero no por eso me tenían que tratar como si fuese débil. Vi que todos ya se habían puesto en marcha, apreté los puños con fuerza y di las diez vueltas en lo que canta un gallo. Era más rápido que todos ellos y el entrenador se sorprendió al no verme tan siquiera suspirar después de esas diez vueltas, aunque no dijo nada.