Capítulo 04: El hambriento señor de los cielos

40 3 2
                                    



Stephen se mantuvo un tiempo con los ojos ausentes bien abiertos mirando sus pies sumergidos en el charco de sangre que le cubría media cintura. Poco a poco la sangre iba deslizándose fuera de la plaza y perdiendo altura, como si una fuerza la hubiera retenido entorno a la fuente. Su mente estaba abstraída del calor, de las risas e incluso de la visión de sus propios pies. No era la primera vez que sufría de aquél estado de shock. Cuando era pequeño sus padres fueron atropellados por un vehículo descuidado. Nunca supo que sucedió con ello posteriormente pero sí lo que perdió. ¿Acaso al destino le divertía arrancarle aquello que amaba? Cuando descubre que disponía de una segunda familia, se presenta a la muerte de aquél que habría sido su segundo padre. Seguramente Mary le odiaba por ser un desconocido que podía robarle aquello que debería ser suyo, los recuerdos de sus padres adoptivos. ¿Por qué ahora debía sufrir de aquellas pesadillas? ¿Por qué en pleno día, sin un aviso previo, debía sumergirse en panoramas como aquél? ¿Estaba loco?

Un pequeño destello brilló en su percepción y regresó al panorama sangriento. Sentado ya solo en un plano poco profundo de sangre, se levantó. El coro de risas se silenció ante la seriedad que presentaba el joven Barker tras alzarse. De algún modo algo extraño estaba sucediendo con aquél sujeto. Los puños de Stephen se cerraron y alzó el rostro gritando con todo lo que disponía.

−¡No estoy lo...! –comenzó a exclamar, queriendo afirmar su cordura, cuando algo en el cielo lo hizo callar en seco.

Una masa negra en movimiento constante levitaba por encima de los techos de las viviendas que rodeaban la plaza, a excepción de la iglesia local, quedando a una altura similar al de sus campanas. Poco a poco la visión de Stephen fue enfocando a lo que fuera que le sobrevolaba para poder observar que no se trataba de un solo ser únicamente. Una gran cantidad de pájaros que no podía reconocer debido al caótico aleteo se movían muy cercanamente entre sí, dibujando una especie de nubarrón de tormenta ajetreada. Una conducta que jamás había leído. Stephen decidió considerarlos cuervos en aquel instante, simplemente por su color.

−¿No estás? –una voz resonó a través de la nube de pájaros, la cual comenzó a descender poco a poco.

La cercanía cada vez más presente entre Stephen y el nubarrón de pájaros permitió al joven analizar mejor los rasgos. Entendió rápidamente que su percepción de cuervos tampoco había sido acertada. Se trataban de esqueletos de alguna clase de ave en el que bastantes plumas negras permanecían clavadas en los propios huesos, ofreciendo la falsa idea de que eran pájaros normales con una actitud extraña. No tenía lógica biológica para Stephen pero tampoco la disponía su capacidad de ver sin ojos. ¿Qué importaba ya a estas alturas la lógica? Por su otro lado, los ojos de aquellas criaturas brillaban con un blanco inusual que, junto a sus ausentes musculaturas, ofrecían una apariencia ciertamente espectral.

−¿Quién eres? –preguntó Stephen dubitativo, sin saber si debía correr, charlar o simplemente llorar por su infortunio.

La sombra emanada por aquél cúmulo cubría con lentitud el cuerpo de Stephen, quien ya se ponía en alerta para aquello que pudiera suceder. De algún modo tuvo una advertencia instintiva. Se sentía como si se tratase de un círculo de buitres rodeando a su presa. Inconscientemente retrocedió un paso.

−¿No eres comestible? –pregunta ahora la voz misteriosa.

−¿Qué? ¿Có-Cómo? ¡Claro que no joder! –contestó Stephen tan sorprendido como irritado ante una pregunta tan absurda como esa.

−¿Podría probar solo un pellizco de tu cuello? –la cantidad de aves ya estaba a muy poca distancia de Stephen y este comenzó a retroceder un poco intimidado por la mente perturbada que hubiera detrás de aquellas preguntas.

Stephen BarkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora