♦ LA NOCHE había caído ya cuando decidí regresar al departamento de David. No me atreví a entrar. Toqué a la puerta. Vino a abrirme.
–Buenas noches, hermanita... pensé que te habías ido a casa.
Parecía no recordar nada de lo que había pasado esta mañana.
Parecía feliz de creeme. Había recuperado la calma. Nunca lo ví tan sereno como esa noche.
–¿No me habías prometido una carlota de chocolate? –me preguntó, haciéndome un guiño–. ¡Anda, a trabajar!
Había puesto sobre la mesa todos los ingredientes necesarios: no faltaba ni uno. No sé cómo lo había hecho, pues no tenía un solo libro de cocina en su casa. Tal vez conocía la receta de memoria, aunque pareciera extraño.
Estaba tan contenta de verlo que inmediatamente puse manos a la obra. Mientras colocaba las lenguas de gato en el molde (las mejores carlotas se hace con lenguas de gasto), dije:
–¡Qué mal me cayó el tipo de esta mañana!
Él estaba frente a la tele.
–¿Qué?
–Que me cayó muy mal el tipo de esta mañana –repetí.
Se alzó ligeramente de hombros:
–Ah... Jean-Paul.
No había olvidado nada.
–¿Sabes? Era un artista, Jean-Paul... Llegó a pintar unos cuadros maravillosos.
–¿Y lo dejó? –pregunté mientras vertíaa crema.
–Sí... ya no logra pintar.
Hice una pausa y agregué:
–¿Por culpa de la droga?
–Ajá –masculló–. Le robó las ganas de pintar. Es tan celosa...
–Ya lo sé –dije, colocando el molde en el refrigerador–. Nos dieron un curso sobre eso en la escuela. Parece ser que cuando uno se droga ya no puede hacer nada.
–Bueno, eso no es totalmente cierto. Cuando Jean-Paul empezó a drogarse con heroína, pintó unos cuadros extraordinarios. Tal vez los más hermosos... –Reflexionó un instante–. ¿Cómo podría explicarte?
Me había sentado junto a él en el sofá. Y el muchacho que nunca decía una palabra, se puso a hablar y hablar. A hablarme a mí.
–¿Sabes lo que es un pacto con el diablo?
Negué con la cabeza.
–Es algo que cuentan con frecuencia las historias de la Edad Media.
En ese entonces creían mucho en el Infierno y en el Paraíso...
–Ésas son tonterías –dije.
Sonrió
–No estoy tan seguro... En esa época se decía que si deseabas una riqueza o un amor inalcanzable, podías hacer un pacto con el diablo. Él te concedía lo que querías. Pero, a cambio, el trato era que vendría algún tiempo después a tomar posesión de tu alma, y que te convertirías en servidor suyo para toda la eternidad. Claro que todo eso acababa siempre muy mal, porque cuando ya la persona gozaba de riquezas, de dinero o de amor, no quería cumplir con su deuda y morir. Pero era imposible volverle q comprar su alma al diablo. Sólo unos cuantos lo lograban con ayuda de un hechicero.
Los demás se debatían como locos, pero en vano.
Y agregó:
–¿Sabes?, la riqueza de Jean-Paul era su pintura. Por ella vendió su alma.
–Pero entonces –pregunté–, ¿tu también hiciste un pacto con el diablo?
No contestó inmediatamente. Tenía los ojos húmedos.
–¿Con el diablo?... Creo... que sí...
–¿Pero a cambio de qué?
–No lo sé... ya no lo sé...
–¡No es demasiado tarde! –dije con fuerza–. Te ayudaré a deshacerlo, y ya verás qué cara va a poner tu diablo!
Me apretó contra sí y murmuró:
–¡Como quisiera, hermanita... como quisiera!
Así nos quedamos dormidos. ♦
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Un pacto con el diablo
De TodoRoxana ha vuelto a pelear con el esposo de su madre así que decide irse a vivir con su padre. Cuando todos duermen huye de su casa y desde un café le llama, pero sólo contesta la fría voz de la grabadora: "...estaré fuera de la ciudad, deje su mensa...