Prisionera del alma

31 2 0
                                    

Capitulo doce: Una mañana entre muchas.

Al día siguiente, al despertar, me encuentro con mucho movimiento entre las sirvientas y mayordomos, con maletas de un lado al otro, entraban y salían de mi habitación, con las maletas llenas de mis pertenencias.

-¿Qué se supone que están haciendo con mis cosas?

-Ya despertó mi señorita, buenos días.

-Igualmente, pero ¿Podría responderme?

-Por supuesto, lo que sucede es que mi señor nos dio la orden de empacar todas sus cosas, no nos dio más detalles sobre el tema, así que si quiere más información respecto al tema, vaya hablarlo con mi señor.

Me vestí, y fui a hablar con mi padre respecto a esta sorpresita, estoy segura que tiene que ver con Tomas. Al llegar allí, pedí permiso para entrar, y entre, mi padre estaba como siempre sentado en su escritorio, tomé asiento y comenzamos a charlar.

-Mi señor, ¿Se podría saber porque las sirvientas están empacando mis cosas?

-¿No te lo dije?

-No mi señor, no lo hizo.

-Bien, entonces te explicare, lo que sucede es que Tomas me pidió, que como ahora tú serás su futura esposa, quiere tenerte a su lado, así que te iras a vivir con él, claro que en habitaciones distintas.

-Me hubiese gustado, que uno de los dos me lo hubiera hecho saber, ¿Es eso mucho pedir?, sabe usted, que por muchos años eh sido tratada por usted y por todas las personas a mi alrededor como un mísero objeto, pero ahora, que ni siquiera me dan aviso sobre con quien me voy a casar y donde voy a vivir, es ir demasiado lejos, exijo que me ofrezcan disculpas.

-Tú no puedes exigirme nada, niña insolente, ¿Qué te has creído?

-Una persona, padre.

-¿Una persona?

-Así es, soy un ser humano, una persona, exijo lo que me corresponde, mis derechos y mis deberes, así que sí padre, me creo una persona, porque eso es lo que soy, y merezco ser tratada como tal.

-Retírate ahora mismo de mi oficina.

-Tranquilo padre, así lo hare, no me volverás a ver nunca más la cara, y si quieres, no es necesario que asistas a mi boda, pero si espero que te arrepientas  por todos estos años que me has tratado como un objeto, al que has usado como has querido, de hecho, ¿Alguna vez eh sido tratada como una verdadera hija por ti?, piénsalo- luego de decir aquello, con cierta ira, me retire, tomé todas las maletas  que ya habían sido preparadas y me fui a casa de Tomas.

-Bienvenida a nuestro hogar, Liz.

-Gracias, pero antes hay algunas cosas que quiero discutir contigo-luego de decir aquello, Tomas, dejo de sonreír y se puso serio, tal vez notaba mi descontento con la situación.

Nos dirigíamos a su oficina, el me ofreció ir a dejar mis cosas primero, pero yo me negué, él se mostró algo decepcionado de mi respuesta, al llegar, entramos, y el cerró la puerta detrás de él.

-Bien, ¿De que querías hablar en privado?

-Bueno, quería expresarte mi descontento respecto a esta decisión.

-No sé porque no me sorprende.

-No recuerdo que me hubieras pedido permiso sobre mi cambio de hogar, ni siquiera me avisaste al respecto, ¿Por qué decides sobre mí como si fuera un objeto?

-Serás mi mujer, así que es normal que vivas conmigo, no le encuentro nada de malo el querer tenerte cerca de mí-me dijo con una mirada enfurecida.

-¡Lo sé! ¡Pero podrías haberme avisado siquiera! ¡Por favor no seas como mi padre!- sin darme cuenta, una lagrima recorrió mi rostro, me di cuenta de ello cuando vi la cara sorprendida de Tomas.

-Lo siento, lo mejor será que me vaya- me gire para poder irme, pero Tomas me agarró de mi mano, y me abrazo por detrás.

-Lo siento Liz, por favor no te vayas, siempre hago todo mal respecto a ti, pero jamás seré como tu padre, yo nunca te trataría con indiferencia, porque te amo demasiado, me eh convertido en un idiota.

-¿Así que ahora es mi culpa que seas un idiota?

-Por supuesto que sí, ¿De quién más podría ser la culpa?- me giró, quedando frente a frente, el me miraba con dulzura y cariño, luego chocó su frente con la mía.

-Entonces, ¿Yo también me eh vuelto una idiota?

Luego de eso, me guío hasta mi habitación, la cual para mi sorpresa se encontraba junto a la habitación de Tomas, me dijo que si necesitaba algo fuera  y se lo pidiera en persona, luego se marchó a su habitación, parecía muy ansioso de que fuera a preguntarle algo, “es como un niño”, pensé, a pesar de que se haga el duro, en el fondo es un niño, que estaba necesitado de cariño, al igual que yo.

-Tomas, ¿Puedo pasar?

-Claro, pasa- al entrar, pude ver una habitación amplia, ordenada, y con muchas repisas, y todas ellas llenas de libros, ordenados por el alfabeto, y él estaba sentado en un escritorio leyendo un libro, quien diría que le gustaba leer, y que usaba lentes de lectura, aunque debo admitir que se veía bastante bien, con un aire intelectual.

-Me gustaría preguntarte algo, ¿Puedo?

-Claro.

-Bueno, me preguntaba, si te gustaría salir a caminar al jardín conmigo.

-mnnnnn, claro, mejor lo hubieras dicho antes.

Luego de eso fuimos a caminar al jardín, y se quedó parado, mirando la entrada de su casa.

-¿Qué sucede Tomas?

-Ese lugar, me recuerda el momento en que nos besamos- luego de decir eso se giró hacia mí, con una mirada dulce, me avergoncé, así que esquivé su mirada, y me adelante un poco, pero Tomas me detuvo.

-¿Puedo besarte?

-Claro… ¡Que no!- luego de eso, estuvimos un buen rato correteando por el  jardín, riendo y burlándonos del otro hasta  que se puso el sol.

Prisionera del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora