Capítulo 13 "Adicto a ti"

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Mi mano derecha sostiene el tubo plateado de la farola, dejando mi cuerpo caer sobre el otro lado y meciéndome de atrás hacia adelante. Mi mano izquierda sostiene el frío cristal de la botella de vodka barato del 7 Eleven, la cual es frecuentemente alzada para tomar un pequeño —gran— sorbo del líquido que contiene. Mi rostro sostiene una sonrisa de lado a lado, dientes blancos —a pesar del mucho humo de cigarro que reciben— y bien afilados reluciendo en la fría y oscura noche.

Lo que siento dentro de mí es un remolino de emociones burbujeantes como si de beber un aristocrat sparkling punch se tratase. Risitas emanan de mis labios, las cosquillas se hacen presentes en mi estómago y mis mejillas, luego está mi cabeza la cual se sumerge en un interminable remolino.

--Mañana, ¿te parece? —me da una mirada traviesa, mientras se recuesta en el pasto húmedo.

Asiento con gran felicidad, decidiendo juntármele y balanceando todo mi cuerpo sobre el suyo. Mis pechos presionan su abdomen y mi cara cae entre su cabeza y el hombro. Pongo mi mano sobre la mejilla de Robert, acariciando con las yemas de mis dedos cada uno de los pelitos de la barba que se había dejado crecer desde hacía una semana. Acto seguido, junto mis labios con los suyos. Lenta pero fuertemente se presionan y bailan al ritmo de una canción de los 60s.

Escucho desde lo lejos una bocina de auto, rayándonosla, "Pendejos de mierda, consíganse un cuarto". Suelto una carcajada; estos viejos ya no saben cómo divertirse.

Me pongo de pie con mucha dificultad. Todavía riéndome, tomo la ligera mochila del tipo idiota al que llamo amigo, me dirijo hacia el auto plateado de él, un Ford Mustang 2017, y cerrando la puerta, una vez sentada en el asiento del copiloto, arranco de reversa. Robert grita mi nombre al hacer las maniobras para ponerme sobre la carretera, hago caso omiso a sus súplicas y piso el acelerador hasta el fondo.

Los altavoces gritan la música de una estación de radio random, pues no encontré ningún disco bueno entre las cosas de Robert, todo era demasiado pop para mi gusto y prefería escuchar lo que sea antes de eso. ¿Y si Robert es marica?

Es demasiado —muy— apuesto, tiene una sonrisa hermosísima, a veces me responde medio raro, es demasiado sassy..., que, ahora que lo recuerdo, ¡SASS son las siglas para Syndrome of Atraction of the Same Sex! Y no olvidemos su gran trasero de bisexual. Oh por dios, Robert es marica. Estoy saliendo con un marica.

--Lalala —canté—, salgo con un wey que le gusta que le den por detrás —solté una carcajada.

Me pregunto cómo sería si los maricas dominaran el mundo. Una drag queen de presidente, diputadas lesbianas, sacerdotes transgéneros. Já. Sería geniaaaal. Sería ultra gracioso porque llegaría un momento en donde la reproducción se detendría. Qué apocalipsis zombie ni que nada, el fin de la humanidad gracias a los homosexuales. Tendríamos que dar gracias a Dios. Oh, espera, no existe.

Me solté a carcajadas. Los maricas son lo mejor de este mundo.

--¡Amo a los maricas! —saqué mi cabeza por la ventana, el aire golpeando bruscamente mis facciones y haciendo de mi cabello un mejor nido que el de cualquier ave en existencia. Después de eso, grité con todas mis fuerzas, un grito que salió semejante al de una chica en una película de terror.

Y, claro, con lo idiota que estoy, cerré los ojos. Sólo sentí cómo el carro se descarrilaba y salía de la calle, subiéndose a una banqueta. Con el espejo retrovisor golpeo la esquina de un buzón y lo derribo tan fácil como un dominó. Trago saliva fuertemente, mis ojos tan grandes como la luna llena que cubre más de la mitad del cielo en estos momentos. Con el corazón en la garganta, pero con risas escapando de mi boca, doy una vuelta ruda hacia la izquierda, estabilizando el auto y manteniéndolo sobre el pavimento.

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⏰ Última actualización: Oct 10, 2017 ⏰

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Addicted to your poison | R.L.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora