Isabella Phantomhive. •

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Ya he perdido la cuenta de las veces que papá me ha dejado en este tipo de lugar, las sicatrices son tantas que inundan casi por completo mi cuerpo, no hay parte de mi piel sin rasguños o heridas, que distintos tipos han hecho en mí.

Por lo regular mi padre me deja en sectas a mi suerte por días, pero ahora ya va un mes y no viene por mí, ¿qué he hecho mal? ¿hay algo en mí que lo obliga a avandonarme en estos lugares? ¿no me quiere? ¿soy adoptada? Ok, lo último sí es estúpido como si el cabello azul se consiguiera con cualquiera.

- ¿la peli azul? - las voces provenían desde el otro lado de la gran puerta de metal, los pesados pasos de dos tipos se acercaban a la cuenta que mi cuerpo comenzaba a temblar, mis latidos a desenfrenarse y el miedo a recorrer cada parte de mi ser.

- sí, será la ofrenda - como pude me arriconé a una esquina de la fría celda de concreto sucio, mugre manchaba mi camisón marrón, que cuando recién llegué era blanco. Me faltaban unos centímetros para sujetar con mi mano la columna de concreto cuando la cadena de mi tobillo fue jalada, obligándome a salir de la asquerosa jaula.

- está demasiado delgada - frunce el ceño.

Entre ambos me cargaron para internarnos por ese oscuro pasillo del cual ningún preso, como yo, volvía. Este mes he visto a cientos de niños desaparecer por esta oscuridad comprimida en dos paredes largas. Y yo miraba, sin poder hacer algo para ayudarlos, era igual de inservible que una roca, sólo me quedaba quieta, paralizada del miedo, viendo cómo guiaban a esos pequeños a la muerte.

- colóquenla en la cama - se escuchó otra voz, esta era más profunda, amenazante, escalofriantemente malvada. En parte me hizo reaccionar, no me había dado cuenta de que entrábamos a una habitación inmensa con.... Una cama de piedra en el centro con belas alumbrando.

Poco a poco esos tipos me acercaban a esa cosa, y yo, muerta de miedo sin poder hacer nada como tonta.

- esperen - otra vez esa voz. Sus pasos resumbaron en todo el lugar, hasta que por fin se dignó a aparecer, enfrente de mí, algo sabía, estoy segura - ¿dónde la hayaron? - preguntó al cabo de unos segundos viéndome.

- estaba inconciente en nuestro callejón -

El tipo pareció quedar satisfecho, hizo ademán con la mano y siguió mi camino a ese altar.

Les contaré, lo último que recuerdo antes de despertar en la celda de este lugar era a mí comiendo en la mesa de la mansión, papá enfrente bebiendo de su copa de vino, no sé en qué momento mi padre se movió de su lugar desapareciendo de mi campo de visión, después, todo se volvió oscuro.
Sé perfectamente que él lo hizo, pero no sé sus motivos.

- comencemos -

Creo que ahora no puedo salir librada, él no planea salvarme, es más que claro que soy un estorbo para él, una humana mitad demonio, más humana que lo segundo. Si tengo descendencia de papá aparte de su cabello ¡que me aparezca ya!. Con los ojos vidriosos seguí la trayectoria de esa daga hasta encima de la cabeza del hombre, dispuesto a matarme.

Milésimas de segundos tarde y su comida me mataba.

•••

Una endemoniada chica vive en Londres.

Ahora a mis 19 años, no saben cuánto me alegra no despertar en ese infierno de mansión. Que me pregunto ¿cómo rayos no la han vendido o desaparecido? Ha, ya recuerdo él lo resolvió con un papel legal, conservando sus bienes aún ya pasados varios años, un siglo para ser exactos. Ya no hablaré de él, me importa un comino lo que le suceda a sus propiedades.

En la vida de la ciudad moderna ya no se aprecia la tranquilidad, es más como un zoológico, esas cosas mecánicas llamados autos que sustituyeron los carruajes, los vestidos de las mujeres cambiaron por jeans, y playeras cortas. Me ha costado adaptarme, bastante, pero era esto o quedarme con él.

Sé que dije, no hablaré de él, pero me resulta necesario explicarles siertas cosas. Ya hace un siglo de la muerte de mi madre, quedé a cargo de Ciel Phantomhive, viví un infierno por años, no fue hasta mis 11 años que comencé a utilizar mis poderes de demonio, en parte esta parte endemoniada, cortesía del hombre que me dió la "vida" si así puedo llamarle, me ha permitido vivir tanto tiempo, soy algo así como la chica que no envejece jamás, pero si me llegaran a herir gravemente muero, no saqué ese don de los demonios de curarme rápido, esa es una de mis debilidades humanas, y sí, por si lo han estado pensando, mi madre era humana, ella me heredó mis lindos ojos verdes, que por culpa de mi temperamento, algunas veces se tornan rojos.

Yo, Isabella Phantomhive, lucho a diario por sobrevivir, de los enemigos de Ciel, de los míos y de él mismo, mi padre.

Mejor comienzo por mi recuerdo más lejano, el día de mi cumpleaños número seis. Uno de mis maravillosos recuerdos, muy pocos a decir verdad, pero sin duda irremplazables. Apenas levantada y con un pie en las escaleras mamá aparecía al pie de las mismas cantando una canción de feliz cumpleaños con su tan característica sonrisa, aún a mis ya 19 años recuerdo perfectamente su rostro, esa ocasión llevaba su cabello sujeto en una trenza, con un fino vestido rojo, digna de una dama, esposa de un conde. Me recuerdo a mí misma bajar las escaleras corriendo para poder llegar a los brazos de mi madre.

- feliz cumpleaños querida - acarició mi cabello despeinado con suabidad.

A pesar de todo lo malo que papá la hizo pasar, ella siempre estubo fuerte para mí, dispuesta a lanzarse al vacío por mí. A dar el máximo para que su hija no resintiera la ausencia de su padre.

Comimos tarta preparada por Sebastián, no sé cómo lo lograba pero el mayordomo alto, delgado y pelinegro terminaba comiendo pastel con nosotras, creo que era por mi desesperada ilusión de tener a una figura paterna ahí, un hombre sentado a la mesa con nosotras, y lo encontré en Sebastian Michaellis, a costa de mi madre pero lo era, ella vivía con la esperanza de que algún día papá se diera cuenta de su error, esperanza que murió con ella.

- feliz cumpleaños señorita Isabella - sonreía por escuchar sus palabras, lo hacía aún sabiendo que no recibiría el mismo gesto de él.

Después de la tarta mamá me llevaba al jardín de la mansión, jugábamos juntas hasta que caía la tarde, para finalmente volver a la mansión y cenar lo que sea que haya preparado Sebastian.

Mi madre me obsequió una hermosa tiara brillante, el único regalo que recibiría ese cumpleaños.

•••

En la mañana lluviosa del 22 de enero justo a mitad de mi clase con Sebastian los gritos de mi madre sonaron por toda la mansión, no eran de horror, estaban llenos de rabia.

- ¡también es tu hija Ciel, no puedes irte por meses y volver como si nada, Isabella necesita a su padre! ¡A TÍ CIEL! - papá había vuelto, los gritos provenían del salón principal, muy cerca de mi posición, la biblioteca. Me levanté de mi silla pero la mano de Sebastian me detuvo.

- no señorita, continuaremos la clase afuera - asentí. A mis seis años no pude reprocharle, no entendía nada. A mamá la veía suspirando por papá todos los días, creí que su recibimiento sería más feliz, no lo entendí hasta mis doce años, en el aniversario del descenso de mamá.

- ¡somos sus padres! ¡Los dos! ¿Si sabes qué significa? -

- solo tú la quieres - esas fueron las palabras de papá a mi madre antes de que Sebastian me sacara por la puerta trasera y salir al jardín.

La Hija de Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora