CAPÍTULO 5

437 39 113
                                    

AXEL

- Hola Catalina. - le dije con la voz contenida. Me quedé sin palabras al verla vestida así, de esa forma tan linda y delicada que simplemente, no supe que decir. Ni si quiera se molestó en maquillar un poco el golpe de su nariz. Toda su naturalidad era perceptible y atrayente.

Fue tan grande mi descaro que no pude evitar mirarla detenidamente, era como un ángel de luz que buscaba a quien salvar. Y yo, un demonio que buscaba a quien dañar.

No somos buena combinación, de eso estoy seguro.

Cuando la vi en la mañana, sabía que algo andaba mal con ella, no tenía esa sonrisa de siempre, ni si quiera la falsa, simplemente se veía cansada y yo conocía muy bien ese estado. Resaca. Me incomodó mucho verla en ese estado, pero no lo hice notar. Simplemente quería hacerla sonreír, ser el causante de su sonrisa, que me deleitara con el brillo de sus ojos azules y que sólo me mire a mí.

El día anterior recibí la llamada de Miguel y me notó raro. Se me ocurrió la grandiosa idea de preguntarle sobre cómo solucionar un malentendido con una amiga y el muy perspicaz, de inmediato se dio cuenta el motivo de mi pregunta. Me dijo que a las chicas les gustan las cursilerías, una tarjeta, rosas o chocolates. Vaya idioteces, ni a Valery le había hecho esas cosas y eso que era mi enamorada. Al final decidí que era mejor darle una flor de tela. Quería que cuando la viera, me recordara. Si le daba una flor de verdad, se marchitaría, en cambio esta le duraría para siempre, o al menos hasta que la pierda, bote, o qué sé yo.

Esa misma noche fuimos a comprarla. Le pedí a Miguel que me acompañe porque daba vergüenza entrar a esos lugares y no le dije nada a Sara, porque no quería tenerla encima haciendo un montón de preguntas.

Elegí una dalia roja, pude adivinar que su color preferido es el rojo porque siempre tiene que llevar algo de ese color, es su color característico.

Tenía pensado darle esa dalia en la tarde, aunque sabiendo lo impulsivo que soy, si me entraban ganas de darle la flor en cuanto la viera, sabía que me lamentaría demasiado si no la tenía conmigo, por lo que decidí llevarla a la escuela.

Y como siempre mi puto impulso pudo más y se la di. Sus amigas llegaron, y eso fue una invitación para irme. Quería responderle que no había flor más hermosa que ella, pero gracias a la intervención de esas chicas, no lo hice. Tanta cursilería me estaba llevando al colapso.

Saliendo de mi momentánea sumisión a la que mi mente me sometió, le dije a Catalina que vayamos a tomar un helado. Fui a pedir los helados y la señorita, muy sonriente me atendió.

- Como sigues Cata. - Le dije sentándome en la silla, mientras la señorita nos traía nuestras órdenes. - Te vi rara en la mañana, por eso te pregunto.

No quería que supiera que si me di cuenta de su estado.

- No fue nada. - dijo mordiéndose el labio y con la mirada tímida. - Solo no dormí bien. - y sonrió. Ese labial rojo que se había colocado me resultaba apetecible, que mis pensamientos ya estaban tomando otro rumbo. Qué manera tan desquiciada de poder hacer volar mi mente son si quiera proponérselo y como consecuencia, mi cuerpo estaba reaccionando. Mierda.

Felizmente llegó la señorita con nuestras órdenes y pude desviar un poco mi atención.

- Sus pedidos. - Dijo sonriéndome con coquetería sin ni siquiera mirar a Catalina. Sólo se limitaba a mirarme.

- A la señorita entréguele el de chocolate. - sólo en ese momento creo que se dio cuenta de la presencia de Catalina y le dio su helado.

Cuando me entregó mi helado de vainilla, también dejó una nota. Que ridiculez de rebajarse de esta forma. Miré a Catalina y estaba enarcando una ceja mientras observaba la nota.

Toqué Fondo #StarsAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora