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"Cuando menos te das cuenta
llega lo que parece ser una luz.
Pero no te dejes engañar
por las apariencias brillantes."

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Caminé por el vacío pasillo. Me sentía asqueroso. Saqué el libro con intenciones de despejar mis pensamientos. Me gusta leer. Puedo refugiarme en los libros, siento que soy invisible, imagino que estoy solo y que nadie me está observando. Es una de las pocas cosas que logran calmar mi mente y me mantienen concentrado. Abrí el libro en la página del marcador y continué leyendo los últimos párrafos del capítulo cuando choqué con alguien más. Ver como su café mojaba las hojas del libro me hizo reaccionar. Dejé caer el libro por accidente, iba a recogerlo, pero decidí que era mejor preocuparme por el portador del café.

— Lo siento, lo siento. ¿Estás bien? Eh... te compro un café. ¿Dos? Los que quieras, lo siento mucho.

Miraba los pies de la chica. Si hacía contacto visual con ella vería mis ojos rojos de tanto lloriquear. Ella siguió caminando no sin antes pisotear el libro. No fue hasta ese entonces que sentí el ardor en las manos. Por supuesto el café estaba caliente. Tomé mi libro, viendo como gotas cafés caían manchando aun más el piso. Caminé cabizbajo al baño de hombres, sin detenerme a mirar el de discapacitados. "Las manchas de café fueron un accidente, sé lo importante que son los libros para la biblioteca, compraré uno nuevo." "Perdí el libro, compraré otro." Me proyectaba a mi mismo en la biblioteca, el escenario se repetía cada vez que pensaba en una nueva excusa. Tras secar inútilmente las páginas del libro y mojar mis manos con agua fría, me dispuse a retomar mi camino hacia la sala de clases.

La asignatura que teníamos ahora, era artes. Mi asignatura favorita. La disfrutaría más de no ser por él.
Lo bueno de artes es que los trabajos solamente se entregaban a la profesora, junto con una descripción escrita en papel. Amaba que la profesora fuese así, era lo más cómodo para mí, como si esa profesora supiera lo que yo siento a la hora de hablar con los demás. ¿Será que ella se siente igual que yo?

El trabajo de hoy consistía en dibujar un animal y entregar un informe sobre las cualidades de este, explicando por qué lo escogimos. Los materiales eran libres, por lo que yo usé mis lápices para colorear. Fueron un regalo de mi abuelo cuando cumplí 8 años, y hasta el día de hoy los conservo.

El animal que escogí fue el ser humano. El ser humano es tan misterioso y predecible a la vez, que es imposible decir "yo conozco al hombre", porque cada uno es tan diferente al otro, física y psicológicamente somos tan distintos que nunca lograremos conocer a fondo a una persona. Nunca sabremos todo lo que una persona ha sufrido o todo lo que ha disfrutado. Jamás terminaremos de conocer a alguien, es más, ni siquiera podemos terminar de conocernos a nosotros mismos, y es que nunca podremos controlarnos al 100%. Controlarnos... qué daría por ser un chico confiado y popular. Supongo que siempre tendremos uno u otro problema que cargaremos durante toda nuestra vida.

Trabajar en el lienzo me ayudó a alejarme un poco de mi realidad. Aunque en ciertos momentos se escapaba alguna lágrima, siempre podía decir que era culpa de las alergias.

Mi dibujo consistía en un hombre con cada extremidad distinta. Un mutante de razas humanas, por así decirlo. A simple vista parecía una atrocidad, un ser sacado del infierno, pero luego te das cuenta que somos todos nosotros, cada uno es diferente, pero seguimos siendo humanos.

El informe lo terminé rápidamente, fui el primero en entregar el trabajo. Como siempre, la profesora me felicitó. Yo solo agradecí con una sonrisa que parecía ser incómoda y fui a sentarme. Saqué el libro nuevamente de mi mochila. Las páginas se estaban pegando. Al intentar despegarlas, rasgué un par. Vaya manera de acabar la jornada escolar.

Guardé todas mis pertenecías en mi mochila y me coloqué los audífonos. La música influye mucho en nosotros mismos, por lo que disfruto de melodías suaves siempre que puedo. Gracias a dios salía de clases una hora antes que Ángel.

Era día miércoles, así que pocos jóvenes salían con sus amigos. Aproveché la situación para ir al parque donde siempre iba. Podía considerarlo como mi lugar preferido, era tranquilo y prácticamente nadie lo visitaba. Estaba rodeado de árboles y habían algunos pájaros piando siempre que era primavera. Un lugar perfecto para alguien como yo.

Me senté en el pasto, apoyando mi espalda en el tronco de un árbol bastante grueso y frondoso. Comencé a concentrarme en la música. Sentir el pasto. Escuchar los pájaros. Mi frecuencia cardiaca se hizo más lenta y mis párpados comenzaron a pesar. Me estaba entrando el sueño sin que me de cuenta.

Disfrutaba mi tranquila y silenciosa lectura en el parque, pero sin darme cuenta, mis párpados se bloquearon y caí en el sueño. No sabía cuanto tiempo había transcurrido, pero me desperté de golpe cuando alguien se acercó y habló, placticamente gritando.

— ¡Hola!

Me sobresalté al darme cuenta de que me hablaban a mí. Mi corazón se aceleró, creí escuchar la voz de Ángel por un segundo. Aún estaba algo dormido y no veía con claridad. Lo vi a los ojos y aparté la mirada rápidamente. Era un desconocido.

— H-hola. — Dije casi de manera inaudible, no tenía ganas de charlar, bueno, nunca tengo ganas de charlar, pero esto era algo peor aún. ¿Por qué se acercó? ¿Qué busca de mí? ¿Me habrá robado mientras dormía?

— Entonces... ¿Eres de los que bebe café mientras lee? Que hipster, ¿no?

— ¿Eh? Ah... Yo... Eso fue un accidente. — No podía creer que un extraño había hurgado en mi mochila y sacado aquel objeto portador de vergüenza. Aun así, no podía mostrarme nervioso, parecería débil y me tendría lástima.

— Ya veo. Que lío, si es que es libro de biblioteca. ¿Tendrás que comprar otro? ¿Te puedo acompañar?—Dijo con entusiasmo mientras se sentaba al lado mío.

Aquel chico estaba haciendo muchas preguntas, me incomodaba hablar con personas que recién estoy conociendo, especialmente si me llena de preguntas e invade mi espacio personal. No estoy acostumbrado a que se acerquen tanto a mí, por lo que me alejé un poco, cortando el contacto que existía entre nosotros. El chico, al parecer, no le dio importancia al gesto.

— Supongo que tendré que hacer eso. — ¿Qué tan malo podría ser? Ir de compras con alguien que no sea mamá... Por primera vez, le vi la cara con claridad. Era de piel pálida, llena de pecas. Su cabello era anaranjado y brillaba por el sol. Sus ojos eran de color miel. Estaba vistiendo el uniforme de un colegio que no conocía. Quizás él no era de este sector y estaba capturando adolescentes.

— Oooh, ya recuerdo, leí este libro hace un año. Para mí es muy bueno, ¿no crees?

Asentí con mi cabeza y extendí mi mano, dándole a entender que quería mi libro devuelta. Él entendió el mensaje y me lo entregó en mis manos. Yo procedí a abrazar el libro y encogerme más de lo que ya estaba.

— Mi nombre es Ryan, ¿y el tuyo?

— ...Anthony —dije antes de guardar el libro en mi mochila verdosa. Vi como Ryan se levantó con un salto, extendiendo su mano.

— Vamos, no perdamos tiempo. Hay una biblioteca cerca de aquí.

INSEGURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora