Capítulo 11. Mentiras

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  Miguel, hijo de Thomas, corría por las calles del pueblo de Santa Rita. Aunque se moría de ganas por llegar a una panadería o alguna tienda de confites, atravesó todo el pueblo sin detenerse, debido a que le habían dado una encomienda y no podía perder el tiempo. 

Llegó a una zona a la que llamaban "Los Caracoles", era la parte del pueblo en donde la mayoría de las tabernas de mala muerte se situaban. Al llegar ahí, su paso se volvió más lento y cuidadoso; había hombres dormidos en el suelo y con botellas de ron vacías en las manos. Las mujeres con vestidos y peinados llamativos le coqueteaban desde las puertas o ventanas, pero él trataba de ignorarlas.

 Un hombre ciego, sentado en el suelo, con ropa sucia y rota, pedía limosna, tenía la barba larga, despeinada y llena de lodo. El niño extendió el brazo y deposito una moneda brillante en la mano delgada del vagabundo. Rápidamente el sujeto tomó con fuerza la muñeca de Miguel quien asustado trato de zafarse de su agarre.

 Rápidamente el sujeto tomó con fuerza la muñeca de Miguel quien asustado trato de zafarse de su agarre

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—¿A quién buscas? —interrogó el hombre en el piso. El chico voleó a su alrededor pasa cerciorarse de que nadie lo estaba viendo o escuchando. 

—Le dicen "El sapo" —respondió Miguel en casi un susurro. 

El vagabundo tiró de él y le dijo algo al oído, el hijo de Thomas asintió y siguió su camino. 

Llegó a la entrada de una taberna con un letrero que decía "El Cráneo agujerado", y un hombre lo detuvo en la puerta, el niño sacó otra moneda y se la dio al sujeto que de inmediato lo dejó pasar. Al entrar al establecimiento, percató un fuerte olor a ron y a tabaco, miró a su alrededor como buscando algo. En un rincón, en donde casi no llegaba la luz de las velas, se encontraba otro hombre. No podía distinguir bien su rostro, aunque supo enseguida que era él al que buscaba. Se acercó con algo de miedo a la mesa, sintió una mirada fría dirigirse a él.

—¿Eres el Sapo, verdad? —preguntó. 

—Depende. ¿Qué es lo que quieres?

—Enviar un mensaje a Joshamee Gibbs, en Tortuga. 

—¿Tortuga, eh? Eso va a costarte más que una moneda. 

—Tengo suficiente para pagarle. —Miguel sacó una pequeña bolsa de piel, la agitó para que sonaran las monedas dentro de ella —¿Llevarás el mensaje?

—Eso es en parte a lo que me dedico. ¿Cuál es el mensaje?

Thomas sacó un trozo de papel y se lo dio junto con las monedas. El Sapo tomó las cosas, le dijo que esperara respuesta en una semana y el chico salió corriendo del horrible lugar, y de Los Caracoles.

       Era normal que el Capitán Jack Sparrow despertara en compañía de una dama o dos al mismo tiempo. Pero cuando lo hacía, por lo regular se iba antes de que despertaran o las echaba de su habitación al terminar su trabajo. Con Ana Olid le pasaba diferente, quería permanecer más tiempo con ella en cama, le gustaba verla mientras dormía, abrazarla todo lo que pudiera cuando ella no se daba cuenta, oler su cabello, su cuello, su piel, escuchar su respiración, verla totalmente casada después de una larga noche de desenfrenada pasión. 

No todos los tesoros son de oro y plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora