3. Es hora de correr

11.8K 1.3K 98
                                    

Pasaron varios días desde que se vendió por un plato de comida. Al parecer el hombre se apiadó de él ya que no volvió a pedir sexo a cambio de alimentarlo. Los dolores habían cesado, todavía no lograba sentarse cómodamente pero al menos se podía mover con facilidad. La sensación de haberse convertido en una basura, no le abandonó. Esta se acompañaba de desolación y repugnancia que luchaba por esconder. Sentirse atrapado se convirtió en el menor de sus problemas. 

Diligentemente, utilizaba todo su tiempo tratando de obligar a su cerebro a recordar. Creía que esta sería la única forma de escapar, lastimosamente su cabeza estaba llena de un vació constante y lo único que era capaz de evocar eran las repulsivas palabras que tuvo que leer frente a la cámara. Tener como pista su nombre no era de ayuda en lo absoluto.

Como todas las que consideraba "mañanas", se hallaba pensado en Jimin, esa persona que debió ser en una vida pasada, esa que no era capaz de recordar. Una reflexión fugaz le atravesó ¿Jimin? ¡Dios! ¡pero qué nombre más común!, incluso había chicas que se llamaban igual. Estaba tan distraído que no advirtió la conversación que era llevada a cabo en la habitación contigua, hasta que un gritó le sacó de sus pensamientos.

— ¡A la mierda! ¡Me importa un carajo! ¡Que paguen o mato al maldito mocoso! 

Jimin se estremeció, corrió a la pared pegando su inexistente mejilla contra esta.

— ¡Joder! ¡Cálmate! Solo hay que ser un poco más pacientes — habló con irritación la segunda voz.

— ¡Lo que yo necesito es que desaparezca! No puedo seguir encerrado en este antro por andar de niñera. Si no quieren pagar por él, entonces vivo no servirá de nada.

¿Pla-planean ma-matarme? ¿Na-nadie vendrá por mi?  pensó el menor con tristeza.

— Puedes disfrutarlo mientras tanto — propuso el segundo hombre mientras reía — Está delgado pero no es feo. Úsalo como muñeca inflable, puta o saco de boxeo y deja de fastidiar.

Jimin se alejó de la pared, no sin antes limpiar las grandes lágrimas que resbalaban por su rostro. Se recostó con delicadeza en el sucio colchón sintiendo la necesidad absoluta de escapar como nunca antes.


💾

Las cosas empeoraron aún más, si es que eso era posible. Después de haber escuchado aquella conversación, la comida jamás regresó. Logró resistir varios días, hasta que sintió su cuerpo sucumbir de nuevo al hambre. El hombre que lo usó se había encargado de repartir la noticia de su "encuentro" con todos aquellos que pasaban por la casa. En consecuencia, los hombres que transitaban por allí, adoptaron la costumbre de ofrecerle alimento a cambio de sexo. Jimin se negaba continuamente a cada propuesta, mientras su cuerpo se debilitaba lenta y tortuosamente. Preferiría morir a pasar de nuevo por algo como aquello. Era escalofriante la cantidad de miradas morbosas que recibía a diario, acompañadas de comentarios desagradables sin ayuda alguna.


💾

Luego de más de una semana sin comer, su espíritu comenzó a desvanecerse y su esperanza se redujo a nada. Esa tarde sentía fuertes calambres en su estómago que le hacían retorcerse continuamente sobre el colchón. Al verlo tan desesperado un hombre alto y delgado entró en la habitación. Se agachó y le dijo

— ¿Te sientes mal pequeño? — Jimin confundió aquella pregunta con amabilidad pero pronto se daría cuenta de su error.

— S-si ... ¿us-usted va a ayudarme? — su voz salió sin fuerza apenas un pequeño susurro desesperado.

— Sólo si me pagas, chiquillo — respondió el hombre sonriendo.

El dolor era fuerte, el abatimiento absoluto. Soltando un quedo suspiro se rindió.

— E-está bien, pe-pero hágalo rápido — su estado era tal que su cuerpo no percibía su alrededor. A duras penas recordaba que tenía qué respirar y mantener su corazón latiendo. 

El hombre lo desnudó con rapidez, moviéndole bruscamente. Jimin se dejaba hacer, pues no tenía fuerza alguna. Su cuerpo parecía recordar la agónica experiencia, porque comenzó a temblar levemente. Fue acostado boca abajo, al tiempo que desabrochaban su pantalón. El pelinegro puso en alto sus caderas, esperando a que el desagradable hombre se subiera sobre él.

Sintió el colchón hundirse a su espalda y entonces un shot de adrenalina, fuerza de voluntad o como le quieran llamar le recorrió por completo. Se volteó con fuerza noqueando al hombre de una patada, tomó las primeras ropas que encontró dirigiéndose a la puerta, la casa estaba sola, nadie quería escucharlo gritar y en definitiva había sido el movimiento más idiota que sus captores cometieron. Caminó en puntitas por la casa buscando una salida, la luz del sol le guió a la puerta trasera.

En el instante en que llegó hasta ella y puso su mano en el pomo de la puerta escuchó un grito

- ¡Mocoso hijue/&%$! ¡no te vas a escapar!

En ese momento Jimin lo supo, tenía que correr por su vida, aunque le costara su último aliento.


¡Por favor! ¡alguien salve a mochi! Pobrecito mi bebé lindo como sufre. Esperemos después las cosas mejoren. Este ha sido todo mi trabajo por hoy y ahora si nos veremos como en dos semanas. Espero que la espera valga la pena. Sonrían sin moderación y hasta la próxima. 

Forgotten «Yoonmin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora