Por suerte había una habitación registrada a mi nombre, la compartiría con otra compañera del centro, así que no hubo mayor problema en que yo me quedara.
El abogado se fue cuando entré por la puerta del hotel y yo me dirigí hacia el dormitorio en el que pasaría ahora las horas muertas.
Mientras recorría los pasillos no podía dejar de culparme por todo lo que le había pasado a Mariana, o por todo lo que se supone que le había pasado, o le estaba pasando. Me estaba matando esta sensación de desconocimiento. Y es que no sabía nada de ella... si estaba bien, si estaba mal, tal vez estaba secuestrada por el pirómano pasando increíbles calamidades y yo sin poder hacer nada.
_ Ojalá estés bien_ dije a modo de soliloquio antes de abrir la puerta del que sería mi nuevo lugar para evadirme.
_ ¿Quién es?_ Preguntó la chica cuando abrí la puerta del cuarto.
_ Soy Lora, tu compañera de habitación.
La chica se quedó por unos segundos en silencio contemplándome de arriba a abajo sin reparo alguno y yo aproveché para hacer lo mismo, aunque sinceramente con mucho más disimulo que ella. Tenía el pelo corto y rizado, muy rizado, de color castaño. Con ojos grandes y una gran sonrisa, que encajaban perfectamente en su redonda faz. Era delgada, pero no en exceso, se le marcaban las curvas, era voluminosa o tal vez la palabra exuberante la describía mejor.
_ Me llamo Carla, mucho gusto_ Respondió a los segundos.
Era una chica joven y bastante curiosa. En parte, su vitalidad me recordaba mucho a Mariana, y eso me gustaba y me hacía tener sentimientos contradictorios.
En las dos horas siguientes a mi llegada no paró de preguntarme el por qué no había dormido en esa habitación la noche antes, e interesándose por el hecho de que creyeran que yo era culpable.
_ Pero tú no eres culpable.
_ No, claro que no, yo solo salí aquel día del centro porque necesitaba despejarme y correr, lo hacía mucho antes de que tuviera mi problema.
_ Te entiendo_ dijo la chica apoyándose en el antiguo cabecero de forja de su cama_ Si yo hubiese tenido la oportunidad de salir de vez en cuando sin que lo supieran, también lo hubiese hecho.
_ ¿Cuánto llevas en el centro?
_ Un par de meses
_ ¿Por qué... llegaste?
_ Es difícil_ me sonrió_ Un problema de exceso de control_ hizo una pausa_ intenté escapar_ dijo mostrándome sus antebrazos.
Había unas cicatrices verticales que recorrían prácticamente sus muñecas.
_ ¿Ya estás mejor con eso?
_ Hay días que sí, y días que no, todos dicen que tengo suerte de estar viva, que lo tenía que ver como otra oportunidad, que he vuelto a nacer... y más tonterías de ese tipo. ¿Y tu? ¿Cómo llegaste aquí?
_ También atenté contra mi vida, pero de otra forma_ dije mostrando mi abdomen_ Anorexia.
_ No te veo tan mal_ dijo la chica fijándose en mis huesos.
_ Ya casi tengo un peso normal, no creo que esté mucho más tiempo aquí.
_ Esto es un maldito infierno, no me extraña que acabaran saliendo llamas.
_ No creo que sea el momento de bromear sobre eso.
_ Lo siento_ dijo ella_ Mi humor puede resultar algo negro.
Un incómodo silencio se adueñó del dormitorio.
_ Todo mejora_ dije rompiéndolo.
_ ¿Qué?
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Un maldito saco de huesos
Teen FictionNunca pensó que un centro de rehabilitación de enfermedades psicológicas perdido en las afueras de un recóndito pueblucho pudiera llenarla de sensaciones nuevas y hacerla sentir viva de nuevo. Dos opciones, una decisión correcta ¿Será su cabeza la q...