Mi vida era un bajo continuo.
Rodeada de instrumentos
con gritos agudos,
pensé en silenciar
mis graves aullidos.La música, me enseñó
entonces, que mi voz
era la base de la partitura.
Y que callar mi sonido
era matar la armonía,
era acabar con la orquesta
de una obra maestra:
mi existencia.