Capítulo 06: Billete de ida a Villa Sollozo

30 5 2
                                    



La mansión de los Barker se alzaba imponente junto a su fondo nocturno. Entre el absoluto silencio que habitaba en su frente, se escuchaba ahora el ajetreado respirar de dos jóvenes que corrían a la velocidad que les permitía sus piernas. Finalmente, las manos de Sigmund aterrizaron sobre el capó de su adorado vehículo mientras jadeaba por la intensa carrera. Stephen, también acelerado, inclinó su cuerpo para aferrarse a sus propias piernas mientras intentaba recuperar su respiración.

Sigmund rodeó el frontal del vehículo para abrir la puerta del piloto. Con una muda respuesta, Stephen se dirigió a su correspondiente para dejarse caer en el asiento agotado. Sigmund se puso en marcha para arrancar al mismo tiempo que su compañero cerraba la puerta y reposaba sus piernas.

−¿Crees que aún estamos a tiempo, Stephen? Es probable que... −comenta a su compañero al mismo tiempo que el motor chirriaba su despertar.

−Si hubieras visto y vivido lo mismo, no preguntarías. Empecé a tener estas alucinaciones desde que llegué aquí. Si logro salir, probablemente vuelva todo a su cauce. –comenzaban a moverse al fin.

−No sé realmente que impresión habrá otorgado lo sucedido al señor Brooks. Parece comprender que realmente existe ese algo que os está deshaciendo la mente. –poco a poco, debido a la falta de luz, recorrían el estrecho camino que enlazaba la mansión con la villa. –Aun así hay que ser crédulo para poder aceptar lo que contaste antes de hacernos correr como desesperados. Incluso a mí me sigue costando aceptarlo del todo.

−Te cambiaría el papel de esta obra, Poe. Bram Barker estuvo a un palmo de arrancarme media garganta de un mordisco. Comprenderás que actúe acelerado. Pesadilla o no tengo la adrenalina desbordando. Sácame de aquí y recemos. –responde Stephen aún afectado por lo sucedido en la pajarería.

−Voy a extrañar ver a Mary. –suspira Sigmund con cierta actuación victimista. –Si le contásemos todo lo que le dijiste al señor Brooks, nos tomaría por locos.

−Parece que a Mary también le persigue alguien que quiere devorarla. –se burla Stephen sin lograr sacar una propia sonrisa, aún preocupado por su situación.

−Por lo menos su perseguidor tiene la nariz recta. –responde con el mismo humor, haciendo referencia a la nariz torcida de Bram Barker que su compañero anteriormente le había descrito.

El vehículo retomaba el camino que aquella misma mañana había recorrido en dirección contraria. Ninguno de ambos al llegar hubiese creído que su estancia habría terminado siendo tan corta. Sigmund se mantenía con su humor usual pero su mirada denotaba que su mente estaba situada en otro panorama de seriedad. Stephen por su parte miraba a través del cristal con cierto nerviosismo. Estaba tan involucrado en sus pensamientos que su mirada no percibía las viviendas de la villa. Solo veía el banquete con Howard, oía los pasos de Bram cuando Stephen yacía oculto en una caja y sentía el tacto de las manos del mismo intentando apartar su brazo para probar su carne.

−¿No te me habrás desmayado de nuevo? –Sigmund sacudió a Stephen con su mano derecha, utilizando la otra en el volante, al no ver el rostro ni movimientos por parte de Stephen.

−Sí, perdona. –Stephen reacciona respondiendo afirmativamente. −¿Cómo crees que sería vivir durante años con varias alucinaciones y desmayos al día?

−Si son como las que explicaste, no sabría responder. No sé si es algo en lo que puedas terminar acostumbrándote o domando. Sin embargo no puedes ir perdiendo la consciencia reiteradamente. Terminaría condicionando tu vida. Pero si intentas encararlo sin éxito, podrías terminar como los rumores de Howard. No puedo ser objetivo sin verlo por mí mismo, Stephen. –responde con sinceridad.

Stephen BarkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora