#8: La pesadilla comienza

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Hoy he dado la primera formación (No me parece tan maldita ya). Me da gracia que Xavier, siempre en la Luna, haya estado atento y concentrado. Incluso, hizo preguntas de lo que no entendía, aunque fue muy reacio a la hora de hacer ejercicios prácticos. Mariana sólo pensaba en su confirma. Paula miraba todo con cierto aburrimiento, pues por Ángel tuve que ser muy básico. Menos mal que soy sumamente paciente para explicar las cosas que me apasionan, así que no exploté cuando me preguntó qué era el Crisma, ni cuando me dijo que cómo se llamaba dónde el padre se para a parlotear...

Les enseñé a incensar, pues Ángel no sabía. Xavier si pero dijo que no, pues es... pendejo. Mariana, sumamente melosa, se recostaba a mí mientras explicaba cómo tomar las cadenas del incensario, bastante ridículo. Paula casi se duerme, pero no podía molestarla, no con ellos enfrente. En la reunión con Padre corrieron chismes de que yo la prefería a ella antes que a Mariana y Eduardo (monaguillos más viejos y experimentados), lo que no saben es que ella sirve con sumisión, carácter y disciplina. No lleva el vino caminando como top model, a diferencia de Mariana, ni toma el báculo como un simple palo, como Eduardo. Ella SABE COMO LLEVAR TODO. Es como si la hubiera formado el mismísimo Guido Marini.

En un momento de distracción, después de una plática sobre la diferencia entre Maestro de Ceremonias y Ceremoniero, salgo un momento al templo. Unas pocas personas están rezandole al Santísimo, otras en el Nazareno. Pero lo que veo (Y me quedo perplejo), es ver al semejante personaje que está frente a mí, a unos pocos pasos.

No sé qué será, si chico o chica, está vuelto viendo cada detalle del altar mayor. Su pelo parece una ensaladera, o peor aún, la palangana de latón que usamos para lavarle los pies a los discípulos en jueves Santo. Una camisa enorme, Blanca con unas tres o cuatro tallas de más y las mangas dobladas hasta los codos. Los pantalones, igual de enormes, hasta más o menos la parte inferior del pecho. La faja negra con hebilla plateada. Zapatillas negras puntiagudas. En ese momento se vuelve (Aún no me ve). En la mano izquierda un enorme reloj plateado, en la derecha una pulsera fea, dorada con dos perlas, y una plateada parecida al reloj. Una cadena de oro pende de su cuello y asoma por la camisa abierta hasta casi el pecho, y los lentes de sol en su bolsillo. Y para rematar, unos anteojos enormes, como de los ochenta, parecidos a los RayBan, delgados y negros.
No sé de dónde habrá salido este tipo, pero es de lo más divertido que he visto en mi vida. Me parece haberlo visto antes, no se bien dónde. Parece un joven anciano, imposible calcular su edad. Entre la pinta y la cara, puede tener treinta años y un retardo impresionante. No sé por qué me recuerda los guardaespaldas del Galán, o algo así.

Sin querer, suelto una carcajada. Y otra. Otra más. No he podido más con la risa. Trato de morderme la lengua pero es imposible. Me devuelvo a la sacristía pero quiero seguir viendo esa cosa. Me recuesto al portón. Sigo riéndome al punto que se me salen las lágrimas. Cuando me las limpio veo que el tipo está viéndome. Así, fijamente, con una seriedad que me da más risa. Trato de recuperar mi seriedad normal recordando las caras amargadas de Padre, Manuel Rojas, Roy Solano y Jorge Gómez (los Maestres de la diócesis). Evito pensar en la cara rechoncha del Maestre Munguía, es imposible no sonreír cuando se le da la mano.
Poco a poco las risas se calman. El tipo aún me mira. Me dan ganas de decirle que tengo la tarjeta de mi sastre, por si la ocupa, pero me abstengo. Lo que más curiosidad me da es que está parado en el presbiterio, junto al altar. ¿A quién espera?
-Buenas tardes, ¿qué se le ofrece?- pregunto con un profesionalismo impostado.
El men me mira y no dice nada. Abre la boca pero se lo piensa mejor. Al ver que sólo está como un pasmarote, me encojo de hombros y doy media vuelta dentro de sacristía.

El tiempo se me ha pasado volando. Me despido de los chicos y quedo a solas con Paula. Néstor está dando consulta en la sala de acólitos (Es psicólogo). Esta empezando a llover y oigo la cascada que se desata en el templo. Tenemos decenas de goteras en el techo de la Catedral, siempre en la época lluviosa Padre sufre con esto. Se muere de vergüenza cada vez que llueve, y todos los colaboradores tenemos que sacar palanganas, baldes, frascos y toallas para que la Iglesia no se transforme en piscina... o pista de patinaje.
Veo con desazón una gotera cayendo justo al lado del altar. En ese momento Paula pasa enfrente mío y se va detrás del altar Tridentino, al armario, y saca unas seis palanganas con varios paños, y se pone manos a la obra.
-¿Te ayudo?- pregunto en voz baja. Me siento algo perdido, veo borroso.
-Si quieres- ella se ve extrañada, como si viese raro que me ofrezco a ayudarle.
-Si quiero- respondo con cierto sarcasmo. Ella lo percibe.
-Pues dado que estas taaaaan emocionado, ayúdame con las goteras del altar, son tres. Toma- me da tres palanganas y dos toallas- son muy disparejas, así que trata de cogerlas como debe ser, dado que eres idiota- sonríe-. Yo cogeré la de la Catedra y la que está junto al órgano electrónico. No vaya a ser que la lluvia se lo cargue.
-¿Nunca me has visto cogiendo...?- Ella pone los ojos en blanco.
-Espero no tener que verlo nunca- responde entre dientes mientras se da media vuelta. Detrás de sus gafas, sus pupilas se dilataron. Y un escalofrío me recorre. Debo dejar de decir frases con doble sentido. Eso es lo que me dejan Rita, Stephanie, Irina, Mariangel y Marifer, mis amigas de la universidad...
-Me refería a las goteras, que si nunca me has visto cogiendo goteras- grito, pues la lluvia no deja oír.
-Ah, no. Y espero no verlo nunca tampoco. ¡Debes ser un auténtico desastre!- exclama ella mientras un relámpago nos ilumina. De hecho, lo único que ilumina el templo en penumbra, es la lámpara del Santísimo, la del Nazareno al otro lado, y los fluorescentes de sacristía.
-Ya soy un desastre- digo burlón. Ella se ríe.
-Lo bueno es que lo reconoces- responde entre risas.

Enamorada de un seminarista </3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora