CAPÍTULO 10

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AXEL

Hubiera preferido no preguntar.

No me imaginaba a una madre diciéndole esas cosas a su hija, ¿Qué clase de madre le decía a su hija que era un estorbo? porque eso fue lo que le dijo en otras palabras.

No concebía eso, me era repugnante que la tratara de esa forma, sobretodo teniendo a una hija tan tierna como Catalina.

Porque sí, eso pensaba de ella. Que era tierna, dulce, alegre, irónica, en ocasiones hasta enojona, pero todo eso la hacían ver única en verdad.

Por eso era mi enojo hacia su madre. No la conocía aún, pero esa mujer ya se había ganado mi repulsión.

Me dolía ver que sus ojos estaban brillantes, más de lo normal, y no necesariamente porque esté contenta. No, era todo lo contrario y sabía que podía tirarse a llorar en cualquier momento, sin embargo, no fue así.

Vi como cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo se fuera a tragar todas esas lágrimas que amenazaban con salir, pestañeó varias veces seguido de un largo suspiro.

Vaya, esa era su forma de espantar el dolor.

—Quizá tu mamá solo tuvo un estresante día y se desfogó contigo en esa ocasión —preferí no echarle más leña al fuego. No la quería ver triste.

Una risa irónica brotó de ella.

—Entonces siempre se siente así porque esa es mi rutina diaria Axel —me miró a los ojos. —Discutir con ella por cualquier cosa y yo, salir huyendo de ese lugar. Caminar es mi escape y lo aplico la mayor parte del tiempo.

—¿De verdad eso haces? ¿Y si es tarde? ¿De noche? ¿Igual te sales de tu casa solo por huir?

No pude evitar preguntar eso porque me asombraba que ella, la chica irónica, la que me obligó prácticamente a pedirle disculpas, se alejara de esas situaciones en lugar de afrontarlas.

—Axel, ese día ya era de noche cuando me encontraste en este parque. No creo que sea necesario ser un sabio para deducir la respuesta de tu pregunta. ¿No crees? —dijo enarcando una ceja y haciendo notar su voz irónica nuevamente.

Minutos atrás estaba a punto de llorar y ahora su ironía salió a relucir. Negué internamente ante la forma en que cambiaba su estado de ánimo, pero la prefería así. Que me quiera dar batalla, no una sumisa que aceptara tal cual las cosas que yo dijera.

Le sonreí.

—De acuerdoo, pero puede que haya sido coincidencia o qué se yo, que te hayas perdido y precisamente te encontré yo esa noche para salvarte de los ladrones que te podrían haber acechado —bromeé.

Sonrió. Haberle sacado una sonrisa hizo que sonriera aún más.

—Oh gracias mi cid caballero, rescató a una damisela en peligro —se burló.

—Una damisela muy linda que precisamente esa noche sus dos faroles azules no brillaban con la misma intensidad —mi lengua fue más suelta de lo habitual. Ella se sonrojó y desvió la mirada.

Menuda cursilería que acababa de soltar. No sé de dónde mierda salió eso.

¿Le acababa de decir linda? Ni por mis pensamientos pasaron esas palabras al describirla.

Llevé mi mano a mi nuca y me rasqué en ese lugar. Mierda.

Carraspeé.

—Quiero decir que ese día te veías triste y ahora sabiendo el motivo, pues es entendible Catalina —aclaré.

Toqué Fondo #StarsAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora