Capítulo 1

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(Sandra)

Hoy es el primer día que vuelvo a pisar esta bonita ciudad, aunque en una situación muy distinta a la que me fui.

Aun me acuerdo cuando abandone corriendo esta ciudad con una mano delante y otra detrás, lo único que tenía era que acababa de cumplir la mayoría de edad, dieciocho añitos recién cumplidos, cincuenta cochinos euros y un corazón roto.

Ahora volvía después de tres años y todo era diferente. No había vuelto para quedarme, solo he venido a pasar una semana para asistir a la boda de mi prima Kate.

Kate aparte de ser mi prima es mi mejor amiga. Es la única persona de esta ciudad, a parte de mis padres, con la que he mantenido contacto.

Ahora mismo estaba dejando las maletas en el hotel. Decidí hospedarme en un hotel cerca del centro, para no molestar a mi prima, ya bastante preocupación tiene con los preparativos de la boda como para estar en medio con mi hijo. Y a casa de mis padres no pensaba ir, estarían criticando mi manera de cuidar a mi hijo, y pensaba tomarme esta semana como unas mini vacaciones.

Tengo un hijo, se llama Pol, es mi vida, mi pequeño hombrecito.

Después de dejar las maletas decidí ir a dar una vuelta por el parque del centro y enseñarle a Pol los patos, y jugar por allí un rato.

Estábamos andando tranquilamente por el parque, Pol iba mirando todo con mucha atención, como siempre.

-Mama, burbujas –dijo intentando pronunciarlo bien, casi le sale, mientras señalaba a un chico joven que estaba rodeado de niños mientras hacía pompas.

-Que chulas ¿A que si? –dije sonriendo.

-Vamos –dijo tirando de mí.

-Vale –dije siguiendo a mi hijo que saltaba para llegar a petar las burbujas.

Me quede en un lado mientras veía a mi hijo jugar como los demás niños a petar burbujas.

El chico miro su reloj, y se despidió haciendo una reverencia exagerada.

Pol me busco con la mirada, y cuando lo hizo vino corriendo.

-Mama –dijo tirándose a mis brazos.

-¿Qué pasa? –pregunte.

-Vamos a ver los patos –dijo sonriendo.

Seguimos caminando, hasta el lago, y alquile una barquita y compre una bolsita de trocitos de pan.

-Con cuidado, cariño –le digo ayudándolo a subir- Así, muy bien siéntate.

-Si –dijo enérgico.

El señor de las barquitas me ayudó a mí a subir y se lo agradecí.

Reme hasta el centro del laguito y le di unos pocos trozos de pan a Pol. Los tiro al agua y enseguida había patos cerca.

-Están comiendo –dijo señalándolos.

-Si pero cuidado no te caigas.

-Vale, mama –dijo cogiendo más pan y lanzándolo- ¿Nos podemos llevar uno?

-No –dije rápidamente.

-¿Por qué? –pregunto poniendo ojitos de cachorrito.

-No podemos, porque ellos viven aquí.

-Pero puede vivir con nosotros. Lo cuidare bien.

-Pero cuando volvamos a casa, ¿quién lo cuidara? Si tú estarás en el cole y yo trabajando.

-Pero aquí no tienen a nadie.

-¿Cómo qué no? –Pregunto haciéndome la sorprendida- solos no están porque ellos no trabajan ni van al cole, así que siempre están juntos, y si tienen hambre el señor de allí –dije señalando al que vendía la comida- les tira pan.

-¿Ellos son felices aquí? –pregunta no muy convencido.

-Claro, ellos están de vacaciones todo el año.

-Que morro tienen, yo también quiero ser pato –dijo de morros.

-El más lindo –dije sonriendo.

Estuvimos dando vueltas con la barquita y dando de comer a los patos hasta que se acabó el tiempo y tuvimos que devolver la barca.

Como Pol tenía hambre decidí ir a un restaurante a comer, y luego nos fuimos al hotel para que se echara la siesta, acabe llevándolo dormido en brazos. En cuanto llegue lo tumbe en la cama y yo me fui al balcón a mirar las vistas, cuando sonó mi teléfono. Conteste sin mirar quien era.

-¿Diga?

-Sandy, ¿Cómo estás? –me pregunto una animada Kate, sabía que era ella ya que es la única que me llama así, en vez de Sandra que es mi nombre.

-Bien ¿Y tú qué tal? –dije sonriendo.

-Bien, te llamaba para saber cuándo estarías por aquí.

-He llegado esta mañana, he estado con Pol disfrutando del parque esta mañana.

-¿Cómo está mi sobrino favorito? Que grande tiene que estar ya.

-Está bien, ahora está echándose la siesta.

-Mañana puedes quedar conmigo quiero que me acompañes a que me acaben los arreglos del vestido y recogerlo.

-Por supuesto.

-Deja a Pol con tus padres por la mañana, para que no se aburra y después de comer nos acercamos y nos lo llevamos al parque o algo.

-Con mis padres... -empecé a decir.

-Si Sandy, con tus padres, tienen derecho a estar con su nieto, además le adoran.

-A él si –murmure.

-¿Qué has dicho? No lo he escuchado

-Que está bien que si –dije rodando los ojos.

-Que ganas de verte a ti y a Pol, mañana te llamo.

-Vale.

Colgué el móvil y suspire. Vamos tu puedes Sandra, tu puedes, me animaba yo sola. Marque el número de mis padres. Contestaron enseguida

-¿Si? –esa voz era de mi madre.

-Mama soy Sandra.

-Ah... hola hija –dijo seca- ¿ya has llegado aquí?

-Sí, te llamaba porque me ha llamado Kate y quiere que mañana la acompañe a por el vestido.

-¿Para eso me llamas?

-Mama te llamaba para saber si te importaría quedarte con Pol, no queremos aburrirlo con las compras para la boda.

-¿Quieres que cuide de Pol? –dijo sorprendida.

-Si mama –dije exasperada.

-Por supuesto, mi nieto siempre tendrá aquí un hogar –dijo con retintín.

-Vale mañana por la mañana te lo llevo –dije sin caer en su juego.

Nos despedimos y colgué.

Esa frase de mi madre me había echo daño, pero no le iba a dar el placer de demostrarle que lo había conseguido.

Fueron ellos los que no me aceptaron cuando les dije que me quería ir de aquí y ellos simplemente no me apoyaron, es más me sacaron las maletas a la calle. No las cogí por orgullo, al tercer día de viaje me arrepentí de no haberla cogido, pero soy una orgullosa, que le vamos a hacer.

Mi secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora