El sonido de un flash me hace salir de ese trance, giro y me encuentro con su expresión divertida, al seguramente, ver mi cara de culo.
Ríe, y muerdo mi labio inferior.
— ¿Que haces? – Frunzo el ceño, y oculto una sonrisa.
Veo como se encoje de hombros y suspira.
— Me aburro, y no me das bola.
Ruedo los ojos.
— ¿Cuántos años tenés? – pregunto de mal modo, pero sin embargo vuelve a reír.
Conoce mi sentido del humor, aquel que las primeras veces la ponía un poco incómoda, hasta sentir miedo.
Me acuerdo cuando me lo confesó, y de cómo me dió tanta risa y ternura.
En serio tiene cinco años.
— Dale Bárbara, hablame.
— No jodas – sonrío. Hacía más de dos semanas que no nos veíamos, y extrañarla tanto me llevaba a pelearla. Ella suspira y ríe chiquito.
Desvía su mirada a la ventana enorme que da a la vereda del local, varias mesas están ocupadas por más personas, haciendo que haya un bullicio bastante notorio.
Nos juntamos para armar las ideas de los próximos vídeos que íbamos hacer juntos.
Pablo todavía no llega.
Mi té de frutos rojos tampoco.
Micaela vuelve a sacarme una foto, esta vez muerdo mi labio inferior y le tiró una servilleta.
Ella ríe. Yo también.
— No me contaste nada de cómo te fue estos días – no sueno a reproche, ella niega, dándome la razón.
— Estuvo lindo, como siempre hubo alguna que otra cosa ¿no? – asiento, eso si me habia contado, de aquel mal momento que pasaron gracias a aquella señora que desvalorizó su trabajo, o en todo caso el de nosotros los youtubers – pero después re bien, disfrute bastante – sonrío – extrañe como la puta madre.
— ¿No ves que sos una bebé? – río chiquito y ella rueda sus ojos – es que también fue un montón boluda – asiente.
— Y más que cuando me fui entre nosotras no estaba todo bien.
Mis ojos se encuentran con los suyos, asiento un par de veces y suspiro.
Todo había sido complicado las últimas semanas, fue ella quién un día antes del eventos de conectados ba me llamo para hablar.
Entre mi autoestima por el subsuelo y mi mal humor por todavía no saber si podía cantar al otro día, la trate mal, bastante mal. Al otro día en aquel evento le pedí perdón, pero ella ya se iba de gira y no pudimos hablar nada.
Me llamo cuando estaba de gira en Neuquén, y ahí, un poco más tranquilas pudimos hablar, quedando en que íbamos hacer todo lo posible para que esto lindo que estamos comenzando funcione.
— Te extrañe.
Sus ojos tienen un brillo especial, muerde su labio inferior y estira uno de sus brazos, dudando un poco, para jugar con los dedo mi mano que se encuentra también sobre la mesa.
Miro nuestras manos y elevo mi vista a la suya. Vuelve a dejar el contacto, seguramente dándose cuenta de donde estamos.
— Yo también. – Me dice, en medio de un suspiro, y sonrío chiquito.
Desvío la vista nuevamente hacia la ventana y aparece el sujeto que ya hace veinte minutos estamos esperando. Entra, con sus anteojos de sol y al vernos sonríe y camina hacia nosotras.