CAPÍTULO 22

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AXEL

Lo último que necesitaba en estos momentos era una distracción. Necesitaba acción de las buenas y por eso decidí adelantarlo todo. Quizá y esto sea una idiotez, pero ya estaba acostumbrado.

—No seas necio —repitió Miguel por cuarta vez. —Te acompañaré.

Tuve que inventarle que iría a un bar, aunque no estaba tan lejos de la realidad. No lo quería meter en mis porquerías. Respiré profundamente mientras guardaba el papel en mi bolsillo.

—No —respondí tajante. —Quiero estar solo y un buen trago me calmará.

Lo escuché suspirar y supe que no seguiría insistiendo. Él sabía que no era mi mejor momento y todo gracias a esa chica...

Habíamos ido a la piscina después de largarnos de casa de Catalina, pero lo único que logré con eso fue desquitarme con los chicos. Miguel intervino y me sacó de ahí. Demonios. Todo se estaba jodiendo. Y todo, por culpa de ella. Nunca había sentido tantas ganas de estampar mi puño en el rostro de alguien como en ese momento, pero claro, si lo hacía con el tal Marci, Catalina me odiaría para siempre. Pero él se lo estaba buscando. ¡Iba a besarla! Yo los vi. Estaban demasiado cerca que no sé como logré contenerme. Y, para adornar la cereza en el pastel, le firmó la venda con un corazoncito a lado. ¡Qué romántico!

—Hey, tío. Tu móvil está que brilla.

Lo había puesto en silencio. Tomé el aparato con rapidez. Faltaba que sea Harold y no quería que Miguel se entere de eso. No estaba para sermones. Sin embargo, no fue Harold.

Era Catalina.

Tiré el móvil a la cama y seguí guardando lo necesario en los bolsillos.

—¿No piensas contestar? —preguntó. Cuando me di la vuelta para responderle, lo vi mirando el mensaje.

No me molestaba que hiciera eso, pero ahora, no estaba de ánimos

—No es tu problema —respondí quitándole el aparato y leyendo ahora el mensaje.

Una carcajada ácida salió de mi garganta. ¿en serio? No podía creer que me haya mandado eso...

Miguel preguntó que qué era lo que me hacía tanta gracia y le mostré. Él también rió.

—Estás exagerando, tío. No eres nada de ella, no hay motivo para celarla.

—No la estoy celando —gruñí. Me quedó mirando significativamente. —De acuerdo, quizá un poco, pero tú los viste, casi la besa cuando llegamos —dije tirando el celular que aún lo tenía sujetado.

—Estás exagerando —Volvió a repetir. —Es su amigo de años, tú me lo dijiste —enarcó una ceja haciéndose el sabelotodo. —Es normal que esté cerca de ella cuidándola y tú, estás viendo fantasmas donde no los hay. Solo se estaban abrazando —ahora se puso de pie cruzándose los brazos.

Me giré. No quería verle ni escucharle y a Catalina... le dejaría un visto en respuesta.

Todo está en tu cabeza -me repitió mi subconsciente. Quizá sea cierto y todo fue producto de mi imaginación, pero ahora no me ayudaba eso. Ese coraje me servía para lo que estaba punto de hacer.

Bajé las escaleras rápidamente. Ya eran las diez de la noche y a las diez y cuarenta y cinco llegaría el tipo. Nunca me confiaba de la información que me daban, por eso prefería llegar antes.

—¡Hey! ¿A dónde vas con tanta prisa?

Por favor, ahora no.

—No te incumbe —respondí cortante dirigiéndome a la cocina.

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⏰ Última actualización: Apr 22, 2018 ⏰

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