¿Otra vez?

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Cuando desperté, estaba en el hospital.

Otra vez.

Rápidamente traté de recordar algo, asustada. Por suerte, al parecer, la amnesia se había ido.

Rupert dormía profundamente en una silla, sujetando mi mano. Estaba frío y tenía unas terribles ojeras.

Lo miré, acariciando su mano. Suspiré profundamente. Pobrecillo. Había pasado por un momento horrible...

Nuevamente analicé su rostro.

De forma inconsciente, acaricié mi vientre con mi mano libre.

Para probar a mi cerebro, traté de evocar el recuerdo de la concepción de nuestro hijo.

Recordaba todo. Era reconfortante y desesperante a la vez.

Recordaba su cálida sonrisa besándome, sus manos suaves desvistiéndome, su boca explorando no sólo la mía sino mi cuerpo entero... Recordaba cómo me había hecho suya con dulzura, con suavidad, sin hacerme daño; cómo me había aferrado a él como a un salvavidas y cómo nos habíamos amado durante toda la noche hasta amanecer desnudos en nuestra cama.

Gemí al pensar en su boca entre mis pechos. Y entre mis piernas. Y sobre la mía.

Suspiré.

Podía escoger dos cosas. Podía quedarme con él y con nuestro bebé, aceptar mi vida y que estaba enamorada y ser feliz.

O podía negarlo, decirle que no lo amaba, lo que iba a destrozarlo, darle a nuestro hijo y dejar que se marchara lejos. Y no volver a verlos jamás.

La primera idea me agradaba mucho. Pero no podía sencillamente perdonar a Rupert por haberme mentido deliberadamente y haberme ocultado que estaba saliendo con él.

Sin embargo, no podía dejar que se alejara para siempre. Era parte de mi vida. Una parte muy importante.

Suspiré tratando de dormir.

Acaricié mi embarazo y me acomodé de costado, mirando al maldito motivo del dolor de cabeza que sufría.

¿Qué nombre llevaría el pequeño o la pequeña? No podía decidirlo sola. Rupert tenía que decidir conmigo.

Suspiré otra vez y me abracé para entrar en calor, aunque me las apañé para hacerlo sin soltar su mano.

Traté de recordar más, más detalles, más cosas. Su propuesta de matrimonio había sido sencilla y perfecta. Me lo había pedido mientras veíamos una película y había dicho que realmente me amaba y que quería quedarse conmigo toda su vida. Fue romántico, íntimo y perfecto.

Debió ser difícil para él empezar todo de nuevo, recomenzar con todo para volver a ser digno de mi amor.

Lo comprendía, a mi pesar.

Un nuevo suspiro vino.

Consideré la segunda opción.

Podría estar sola. Ser libre. No casarme. No atender bebés. Sería libre... Quizás podría conocer a un guapo galán de película...

Había tomado mi decisión.

Alguien se acercó. Un médico entró al cuarto.

Rupert se despertó con un sobresalto y me miró. Al verme despierta, no puedo explicar la expresión de alivio que cruzó su rostro.

-Emma. Emma, tú...

El médico se acercó a la camilla.

-¿Se encuentra bien, señorita Watson?

Recuérdame [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora