Hasta la muerte

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Por fin había terminado la clase de Transformaciones, y por primera vez desde hace 6 meses había deseado que la clase terminase por fin. ¿Estaba volviendo a empeorar? Sentía que volvía a ser imperfecta, sus ojos siempre estaban radiantes y perfectos, pero ahora los tenía llorosos y con ojeras. Su cabello era liso y perfectamente rubio sin un pelo fuera de sitio, sin embargo ahora por mucho que se peinaba algunos se escapaban de sus lugares. Su sonrisa perfecta había empeorado mucho, ya que cuando sonreía frente al espejo veía a una chica horrible sonriendo lo más falsamente posible. Era demasiado, no dormía por las noches, casi no comía para tener la figura perfecta según ella... Era demasiado estrés diario. Y lo peor es que nadie se daba cuenta de su esfuerzo constante.

Estaba tumbada en la cama, de lado y de cara a la pared. Pensaba en todo y en nada a la vez, sus ojos derramaban algunas lágrimas y caían en la almohada, humedeciéndola cada vez más. Desde esa posición podía ver el sol y el cielo, ya que había una ventana. La luz se reflejaba en sus ojos y en su pelo, haciéndolos más claros de los que ya eran. No tenía ganas de ir a la siguiente clase, y eso es lo que pensaba hacer. Un día de descanso para la Perfección Rubia no era malo, ¿verdad? Estaba tan cansada de intentar ser perfecta... Pero no podía dejar de intentarlo, su mente la obligaba a ser así, porque si no, no se quería. Y lo más importante, no la querrían a ella, tal y como dijo su hermano.

—¿Qué haces aquí tirada?—preguntó una voz a su espalda. Ella se sobresaltó y se dio la vuelta al oír esa voz tan familiar. Y en efecto, era Ted.

—¿Cómo has conseguido entrar a la torre de Ravenclaw?—preguntó con la voz ronca, de no haber hablado en horas.

—Piensa un poco. Ya que no lo haces mucho.—le dijo fríamente.—Pues por los multipases de Willy.

Al oír eso ella se calló, asintió y se volvió a dar la vuelta, No soportaba que su hermano la infravalorase, pero si discutía con él sólo conseguiría que la odiase más de lo que ya la odiaba.

—Repito mi pregunta: ¿Qué haces ahí tirada?—preguntó apoyándose en la puerta de brazos cruzados.

—Estoy cansada.—le respondió casi susurrando. No lo había hecho aposta, se le estaba nublando la vista a causa de las lágrimas, y se le cortaba la voz.

—¿Cansada de hacer el estúpido?—se burló Ted.—Vamos, levántate por las buenas o lo harás por las malas.

—Lo único que quiero es que me dejes en paz, por favor.—le pidió amable y pacíficamente.

—Lo has conseguido, ¡levanta el culo de ahí!—gritó Ted.—Voy a contar hasta tres. 1, 2...

—¡No pienso hacerte caso, Ted!—le interrumpió Vicky.

—¡Tres!—sacó la varita y apuntó con ella a Vicky.— ¡Cruccius!

Mientras Vicky se retorcía de dolor y gritaba "para, por favor", él se reía contemplándola. Le encantaba ver a su hermana suplicarle algo. La amaba tanto que quería torturarla todo el día simplemente para que ella le rogase que parara. Era tan guapa cuando ponía cara de dolor...

—Si paro... ¿Qué me das a cambio?—le preguntó Ted y subió la potencia del cruccius.

—Lo que quieras!—gritó llorando, no soportaba ese dolor por más tiempo. Y mientras Vicky gritaba de dolor, él pensaba tranquilamente y sin remordimiento alguno que podía hacer ella a cambio.

—Bien, escucha con atención—anunció Ted, supuestamente manteniendo la calma.— Dejaré la maldición si tú haces lo que yo quiera en una semana. ¿Trato?

—Sí...—trató de decir ella, pero el dolor le estaba jugando tal mala pasada, que cuando quiso pronunciar aquella afirmación, se quedó completamente inconsciente.

Cuando despertó se hallaba en la enfermería. La señora Pomfrey estaba tomándole el pulso y rellenando un vaso de agua.

—¡Querida!—se acercó todo lo que pudo a Vicky.— ¡Gracias a Merlín que estás bien!

Ella no habló, solo contempló como la señora Pomfrey hablaba y hablaba sin parar. No sabía cuando había dejado de escuchar, pero tampoco le interesaba mucho. Lo veía todo borroso y solo escuchaba pitidos en sus oídos, ¿qué le sucedía?

Llevaba 6 meses aguantando las continuas torturas de su hermano para que a cambio ella hiciese algo por él. Como si Ted fuese el típico bueno y generoso hermano que te hace favores o te salva la vida. Más bien se la quitaba poco a poco. Pero esta vez, ¿la había llevado a la enfermería? ¿Había sido él?

—¡Querida!—gritó la señora Pomfrey para que la escuchase. Al segundo se disculpó por su comportamiento, pero continuó su interrogatorio.—Dime, ¿qué te ha pasado para que acabases inconsciente?

—No lo sé...—susurró ella. Ya había cumplido su primera orden. Recordaba una voz en medio de la oscuridad, era la voz de Ted, que le decía que si le preguntaban qué había pasado que les dijese que no lo recordaba o que se inventase cualquier accidente convincente.—¿Cómo he llegado aquí?

—Tu hermano te ha traído en brazos corriendo. La verdad es que parecía bastante alarmado. Como si no se esperase que te quedaras inconsciente por algo, pero supongo que es normal que te quedes así de asustado si ves a tu hermana inconsciente, ¿verdad?—rio la señora Pomfrey.

—Sí...—titubeó Vicky.

—Menos mal que tienes un hermano así.—continuó la señora Pomfrey.— Hace años tuve un hermano, éramos mellizos y no nos llevábamos muy bien. A él le gustaba la caza de las criaturas fantásticas, y sin embargo a mí me gustaba ayudar a las personas o animales. Discutíamos por todo y a todas horas. Un día él iba tras un Colagancho  (son demonios que se encuentran en zonas rurales a lo largo de Rusia, el resto de Europa y América. Parecen lechones mal desarrollados con colas gruesas y cortas, patas largas y ojos negros y entrecerrados. El colagancho se cuela furtivamente en una pocilga y mama de una cerda común junto con las verdaderas crías. Cuanto más tiempo permanezca sin ser detectado y más de le deje crecer, mayor será la ruina de la granja en la que ha entrado. Algunas personas también cazan colaganchos por diversión.) y yo fui con él simplemente porque quería recoger una hierbas para un remedio. Él lo encontró, pero al abalanzarse sobre el animal resbaló. Por mucho que intentaba cogerlo, el Colagancho era tan rápido que casi no podía ni verlo. Yo le gritaba que dejase en paz a esa criatura, pero no me hizo caso y, de un movimiento, cayó por un precipicio... Yo no pude salvarlo porque estaba demasiado lejos, pero lo peor de todo es que en ese momento pensaba que se lo merecía por haber fastidiado a ese animal...

—Vaya...—Vicky no sabía lo que decir después de que la señora Pomfrey le abriera su corazón.

—Espero que tu hermano se siga comportando así hasta la muerte.—y sonrió.—Se nota que te aprecia mucho al haberte cargado hasta aquí.

Harry Potter (Generación Inventada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora