Capítulo 12: Lawrence.

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L:

Lawrence.

Dean había despertado de muy buen humor, y había bajado las escaleras con la intención de desayunar para luego buscar a Castiel, sin embargo sus planes se derrumbaron al ver a su padre con Kate riendo alegremente mientras se servían café.

Ambos le sonrieron al reparar en su presencia, y fue su padre el primero en hablar.

—¡Dean, hijo! Qué bueno que hayas decidido bajar a desayunar con nosotros. —su sonrisa le desconcertó bastante, alertándolo.

—Ven, acompáñanos. —Kate se acercó con una sonrisa y una bandeja. —Traje pastel de manzana, John me dijo que son tus favoritas.

Luego de unos minutos de debate, y sin ser capaz de ocultar su desconcierto, tomó asiento frente a ambos adultos que, pese a su negativa, le sirvieron café y le cortaron el trozo más grande de pastel.

Esto no debe ser bueno. No, no, definitivamente no es nada bueno. Pero... por parte.

Dean fijó su mirada en John. Su padre se veía feliz, como hacia bastante tiempo no lo estaba, aún si todo era gracias a Kate, hecho que de por si no le gustaba, mas no podía mentir y decir que ver a John así no le agradaba. Tal vez, y sólo tal vez, tenía una posibilidad de arreglar las cosas que él mismo había arruinado.

El rubio esbozó una discreta sonrisa que ocultó al beber de su café.

Sin embargo, pronto la sonrisa y aquella ilusión murieron al igual que la taza que se estrelló contra la pared.

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Sus fuertes pisadas se escuchaban en la calle, claras, resonantes de rabia e impotencia, dirigidas hacia un único objetivo; Castiel.
La urgencia de verlo generaba que el dolor en sus piernas, y en todo el cuerpo, se minimizara, ya que era aquella misma urgencia que le motivaba a seguir, a no caerse por más que tuviera miles de razones.
Entonces, aquellos penetrantes ojos azules aparecieron antes de que pudiera llegar al porche.

El moreno se sorprendió al verlo y apresurado se acercó a él.

—¿Dean? ¿Estás bien?

El rubio se acercó pausadamente, distinguiendo en la mirada azulina una auténtica preocupación que provocó más dolor en su pecho.

—¿Qué...

El Winchester le impidió continuar, y abrazándolo fuertemente ocultó el rostro en su cuello. Castiel por unos minutos no hizo nada, sólo se quedó allí, con ambos brazos a cada lado de su cuerpo, hasta que reaccionó y correspondió.

—Dean...

—Estoy deshecho, Cas, no puedo más... no quiero más.

—¿Pero qué pasó? ¿Qué tienes? —la desesperación en su voz era tan real que Dean suspiró, culpable.

—Mi padre... —se apartó para ver sus ojos. —... Lo ascendieron en el trabajo.

—No comprendo...

—Nos iremos de Lawrence, Cas.

—... ¿Qué?

Una débil pregunta acompañaba una intensa punzada en el corazón de ambos jóvenes que, conscientes de su presente, se abrazaron fuertemente en un intento fallido por ser ajenos a una realidad la cual no pidieron ser parte.

—No puedes dejar Lawrence.

—Y no lo haré, hallaremos la forma de solucionar esto. Lo prometo, ¿y sabes por qué? —Castiel negó a lo que Dean se apartó para tomarle de las mejillas. —Porque Lawrence es mi hogar. Tú eres mi hogar, Cas.

Ambos sonrieron con tristeza antes de fundirse en un profundo beso cargado de sentimiento y también de tristeza, y es que no podían separarse ahora que se encontraron y se necesitaban tanto, y se querían tanto.

—Te quiero, Cas.

—Yo también te quiero, Dean.

Y permanecieron así, con ambas frentes juntas y sus corazones latiendo al unísono.
Lawrence era el hogar de ambos, donde su historia comenzó; no podían separarse.

De la A hasta la Z: Destiel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora