Un día, después del trabajo, unos meses después de mi primera visita al Bar de las Hadas, decidí volver allí. Debido al trabajo y a compromisos familiares, ya hacia algún tiempo que no tenía la oportunidad de investigar una de las entradas del diario, pero mi curiosidad comenzaba a ser insoportable. El Bar de las Hadas estaba cerca de la oficina donde trabajaba, por lo que era el lugar ideal para una visita rápida. Quién sabe, tal vez encontrase allí a alguien que pudiera responder a algunas de mis preguntas, o hasta tuviera la oportunidad de visitar los túneles ocultos debajo de Braga.
Como antes, entré en el bar a través de las escaleras situadas detrás de una puerta en el fondo de una pastelería junto al Arco de la Puerta Nueva. Cuando llegué allí, me encontré con una escena similar a la de mi primera visita. Sólo había una diferencia significativa. Sentado al balcón, se encontraba un hombre. Alice había dicho que era raro que alguien de mi raza apareciese por allí, por lo que me acerqué despacio, observando atentamente para asegurarme de que no era sólo una criatura similar a un humano. Cuando tuve la certeza de que no estaba equivocado, me senté a su lado.
Él parecía tan sorprendido como yo al ver allí otro ser humano. Se llamaba Henrique Cerqueira y, aunque tenía conocimiento de ese otro mundo hacía más tiempo que yo, no parecía saber mucho más sobre él. Aun así, intercambiamos conocimientos mientras bebíamos un vaso de esa agua que era la única bebida que existía en aquel bar. Él no solía salir de Braga, por lo que desconocía todo lo que yo había encontrado fuera de la ciudad, pero me habló de otro sitio parecido al Bar de las Hadas en el otro lado de la ciudad, aunque me advirtió de que no era tan bien frecuentado. No había mención de ese lugar en el cuaderno que yo había encontrado, por lo que tomé una nota mental para visitarlo después.
Nuestra conversación se vio interrumpida al cabo de poco más de una hora por una llamada telefónica de mi mujer. Tuve, entonces, que irme a casa, pero no antes que Henrique me diese su número de teléfono móvil y me invitara a ir un día a almorzar a su casa. Tal vez por haber finalmente encontrado a alguien con quien podía hablar de aquel mundo que la mayoría de la gente desconoce y en el que probablemente se negaría a creer, me quedé expectante en cuanto a esta visita.
Por desgracia, sólo pude aceptar la invitación casi tres semanas después, cuando mi mujer tuvo que salir del país por trabajo y mi hija fue a pasar unos días a casa de una amiga.
Me dirigí hasta la antigua parroquia de Dadim, donde se encontraba la casa de Henrique. Esta no fue difícil de encontrar. Siguiendo por el camino que él me había indicado, encontré inmediatamente una casa aislada, un poco por encima de la base de una colina cubierta por un bosque. Al frente de ella, se extendía un valle que nunca hubiera imaginado que existía, pues se encontraba en una depresión que no era visible desde la carretera. Una pared de granito lo delimitaba, junto con la casa, lo que indicaba que todo aquello pertenecía a los Cerqueira.
Me dirigí hasta la entrada y toqué el timbre. Una voz preguntó a través del intercomunicador quién era y, cuando respondí, la puerta se abrió.
Incluso en coche, aún me llevó unos cinco minutos recorrer el camino de tierra que serpenteaba entre bancales cubiertos de viñedos.
Después de una última curva, llegué a la casa. De cerca, era verdaderamente impresionante. Sólo tenía un piso, a excepción de la torre en el lado derecho, que se alzaba un piso más, aunque el ático también aparentaba ser amplio. Toda la parte delantera de la casa estaba ocupada por un enorme porche, cuyo techo se apoyaba en varias columnas de hierro fundido. Detrás de él, ventanas, también de hierro fundido y decoradas con diversas formas, ocupaban casi toda la pared.
Detuve el coche frente a la escalera que subía hasta la puerta principal, donde me esperaba Henrique y el resto de la familia Cerqueira.
– Bienvenido a la Vila Marta - dijo Henrique con una sonrisa, cuando subí las escaleras.
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Brujas de la Noche
FantasyPocos lo saben, pero, debajo de nuestras ciudades, en medio de los bosques y montañas y hasta bajo el océano, hay otro mundo, un mundo lleno de magia, lugares fantásticos y criaturas mitológicas e imaginarias. Por casualidad, me enteré de él, y mi c...