- Necesito Zolpidem. – Mi voz sonó mucho más cortante de lo que deseaba.
- ¿Estás enfermo? – Me pareció extraño que se preocupase por mí, pero al momento me sentí estúpido. La mercancía debía estar en buen estado, ¿no?
Agité la cabeza en señal de negación.
- Son para no soñar. – Su rostro se deformó en una sonrisa burlona.
- Lo siento, zorrito.
Apreté muy fuerte los labios, eso podía matarme. Abrí la boca, pero antes de poder articular palabra alguna su mano ya me había cruzado la cara, me toqué la mejilla dañada... me ardía a más no poder... me sentí humillado, apreté los puños manteniendo la cabeza baja, aunque él no me lo permitió, con dulzura y brusquedad puso su índice en mi barbilla, levantándola. Encontrando mis ojos llenos de ira.
- Ahora no quiero que salga palabra de esa boquita que no sea para hacerme más fuerte... Así que cierra el pico si no tienes nada más que decir.
Tal fue su promesa, tal fue su condena. Pronto dejé de contar las horas, los días, las semanas... En poco tiempo llevaba allí poco más de un año y su pequeña mafia familiar ya controlaba el terreno de Tokio.
Mi cuerpo fue decayendo en salud a medida que pasaban los días, poco me quedaba ya de vida, era un saco de huesos con patas y el vientre hinchado. El dormir poco y mal estaba acabando conmigo, hoy hacía dieciséis días enteros que no dormía. Nada, absolutamente nada. Tan siquiera me atrevía a parpadear por temor a volver al mundo de pesadillas en el que vivía Madara. El que me obligaba a predecir.
Por suerte, ya no recibía sus visitas, en su lugar venía su mano derecha, Sai, un joven de buen porte, unos años menor que yo. Era amable y me trataba con delicadeza, no estaba seguro de si se acordaba del accidente, pero aun así agradecía su compañía. También me venía a ver Kurama. Quién, de vez en cuando, me entretenía con pequeños zorros furtivos que se colaban en la habitación para luego desvanecerse en el aire.
Necesitaba dormir. Era en lo único que podía pensar, pero a la vez deseaba olvidar. Otras veces... simplemente me daba la sensación de que había cerrado los ojos y me encontraba en la más dulce de las pesadillas.
Oí alguien llamar a la puerta y entrar sin permiso, tan siquiera me giré, solo podía tratarse de una persona.
- ¿Hoy tampoco has descansado? – Sai resopló, nervioso. – Madara no está contento, lo sabes... Por favor, ha dicho que si hoy no trabajas para él va a obligarte a dormir.
Seguí mirando el cuadro de una hermosa chica que había colgado en una de las paredes, no tenía ventanas mi habitación, pero ese paisaje grabado a fuego en mi memoria era uno de mis pocos consuelos.
- Te he traído algo de comida... - sentí su mirada, intensa como la de Madara, clavada en mi figura. – Por favor, come algo... no puedo seguir viéndote así, Naruto.
Dejó la bandeja con comida en el escritorio lleno de garabatos sin sentido y lápices desgastados por mis locuras.
De nuevo, el hambre se apaciguó en mi estómago, hacía tiempo que no sentía deseos de comer, de hecho, dudaba hasta el vivir... constantemente me debatía entre el mundo de fantasía dentro de mis sueños o si me encontraba en la realidad.
¿Cuál de los dos era?
Mis párpados quisieron caer por milésima vez, pero a base de fuerza de voluntad y puro terror conseguía mantenerlos abiertos. Sentí algo rozar mi pierna, sabía perfectamente que se trataba de otra caprichosa alucinación, otro zorro que se desvaneció al posar mis ojos sobre él.
¿Y de nuevo surgió mi pregunta, realmente me encontraba en el mundo real?
El sonido de una puerta cerrada violentamente por la frustración me hizo darme la vuelta, a sorpresa de encontrarme con una mujer de ojos marinos y pelo rosa.
- ¿Eres un hada? – le pregunté en un susurro.
Ella se quedó ahí de pie, observándome mientras mi mente se sumía de nuevo en sus pensamientos. Sentí su figura adentrarse en los dominios de mi espacio personal, unas suaves manos me desvistieron, examinándome con cautela y temor, como si fuese una pieza de cristal a punto de resquebrajarse, cuando fue suficiente volvió a abrochar mi suave bata de seda azul como el cielo en plena tormenta y se alejó, susurrando palabras incomprensibles que se perdieron en oídos ajenos.
Un grito resonó por toda la estancia cuando una de esas alucinaciones se coló en mi corazón. Furtivo y doloroso. Intenté parar la avalancha posando mis manos en mi cabeza a la vez que cerraba los ojos retorciéndome en agonía.
Sai y el hada se acercaron corriendo a mi pero ya era demasiado tarde.
Estaba empezando a recordar de nuevo.
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NOTA:
- A partir de este capítulo, los siguientes serán recuerdos de Naruto hasta próximo aviso.
- Muchas gracias por leer! <3
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VANISHED
Fanfiction- ¿Qué es eso? - Sasuke miró a su hermano como el idiota que era. No se dignó a responder aunque sus ojos sí se encontraron con un cielo abierto a interminables misterios. Abrió los labios, avanzando tan rápido que los árboles eran apenas sombras...