El Capitán Jack cumplía tres días de estar consiente, apenas si se había movido de la cama y con ayuda de los criados para ir al baño. Estaba impacientándose. Estar sin moverse lo comenzaba a alterar. Necesitaba el mar, necesitaba al Perla, necesitaba de una buena dosis de ron.
El sol tenía unos minutos de haber salido, lo constató por la ventana, le había pedido a Ana que la dejara abierta, así podía escuchar por lo menos el sonido de las olas al mecerse. Pero a estas alturas eso ya no le bastaba. Él era un viejo lobo marino, un pirata, uno muy astuto, famoso en todos los mares por su audacia, inteligencia, por sus hazañas. No era un simple hombre de agua dulce. No podía permanecer en tierra tanto tiempo, porque sentía que si se quedaba así, sus pies se enraizarían. Definitivamente tenía que levantarse y ver por lo menos el océano. Aun le dolía el cuerpo completo. Si hacía el más mínimo esfuerzo un dolor inconmensurable lo torturaría durante un buen rato. Pero cualquier precio, valdría la pena con tal de ver su amado horizonte. Se incorporó lentamente y sintió como si un rayo estuviera atravesándole, movió de lugar las cobijas y sabanas liberándose, dirigiendo sus piernas al suelo. El dolor se hacía cada vez más insoportable y sentía pesado el cuerpo, logró ponerse de pie y dio un par de pasos. Tuvo la sensación de que todo en la habitación se movía.
Ana se dirigía a la habitación de Jack, tenía la intención de decirle que estaría ausente casi todo el día y que podía sentirse libre de pedir lo que quisiera. Estaba a punto de entrar cuando escuchó un fuerte golpe y un quejido. Se apresuró y encontró a su paciente en el suelo intentando levantarse.
—¡Jack! —se acercó y lo ayudó a ponerse de pie, observó que había mucha sangre brotando de entre el vendaje. Las heridas del capitán pirata se habían abierto por la caída. —¿Qué haces? ¡Vuelve a la cama! —ella ordenó.
—¡No! —expresó el hombre desesperado y casi sin aliento —¡La ventana!
—¡Se abrieron las heridas! ¡Debo revisarte! ¡Vuelve a la cama ahora!
—¡Niña! ¿Pretendes darle órdenes al Capitán Jack Sparrow?
—¡Soy ama y señora de esta casa y todos aquí hacen lo que yo ordeno! —el tono de la heredera era igual de severo que el de Jack.
—¡Por favor! Solo quiero verlo... —el pirata imploró.
—Solo un momento, después volverás a la cama. ¿De acuerdo? —él asintió.
Jack coló su brazo sobre los delgados hombros de la joven. Lentamente caminaron a la ventana que daba a un balcón, donde justo debajo caía el precipicio y el mar azul se extendía.
Ana contempló la mirada de Jack iluminarse al reencontrarse con el mar. La reacción del pirata la había conmovido. Pudo sentir sus ojos humedecerse y como una lágrima alcanzó a rodar por su mejilla, rápidamente se limpió con la mano, para que el hombre no se diera cuenta.
Jack podía sentir la libertad con solo mirar la inmensidad del mar. Ansiaba recuperarse y volver a surcar los océanos en su amada nave. Ir a donde le diera la gana y hacer lo que se le antojara. Realmente amaba el mar y lo necesitaba.
—¿Te gusta lo que ves, amor? —preguntó el pirata hipnotizado por la belleza del océano.
—Sí. —respondió Ana sin dejar de mirarlo a él.
Jack se tambaleo, estaba mareado nuevamente.
—Volvamos a la cama. —dijo la chica.
Regresaron al lecho del pirata, la joven salió un momento de la habitación para volver con Martha y otro de sus criados de nombre Joseph. Los dos le asistieron en las curaciones de Jack. Al terminar, cambiaron las sábanas que nuevamente se habían manchado de sangre, por unas limpias. Ana les había pedido que se las llevaran junto con la muda de vendas viejas a lavar, dejando nuevamente a la joven y al pirata solos.
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No todos los tesoros son de oro y plata
FanficEl Capitán Jack Sparrow ha sido encontrado herido en una isla en el caribe, una joven huerfana, heredera y aspirante a médico cura sus heridas. La vida de los dos cambia por completo cuando ambos se ven enredados en un juego de mentiras en el cual e...