4. Perseguido

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El rubio se veía al espejo como todas las mañanas. Se preguntaba si lo que hizo estaba bien, si se encontraba en el camino correcto. Todas sus decisiones lo llevaron hasta aquí incluyendo el hecho de estar perdidamente enamorado. Con el pasar de los días comprendía que amar era el cielo y el infierno, que estaba arriesgando todo por amor. Tenía una tarea en la que no podía fallar, muchas personas dependían de ello. El peso que yacía sobre sus hombros sólo podía ser más ligero gracias a la profunda y fuerte devoción que tenía por el chico que ocupaba su corazón.

Sin prisa se dirigió a la entrada, era ese día de la semana donde entregaba el reporte de cómo iba la situación, si lo habían encontrado o si aún seguía como un punto negro en el espacio. Prendió el auto con pereza y se dirigió a las truncadas calles que rodeaban el pequeño departamento. Sintió una leve sensación de preocupación en su vientre y entonces lo vio.


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Jimin se sentía desfallecer, corrió durante incontables horas hasta que su cuerpo cayó en el duro pavimento. El miedo había sido reemplazado por la esperanza y con esta sensación apoderándose de sí perdió la conciencia. Después de un rato, unas gentiles manos le removieron con delicadeza. Pretendió ponerse alerta pero no lo consiguió.

 Aquel amable rostro con una peculiar sonrisa cuadrada, le alzó del frío suelo y sutilmente lo acostó en la parte trasera de un auto, varias alarmas se prendieron en su interior pero su cuerpo no respondió a ninguna. Físicamente estaba muriendo y de su espíritu prácticamente no había nada que recordar. El carro arrancó llevando a Jimin inconsciente a las puertas del hospital. Un chico rubio estacionó en frente de la puerta y entró corriendo.

— Por-por favor , él nece-sita ayuda — pidió de forma entrecortada. 

— ¿Está bien señor ? ¿De quién habla?

— El chico, el que está en la parte trasera del auto — finalizó mientras se agachaba con las manos reposando en sus piernas. La enfermera hizo señas y se acercó, observó a un moribundo, delgado e inconsciente Jimin, inmediatamente llamó por una camilla. Después de ingresarlo fue en la búsqueda del chico de cabellos dorados, pero este había desaparecido.


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Jimin se despertó sintiendo una ajena tranquilidad, aquella que lo resguardaba en el hospital desde hace quince días. No se sentía confiado, sin embargo su cuerpo no estaba en modo "survivor" todo el tiempo, así que se permitía pensar con tranquilidad. Se bajó lentamente de la cama, meditando todas las cosas que le habían sucedido. Los cuidados hospitalarios eran muy diversos, su cuerpo trataba de ganar peso, su mente de recordar y su corazón de sanar.

Inicialmente, rehuía el contacto humano, sentía asco de los demás y un temor inigualable se apoderaba de él cada vez que alguien se le acercaba. Pasó por varios psiquiatras quienes con mucha paciencia le enseñaron que ahora estaba a salvo. La policía llegaría esta semana para tomarle fotos y así ayudarle a encontrar a su familia. En el fondo Jimin creía que había alguien preocupándose por él, aunque en la realidad no estaba del todo seguro. 

De la traumática experiencia de su secuestro reconocía varias cosas, entre ellas que había sido abusado sexualmente y que los recuerdos que perdió jamás regresarían a él. A esas conclusiones había llegado a lo largo de sus terapias, pues todos los estudios indicaron que su cerebro estaba intacto y por ende la pérdida de su memoria venía de eventos más allá de su comprensión. También estaba seguro que tardaría un tiempo en sanar, pero se mostraba optimista.

Lastimosamente de esas cosas buenas no siempre dan mucho. Esa mañana mientras veía lo fuerte que se había puesto en el espejo, escuchó ruidos provenientes del pasillo, se asomó por curiosidad y vio como el grasoso y robusto hombre que abusó de él, le buscaba en la habitación contigua. El pánico se apoderó de él y con disimulo se escabulló fuera del cuarto. En el momento en que comenzó a correr escuchó un grito a sus espaldas, aumentó su velocidad al máximo saliendo por la puerta trasera del hospital. Una camioneta también se unió a la persecución. Corría lo más rápido que podía por la desolada calle. 

¡Por qué carajos no tengo zapatos! ¡Agh!

Distraído en sus pensamientos y  con llagas en los pies se estrelló con un hombre moreno y alto que hostilmente le gritó

— ¡Idiota! ¡Que mierdas te pa- se silenció al ver el estado del menor — ¿Estas bien?

— Por por fa-favor no deje que me - que me atrapen — soltó el pelinegro en el momento en que caía inconsciente en sus brazos. 


¡Hola! Por favor, no me maten, el plan de la historia ya estaba así. Ha sido una semana difícil . El fin de semana actualizaré si o si para no dejarlas esperando. No puedo hacer más que pedirles paciencia y agradecerles por leer. Hasta la próxima. 

Forgotten «Yoonmin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora