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"La vida es un juego.
Si no sabes los controles,
morirás en segundos."

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Llegué a casa con la respiración agitada. Cerré la puerta de un golpe con la espalda, como si mi vida estuviera en peligro. Caminé arrastrando mis pies hasta llegar al baño, me lavé la cara con agua fría y me dirijí a la habitación.

Me debí haber visto como un idiota llorando por nada. Ni siquiera yo sabía el porqué había llorado. Me sentía patético. Ni siquiera pude hablar como una persona civilizada. Aquel tipo debió haber creído que soy un chico enfermo. ¿Cuál era su nombre...? No importa, tampoco quiero recordarlo. Pero si sigo así, jamás podré hablar con alguien. Solo terminaré siendo el hazme reír de todos.

Decidí terminar de una vez por todas mi libro, después de todo, solo me quedaban 50 páginas que podía terminar hoy mismo.

Decidí preparar un baño de burbujas, para que así entre en calma. Además podré leer mi libro sin interrupciones.

Una vez que ya me encontraba en mi baño de burbujas, comencé a leer tranquilamente. Se sentía tan calmado que podría estar todo el día aquí. Ser introvertido no es un problema, el tener agorafobia sí lo es. ¿Cómo superarlo si estoy solo en esto? No puedo hacer tanto por mi cuenta, no soy capaz.

Estaba a punto de dormirme con el libro en mis manos, cuando de repente, escuché mi celular sonando. Reaccioné de la peor manera, el libro se resbaló de mis manos y cayó en el agua.

-Demonios...

Tomé el celular con mis resbalosas manos y respondí el celular. Mi madre estaba llamando. ¿Habrá pasado algo malo? Por un segundo dudé en responder. La inseguridad crecía de a poco, pero contesté en forma de batalla contra el miedo.

-Hola, Anthony, no podré llegar hoy a casa, el trabajo me tiene ocupada. Te veo mañana, ¿si?

-Está bien, mamá, adiós.

-Chao, hijo, cuidate y no hagas nada malo. Nada de fiestas en casa.

Sabía que lo último lo decía en broma. Reí de forma nerviosa y corté la llamada después de despedirme. Recordé el accidente que había ocurrido y recogí el libro del agua. Por suerte, aún podía leerse un poco, sólo debía ser cuidadoso con las páginas.

Vestí una pijama que era dos tallas más grandes de la que yo usaba. Era mucho más cómoda y me sentía cálido en ella. Con la secadora que usaba para el cabello, comencé a secar el libro. Estuve 15 minutos así. Las hojas estaban arrugadas, por lo que el libro era mucho más grueso ahora, pero al menos el texto era legible y pude terminar el libro sin mayores problemas. Acomodé el texto en el librero y busqué otro que captara mi interés. Sin embargo, no encontré ninguno, todos estaban leídos por lo menos 3 veces.

Ya en mi cuarto, busqué mi sketchbook para dibujar, pero alguien toco la puerta. Probablemente sea mi madre, siempre olvida algo antes de salir. Abrí la puerta con seguridad de recibirla. No me esperaba para nada volver a escuchar esa voz que me traía malas memorias.

-Hola, Antonio, ¿qué tal?

Era el mismo chico del parque. Le cerré la puerta en la cara sin pensar. ¿Cómo se enteró que yo vivía aquí? Para rematar dijo mal mi nombre.

-Antonio, solo quiero que seamos amigos, ¡hasta traje unos chocolates!

Ignoré todo lo que él decía. Apreté mis puños blanqueando mis nudillos y caminé de un lado hacia otro. ¿Qué pretendía? ¿Acaso iba yo a abrirle la puerta? Claro que no. Apenas lo conocí hoy... no, más bien, ni siquiera lo conocí. Para mí, sigue siendo un completo extraño.

-Dios mío, está lloviendo.

No respondí nada. Quizás así se vaya.

-Tengo frío y no traigo paragüas.

Abrí la puerta, le entregué el paragüas que estaba en la entrada y cerré nuevamente la puerta en su cara. Me senté en el piso, apoyando la espalda en la puerta. Problema resuelto, ahora debería irse.

-Se supone que me tienes que dejar pasar.

Es increíble que haga esto, le abrí la puerta finalmente y lo dejé entrar. Estaba completamente empapado por la lluvia. ¿Tanto tiempo pasó?

"No hagas nada malo"
"No hagas nada malo"
"No hagas nada malo"
Las palabras de madre resonaban en mi cabeza. ¿Realmente esto es un acto malo?

-¿Qué haces aquí? -pregunté con los brazos cruzados. Esta vez no lloraré, no seré débil. No frente a él.

-Quería disculparme por lo de antes. Lo siento si te hice llorar, no era mi intención. Traje chocolates para compensarlo. Aunque me comí uno, es que tenía hambre. -rió nervioso rascándose la nuca.

-No... No es tu culpa... -Quería decirle la verdad, pero no sabía cómo.

-Claro que sí, los chocolates eran para ti y comí uno yo.

-N-no me refiero a eso. -No podía decirle que lloré de la nada, nadie se creería eso, ni siquiera yo me lo creería. Terminaría burlándose de mí y cada día que vaya al parque me molestará y me hará la vida imposible. Terminaré golpeado, de seguro.

-Eem...bueno, ya puedes irte. El paraguas es tuyo. -Le dije dándole la espalda.

-Ese es el problema, mi casa queda al otro lado de la ciudad y... Ya sabes está lloviendo, es de noche, yo no tengo dinero y casi no hay transporte afuera. Es peligroso salir en la noche.

-¿Tus padres?

-No tienen auto, sería inútil avisarles.

-Ellos se preocuparán... Llámalos.

-No tengo móvil y no me sé su número de teléfono.

No, no, no. Esto es malo. Él deberá quedarse en mi casa, estaré en mi casa con un extraño. Esto terminará mal. Si sus padres se enteran me van a matar, luego, se enterará mi madre, me castigará y no podré dibujar. Esto es algo grave. ¿Cómo terminé en esta situación? Necesito estar a solas, no quiero colapsar.

INSEGURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora