Capítulo 10.- Celebración

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Ya era viernes. El viernes que me iba a Londres. Estuve toda la noche del miércoles preparándome las maletas y todo lo necesario para pasar el fin de semana y hasta el martes.

Marisa también se estaba preparando las cosas cuando subí a su casa.

-¿Vamos?

-Sí. Espera me falta peinarme y vamos al aeropuerto en un plis plas.

♦♦♦♦♦

¡Por fin!, ¡ya en casa!.

Sí. Ya estábamos en Londres. Llegamos Marisa y yo justo con el tiempo para ir a casa y arreglarnos para la celebración de mi cumpleaños.

El chófer de mi padre nos dejó en la entrada de la casa. Una casa clásica. La típica casa, un jardín enorme delantero, y plazas de aparcamiento. Lo malo era que no tenía piscina.

Mi madre me recibió con los brazos abiertos.

-Oh, cariño mío, cuánto tiempo, ven aquí quiero darte un gran beso. -Me acerqué a ella y le abrace. Quería a mi madre, era única.

-Oh mamá... -quería llorar, pero no podía. -Mamá te presento a Marisa, es una gran amiga del trabajo, además de vecinas. Marisa, esta es mi madre Sharon.

-Encantada de conocerla Sharon - Dijo Marisa y le dio un abrazo.

-De nada querida, pasar, pasar. Te he puesto en la habitación de al lado de Estela, así mejor... Esteve, suba las maletas de las señoritas a los respectivos cuartos, gracias.

-Si señora Mae.

Ya en mi habitación estaba arreglándome el pelo cuando Marisa entró.

-¿Ela quieres te aconseje qué ponerte para esta noche? - me dijo animadamente.

-¡Sí! No sabía que me quedaría bien para hoy...

Marisa se acercó a mi enorme armario y sacó un vestido rojo elegantísimo para mi. Era rojo pasión, tenía una sola tira y largo. Escogió unos tacones negros altos y unos complementos a juego. Ella en cambio, eligió un vestido de encaje con partes en rosita claro, también era largo. Escogió unos tacones color chicle rosa.

A las 8 de la noche los invitados estaban llegando y yo me ponía nerviosa. No sabía quién sería el hombre 'afortunado' de tenerme.

¿Habrán luchado unos contra otros para estar conmigo, o sólo mi padre eligió y ya?...

Mi madre tocó la puerta de mi habitación y entró a mi orden.

-Hola chicas, ¡qué preciosas estáis por el amor de Dios!, me encantan vuestras elecciones...

-En verdad mamá, fue Marisa quien eligió por mi... Y no eligió mal. -Marisa era perfecta eligiendo vestidos y ropa. -He pensado que mañana podría ir a una tienda de novias a verme un vestido... ¿quieres venir mamá?

-Oh cielo... ¿estás de acuerdo con la decisión de tu padre?

-Sí. Creo que sí. Espero que haya elegido bien, ¿no?

-Bueno, no sé. ¿A ti qué te pareció?

-¿A mi?, ¿cómo? ¿Lo conozco? -Me quedé un poco confundida. ¿Conocía a la persona con la que me iba a casar y no lo sabía?

-Yo... Eh... No te he dicho nada, cielo. Os esperamos abajo en diez minutos. Un besito.

Mi madre se fue y me quedé de confundida. Marisa vino a mí y me zarandeó para ver si estaba viva o qué.

-Ela, no te preocupes. Eso es algo bueno, quiere decir que ya lo conoces y no será tan incómodo...

-¿Y si él tampoco lo sabe?

-Bueno, pues... Eso es, no sé. ¿Vamos a comprobarlo?

-Sí. Bajemos. Cuanto antes mejor...

Marisa y yo bajábamos las escaleras y los invitados se quedaban mirándonos. Los vestidos no quedaban desapercibidos y nosotras tampoco. Caminamos hasta el lugar donde se encontraban mis padres. Sin pensármelo mucho, fui directa a abrazar a mi padre. Esta tarde cuando llegué no estaba en casa y no pude hacerlo. Le dí dos besos y él me frotó la mejilla.

-Hola cariño. Estás preciosa y única. Feliz cumpleaños princesita.

-Papá... No me llames princesita, ya tengo 25 años... Mira, te presento a Marisa mi amiga del trabajo y vecina. Marisa, él es mi padre John.

-Hola Marisa, encantado de conocerte. Bienvenida a este hogar, espero que disfrutes.

-Un gusto señor Mae. -Mi padre le abrazó y le sonrío.

-Bueno cariño, en una hora saldrá la tarta. Relájate y disfruta.

Cuando terminé de hablar con mis padres me dirigí al jardín con Marisa. Cogimos una copa de cava que el camarero nos ofreció y salimos. De camino al jardín me paraba a saludar a antiguas amistades mías y de mis padres. Ellos me felicitaban por mi cumpleaños y yo les agradecía.

Por fin fuera en el jardín, me llevé a Marisa de la mano a un rincón que tenía desde que era pequeña. Sólo mi antigua asistenta, que ya no trabajaba aquí lo sabía. Ella me ayudó a colocar unas cuerdas a los árboles y una tabla para sentarnos.

-Hala que chulo Ela. Nunca había visto algo tan increíble. Siempre había soñado con algo así en mi casa...

-Es un sitio secreto. Aquí venía cuando estaba triste o enfadada. Lo sabía mi antigua asistenta y ahora tú. Ella venía a por mi cuando sabía que me pasaba algo...

-¿Ahora donde está? -me pregunto Marisa.

-Murió. -De pequeña me costó asimilarlo. Pero ahora no era tan difícil decirlo. -Murió cuando tenía 15 años. Tenía cáncer y no pudo resistirlo.

-Lo siento... -Marisa se acercó a mi y me abrazó.

-No te preocupes de verdad... ¿Deberíamos entrar ya, no?

-Sí, vayamos...

Cuando fuimos de nuevo al nuevo lugar donde mis padres estaban, los camareros sacaban una enorme mesa con una enorme tarta en medio. Una tarta clásica. Blanca y con adornos. En la punta de ella habían unas velas. Unas 25 me imagino.

Los invitados empezaron a cantar y cuando terminaron soplé las velas. me costó un poco. Eran muchas y no tenía unos pulmones de buceador. Mis padres me abrazaron y me dieron un regalo. Me regalaron unos pendientes de color marfil. largos y de pedrería. Le abracé y les di mil y un gracias. Marisa también me abrazó y me tendió otro regalo. Eran unos tacones plateados con brillantes. Y a ella también le di las gracias.

En el momento en el que empezaron a repartir el pastel, me quede petrificada. ¿Él aquí?, venía hacia donde mis padres, Marisa y yo estábamos, ¿no sería él quien...?

-Papá, ¿qué hace él aquí? -Dirigí la mirada a sus ojos. No eran para nada de felicidad. Eran de frustración. Estaba claro qué hacia allí.

-Cielo, es él. -Él llegó con su familia y saludaron a mis padres, y a mi. En cambio, él no me dirigió la palabra.

-Buenas noches, señores, señoritas... -mi padre los saludó alegremente. - Vengan a mi despacho.

Esto era increíble. Estaba asombrada y no sabía de mi existencia hasta que Marisa a mi lado se le cayó la copa que llevaba en la mano. Me alejé de allí con mis padres, 'él', y sus padres.

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