Capítulo 8. ¡Qué lo hagan!

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  Ana perdió el aliento al escuchar a Jack. Se dio la vuelta y lo encontró, contemplándola en todo su esplendor. Tenía la mirada encendida y una sonrisa perversa en el rostro. 

—Te ves mejor así. —declaró Jack. 

A lo largo de su aventurera vida, ya había visto a muchas mujeres hermosas y desnudas. Por alguna extraña y afortunada razón, ellas terminaban perdiendo sus preciosos vestidos frente a él. Y con mucha más suerte, había gozado los placeres de la carne con casi todas. Solo una mujer se le había escapado. Solo una que había sido inmune a su seducción. Una rubia que tras un rostro angelical, escondía una rebeldía igual a la de un huracán. Una mujer que lo había hechizado y seducido, enviándolo al mismo infierno para salvar el pellejo de otro.

 Una mujer que lo había hechizado y seducido, enviándolo al mismo infierno para salvar el pellejo de otro

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  Ana era encantadora; en ella había descubierto una belleza muy distinta a la vista en otras mujeres. Su rebeldía se asemejaba a la de Elizabeth, pero a la vez era muy distinta. No sabía cómo explicárselo, pero de igual forma no le interesaba entenderlo, porque lo único que a él le importaba era que ella >>y no sabía en qué momento<< había caído en sus redes. Lo notaba en sus ojos, en el temblor de sus manos, en la respiración agitada, en el rojo de sus mejillas cuando él se le acercaba. Había caído como muchas otras, pero a diferencia de todas, ella, especialmente ella, lo calentaba con tan solo una mirada.

La luz de la luna que entraba a través de la ventana, iluminaba la blanca piel de la joven. Jack no recordaba ver algo más hermoso en su vida. Ansiaba arrancarle lo que le restaba de la tela, verla completamente desnuda y hundir su rostro en ella y explorar su piel.

 Ansiaba arrancarle lo que le restaba de la tela, verla completamente desnuda y hundir su rostro en ella y explorar su piel

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Ana seguía de pie sin hacer ni decir nada. Jack podía jurar que estaba congelada por el encuentro, pero estaba equivocado. Ella ardía al igual que él. Se dio cuenta al verla a los ojos. Se sorprendió y su corazón dio un salto de alegría, intentó acercarse un poco más pero ella lo sorprendió con un beso. De inmediato se dejó llevar por la sensación. Esperaba que eso sucediera, pero no que fuera tan pronto. Los labios de la joven eran suaves y dulces, estaban deseosos de atención. El pirata introdujo su lengua en la boca de Ana buscando más contacto.

Qué diferente le pareció ese beso a ella. Comparó lo que había sentido momentos antes con Arthur y eran sensaciones completamente distintas. Lejos de querer apartar a Jack de sus labios y su cuerpo, deseaba que él se acercara más aún. 

No todos los tesoros son de oro y plataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora