Capítulo 10

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(Ricardo)


Cuando procese lo que me acaba de decir Sandra, ya era tarde.

Como no tenía su número de teléfono, llame a Kate ella seguro que lo sabía, pero comunicaba, seguramente estará hablando con ella.

Sin pensármelo dos veces cogí el coche y me dirigí a casa de Roberto y Kate.

Aparque de cualquier manera frente a su casa. Toque el timbre. Roberto abrió la puerta.

-¿Rich? ¿Qué haces aquí? –pregunto.

Pero era obvio en su cara que sabía que hacia allí.

-¿Dónde está? –pregunte sin irme por las ramas.

-¿De qué...?

-¿Dónde está Sandra? No te hagas el tonto.

-Rich, ella a está yendo a su casa.

-Necesito encontrarla –le dije suplicando.

-Cariño, ves –apareció Kati llorando- ayúdale. Quiero que Sandy sea feliz.

-Claro que si amor –dijo dándole un beso.

Por fin nos subimos los dos al coche, Roberto conducía ya que él se sabía el camino y yo estaba nervioso. Se metió en la autopista, íbamos avanzando bastante rápido, adelantando a los demás coches.

-Tranquilízate –dijo Roberto.

Me di cuenta que estaba empezando a tener tics en la pierna.

-No puedo –dije sin quitar la vista de la carretera, buscando el coche de Sandra.

En cuanto lo vi empecé a apremiar a Roberto a ir más rápido.


(Sandra)


Conducía escuchando a Pol llorando aun desconsoladamente. Yo también iba llorando, pero llorando por dentro.

Un ruido en mi ventana llamo mi atención, mire de reojo y me quede impactada al ver a Ricardo y Roberto. Ricardo estaba picando mi cristal. Me hacía señales para que bajara la ventanilla.

-¿Ricardo? –pregunte sorprendida en cuanto baje la ventanilla.

-¡Para el coche tenemos que hablar!

-¿Te has vuelto loco quieres matarte? –pregunte al ver que tenía medio cuerpo fuera de su coche.

-¡Si es necesario lo hare, ahora para el coche!

Pare el coche en el arcén ganándome muchos pitidos de otros conductores. Ellos aparcaron justo detrás de mí. Salí del coche enfurecida.

-¿Qué demonios quieres ahora? –le grite en cuanto el bajo del coche.

-¿Lo que me has dicho antes es verdad? –pregunto serio, caminando hasta quedar frente a mí.

-Ricardo, por favor –dije al borde del sollozo.

-Te pregunto si es cierto lo que me has dicho antes.

-Todo lo que te he dicho esta mañana es verdad –admití, ya no podía seguir mintiendo.

-¿Y ahora a dónde vas? –pregunto mirándome fijamente.

-A casa.

-Lo sé, me lo ha dicho Roberto. ¿A dónde vas? –pregunto otra vez con tristeza en su tono.

-A mi casa donde puedo ser yo misma y estar feliz junto a Pol.

-No, no me lo creo. Puedes ser tu misma donde quieras. Creo que estas huyendo.

-Guárdate tus trucos para otra. Yo no estoy huyendo –dije girándome con la intención de volver a subir al coche.

-Mentirosa –le escuche decir a mi espalda.

-¿Qué has dicho? –pregunte girándome.

-Ya me has oído –dijo volviendo a acercarse a mí, esta vez quedando a un milímetro de tocarnos- mentirosa.

-¿Estáis bien? –pregunto Roberto desde el coche.

-Sí, ya puedes volver a casa –dijo Ricardo sin apartar la mirada de mí.

Puso sus manos en mis mejillas y acerco su rostro hasta el mío, tan lentamente que mataba, junto nuestros labios y jugueteo con mi lengua, profundizando el beso.

-¡MAMA! –grito Pol llorando desde dentro del coche.

Interrumpimos el beso. Saque a Pol del coche, manteniéndolo en mis brazos. Pol tenía la cara roja e hinchada de llorar, hasta el pelo lo tenía húmedo. Escondí mi cara en él cuando note que mis lágrimas volvían a los ojos.

Mote como los brazos de Ricardo nos envolvían a Pol y a mí. Pol se agarró a Ricardo por el cuello, él le cogió en brazos y lo apretó contra sí.

-Mama –lloraba Pol.

-Ya está. Todo está bien –le decía Ricardo, ahora también llorando.

Yo no podía hablar por culpa de las lágrimas.

-No te voy a dejar huir ¿me oyes? –dijo Ricardo pasándome el brazo por los hombros y acercándome a él para volver a besarme.

-Ahora vamos a volver a mi casa, nuestra casa.

Puso a Pol, que había dejado de llorar y le había entrado hipo, en la sillita. Ricardo se puso en el lado del conductor y yo de copiloto. Condujo de vuelta a su casa.

-¿A dónde vamos? –pregunto Pol hipando.

-A casa, a nuestra casa, bichito.

-Yo prefiero ser un pato –dijo Pol haciéndome reír.

Ricardo me mirado de ojo sonriendo.

-¿Un pato? Está bien, patito.


Mi secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora