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Casa

Al llegar no nos enfrentamos al regaño de mamá, pero si al de Ether.

Cuando despertó y no nos encontró, llamó a Jaco, que hizo a mamá dormir más de lo necesario y ahora los cuatro estábamos alrededor del sofá, mirando a la chica inconciente que Keim había traído para torturar... Quiero decir, interrogar.

—¿Y? —Ether nos miró a todos con confusión, casi como si esperara que nos salieran garras y colmillos—. ¿Van a matarla? ¿Comerla? ¿Qué le harán?

Jaco, que miraba fijamente a la chica, dejó escapar un suspiro.

—Hay que atarla y encerrarla. Elleonnor, ¿tienes cuerda?

Se agachó hacia ella y enredó la cuerda en sus tobillos, luego subió, haciendo lo mismo con las muñecas. Al separarse, la rodeó bajo las rodillas y por la espalda y la levantó. Entonces nos miró y levantó una ceja.

—¿Qué esperan? Preparen el garaje, hay que meterla en algún sitio.

Le obedecimos. Busqué la llave del garaje detrás de la casa que pocas veces usábamos y fuimos hasta allí.

Encontramos una colcha sin usar en el garaje y la tendimos en una esquina, oculta entre un montón de cajas que olían a humedad, potes de pintura y un enorme muñeco de boxeo inflable. Jaco le dijo a Ether y a Keim que buscaran sábanas y almohadas.

En menos de veinte minutos teníamos una comoda cama para ella solita, en un espantoso rincón. Jaco la recostó allí -quizás demasiado suavemente.

—La vigilaremos hasta que despierte —dijo—. Y después hablamos con ella —y miró a Keim, que sonreía como psicopata—, sin torturas. Llama a Grace para que nos ayude a vigilarla, haremos guardia, empezaré yo. No hay que dejar que Eileen venga aquí y la descubra, no podemos seguir poniendo recuerdos falsos en su cabeza, podríamos quemarle el cerebro.

Y nuestra mañana consistió en mantener a mamá entretenida para que no notara que a) su hija estaba llena de golpes, b) no había pasado la noche en casa, c) teníamos a una chica oculta en el garaje y d) íbamos a ser posibles víctimas de asesinato de un caído y un demonio desquiciado que para esas horas debían estar buscando a su compañera.

Le hice una pequeña plática sobre si había hablado con el doctor Marsh y me aseguró que no había oído de él en un tiempo, pero luego me advirtió sobre esas citas que tendría con la nueva psiquiatra que me había abordado en el hospital en cuanto mi semana de recuperación terminara. Últimas noticias; estábamos a sábado, la pesadilla se acercaba.

Cuando mamá se fue a trabajar y terminamos dé desayunar, nos ocupamos de la chica.

Tal como prevení, tuve fiebre esa mañana, así que intenté no esforzarme demasiado por los dolores de cabeza que me provocaba el ruido, por eso decidí quedarme fuera del garaje, donde esperaba oír los gritos de la tortura.

Para el infortunio de Keim; no hubo torturas.

Grace, Keim y Ether estaban fuera del garaje, pateando piedras, aburridos, como niños regañados.

Levanté una ceja.

—¿Qué pasa?

Grace, que estaba más cerca, levantó la cabeza y me miró con una sonrisa siniestra.

—Ellie, que hermosa te ves hoy. ¿Nuevo maquillaje? Debe ser el cabello.

Rodé los ojos.

𝐴́𝑛𝑔𝑒𝑙𝑒𝑠 𝐺𝑢𝑎𝑟𝑑𝑖𝑎𝑛𝑒𝑠 [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora