Especial 1 (¡Feliz navidad!)

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KEIM

Elly tenía una voz muy bonita. Con su enorme y rizada melena roja y sus pecas rodeando su cara, sus ojos verdes y expresivos. Todo me excitaba; incluido su aroma, como a chocolate.

Ella parecía tenerme miedo, aunque no encontraba el porque tampoco iba a pararme a pensarlo.

No habíamos quedado en nada concreto, pero deseaba mas que nada llevarla lejos y hacerla mía una y otra vez. En ocasiones me quedaba pensando si seria igual que con las otras mujeres. En la noche casi me asfixiaba por no poder tocarla cuando quería, y es que siempre quería tocarla. Pero ella era como un ángel manchado, tenía momentos de inocencia que me prohibían incluso besarla.

Para cuando estábamos en navidad era todo un problema, su mamá y ella iban a casa de Ether para celebrar allí, y este año no iba a ser la excepción.

Así que, cuando llegué a su casa, fingiendo ante su madre con mi mirada más inocente que no sabia nada del inoportuno viaje de mi querida novia, ella me invitó a acompañarlas, lo cual fue un golpe de suerte. Elleonnor me miró con furia desde la puerta y yo le sonreí con malicia, en un claro mensaje de «Siempre gano».

Subimos a la parte trasera del coche. Estaba nevando, y Elleonnor llevaba un abrigo blanco que la cubría del cuello a las botas de cuero negras. Parecía un ángel entre la nieve; un ángel violable.

En todo el silencioso camino su madre no se volvió ni una vez, lo que me dió en secreto la libertad de rodear a Elleonnor y presionar su muslo. Bajo la melena roja sus mejillas ardían de furia y vergüenza por no poder hacerme un escandalo, era encantadora. Claro que después tocó su turno de hacerme mala la noche.

—Recuerda que debemos comprar las galletas y el ponche para la mamá de Ether —dijo con inocencia, mirándome con una sensual sonrisa que se asomaba por sus jugosos labios rosados.

—Sí, deberemos detenernos un momento en la tienda para comprarlos —dijo su madre, mirando por la ventana derecha.

—No te preocupes, Keim estará feliz de comprarlo por nosotras. ¿No?

No podía negarme, era un buen novio que complacía a su suegra.

—Si, creo que puedo —apreté los puños dentro de mi suéter y sonreí forzadamente.

El coche se detuvo frente a un supermercado decorado con luces de colores que brillaban en medio de la noche repleta de compradores. La madre de Elleonnor se volvió con una sonrisa que me pareció hermosa.

—¿Te esperamos?

—No te preocupes, mamá, Keim tiene quien lo lleve —esta vez Elleonnor me sacó a la fuerza y tuve que hacer un gran esfuerzo por no volverme y gritarle.

Apenas salí del coche éste ya había arrancado y se perdía entre la calle repleta de nieve y gente horriblemente feliz. Era una pesadilla, no tenia dinero y dentro del supermercado estaba la cola del siglo. Entre a regañadientes y busqué las malditas galletas de jengibre mas baratas que pudieran existir y el ponche mas malo que pudiera haberse creado.

Me puse en la cola con una cara de matón que claramente indicaba a todos los que me veían que estaba prohibido meterse en la cola por delante de mi.

Saqué el dinero de mis bolsillos, aún faltaba mucho para completar, y el maldito suéter negro que le había robado a Grace para cubrirme del frío no tenia ni una moneda escondida.

Miré disimuladamente a la gente y luego saqué la billetera del bolsillo trasero de la mujer delante de mi y guardé esta en mi pantalón. Luego se me ocurrió una idea mejor. Deje todo en la cesta de esa misma señora y salí del supermercado con las manos en los bolsillos.

𝐴́𝑛𝑔𝑒𝑙𝑒𝑠 𝐺𝑢𝑎𝑟𝑑𝑖𝑎𝑛𝑒𝑠 [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora