Capítulo 20

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Noa

Mi padre llama a la puerta por décima vez en una hora.

—Estoy bien—respondo secamente

—Noa...

—¡Qué estoy bien! ¡Déjame en paz!

Oigo cómo se aleja por el pasillo y me siento encima de mi cama. Observo la foto que tengo en el marco con la de mi padre y cierro los ojos. No quiero quitarla de ahí. No quiero olvidarme de Anto, no quiero estar sin él.

La puerta se abre y mi padre entra.

—Te dije que estoy bien—susurro mirando hacia fuera para que no me vea llorar

—No lo estás. Ven aquí, princesa.

Me estrecha entre sus brazos y besa mi cabeza. Escondo mi rostro en su pecho y empiezo a llorar.

—Tranquila, mi niña. Shh... Papá está aquí...

Su camiseta queda empapada por mis lágrimas y sigo llorando pese a que ya no me quedan lágrimas que soltar.
Papá sigue abrazándome en todo momento; susurra que lo siente, que lo siente mucho, pero que hay cosas que pasan y...

—Quiero irme de aquí, papá—susurro—. Quiero volver a Galicia.

—¿Quieres que vayamos en...?

—No. Quiero ir sola.

—Cariño...

—Necesito hacerlo, papá. Necesito alejarme de aquí, de Antoine, de todo lo que fue.

Suspira, besa mi cabeza y acaricia mi espalda.

—Mañana te sacaré un billete para ir.

—No saques billete de vuelta—le pido—. Lo haré yo cuando tenga todas mis cuentas saldadas.

                                (...)

La fría brisa del paisaje gallego me recorre, sonrío y le pago al taxista que me ha dejado en la puerta de la casa que mis padres compraron en su día.
Meto la llave en la cerradura y abro la puerta. No entro, el olor es el mismo que recuerdo de aquel entonces. Color a familia.

Recorro las habitaciones y me paro en el pasillo al ver la foto de los tres cuando yo todavía era un bebé. Sonrío y la acaricio nostálgica.

Entro en la que era mi habitación, pintada de rosa y decorada de manera infantil con muñecos por todos lados. Me apoyo en el marco de la puerta y observo la estancia con una sonrisa melancólica. Después voy a la habitación de al lado... Ya pintada de azul. Mis padres querían adoptar otro niño cuando tuvieron el accidente...

Por último voy a la suya. En una de las mesillas había una foto de los tres en las Islas Cíes, y en la otra una mía de bebé. También había una de ellos dos dándose un beso.
Dejo mis cosas en el armario y decido salir a dar un paseo por la zona. Quiero bajar hasta la playa.

Camino lentamente hasta llegar a ella. Recordaba perfectamente el camino. Me siento en una esquina y dejo que el mar toque los dedos de mis pies descalzos. Mi teléfono suena, es Antoine.

Pienso en responder, pero termino colgando. No quiero oír su voz.
Una lágrima recorre mi mejilla y la seco rápidamente. Marco el número de mi padre.

—Pequeña—dice al descolgar

—Hola, papá.

—¿Has llegado bien?

—Sí, he dejado las cosas en la habitación y me he bajado a ver la playa.

—¿Qué tal estás?

Yo No Te Pido La LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora