Como era de esperarse, una de las primeras referencias sobre brujas en el diario que había encontrado estaba asociada a la localidad portuguesa más conocida por éstas: Montalegre. De hecho, todos los viernes trece, el pueblo organiza un evento llamado "Noche de las Brujas" para celebrar esa misma tradición.
En una tarde lluviosa de sábado, en que ni mi mujer ni mi hija quisieron salir de casa, fui hasta allá. No había autopistas que llevasen hasta Montalegre, por lo que tuve que usar estradas locales. Durante gran parte del camino, la estrada era amplia y bien cuidada, pero algunas decenas de kilómetros antes de llegar a la villa, se tornó estrecha y llena de curvas. La recorrí despacio y con mucha atención, subiendo y bajando colinas cubiertas de pinos y eucaliptos.
Finalmente, después de una última subida, me encontré con Montalegre. Construida sobre una colina que se erguía sobre una extensa meseta vacía y débilmente arbolada, era una visión impresionante, especialmente en un día gris como aquel. En su punto más alto, entre una mezcla de edificios antiguos y nuevos, se erguía el castillo medieval, su masiva torre de homenaje pareciendo capaz de resistir al propio Apocalipsis.
Según el diario, las brujas de la región sólo se encontraban después de anochecer. Estábamos casi en invierno, por lo que no tenía que esperar mucho, y decidí hacerlo en un café local.
Aproveché la oportunidad para buscar más información sobre el lugar donde el diario decía que las brujas se reunían y direcciones más precisas. El empleado me explicó cómo llegar allí y cómo sería el camino sin hacer preguntas o plantear cualquier dificultad. Sin embargo, un cliente sentado en una mesa cercana, un hombre ya de cierta edad con un sombrero y un bastón colocados en la silla a su lado oyó la conversación y dijo:
- ¡No vaya allí! Es el lugar donde las brujas se reúnen de noche. Si saben que alguien estuvo en su lugar de encuentro, le lanzan un hechizo. Si están de buen humor, sólo le dan una cagalera, si no, le dan una enfermedad que lo debilita y lo mata. Así fue como murió un vecino mío. Le dio curiosidad y...
La advertencia de aquel señor no me disuadió de ir en busca de las brujas. Por el contrario, sólo me confirmó que estaba en el camino cierto.
Pagué y volví a mi coche. Me dirigí, entonces, hacia el este de la villa, entrando en la carretera que atravesaba aquel lado de la meseta. Allí, en aquel día gris, no era difícil ver por qué la región había ganado su reputación de sobrenatural. Una ciénaga flanqueaba la carretera. Aquí y allá, crecía un árbol y, de vez en cuando se veía una laguna, pero contenía sobre todo piedras y maleza, entre las cuales se erguían pequeñas elevaciones. Según el diario, el punto de encuentro de las brujas se escondía detrás de una de éstas.
Aparqué junto al inicio de un sendero que, según el empleado de la cafetería, me llevaría hasta allí, y empecé a seguirlo. Casi de inmediato, estuve feliz de haber llevado mis mejores botas de montaña. El camino era irregular, lleno de piedras y barro. Con cualquier otro calzado habría quedado con los pies empapados y doloridos.
Me tomó poco más de una hora llegar a la pequeña elevación que buscaba. Detrás de ella, encontré un pequeño arbolado, con media docena de árboles y algunos matorrales. En el espacio vagamente circular entre ellas, encontré las cenizas de una reciente hoguera. No había duda de que estaba en el sitio correcto.
El sol ya se encontraba detrás del horizonte, por lo que no debía faltar mucho para que las brujas llegasen para el encuentro de esa noche. Me escondí detrás de un matorral espeso, situado en el lado del claro opuesto al del sendero, y esperé.
Pasó otra hora hasta que empecé a oír alguien llegando. La noche ya había caído en pleno, y el cielo estaba nublado, por lo que allí, lejos de cualquier iluminación pública, poco más lograba ver que negro. Oí la persona entrar en el claro venida del sendero, y, poco después, el sonido de troncos de madera a ser arrojados al suelo. De repente, una pequeña llama se encendió y, instantes después, una hoguera ardía vivamente. Junto a ésta, ahora podía ver a una mujer ya de cierta edad. Estaba toda vestida de negro, incluyendo un pañuelo que le cubría la cabeza.
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Brujas de la Noche
FantasíaPocos lo saben, pero, debajo de nuestras ciudades, en medio de los bosques y montañas y hasta bajo el océano, hay otro mundo, un mundo lleno de magia, lugares fantásticos y criaturas mitológicas e imaginarias. Por casualidad, me enteré de él, y mi c...