Viré los ojos hacia su comentario, cubriendo mi rostro con ambas manos. Cuando a llegué a conocer a France en nuestra mini pijamada improvisada la noche anterior, realmente no esperaba que sea una persona normal. Ya sabes. Pero ella definitivamente acababa de llevar la locura a los límites. Y aun no sabía si eso era bueno o malo.
Jordan dejó el teléfono en el escritorio y se acercó hacia donde nos encontrábamos nosotras.
—Hey, ____________. ¿Qué pasa?—pregunta, frunciéndome el ceño.
Porque obviamente él no estaba acostumbrado a verme un día de semana aquí, en su oficina.
—Jordan, ella es Francine.
—France, solo France. —corrige ella, sin evitar guiñar el ojo derecho al final de la oración.
Ella no acababa de hacer eso.
—Como sea, ella es de Francia. Y necesita urgentemente un trabajo antes de que la regresen a patadas a su país, necesita nuestra ayuda. ¿No le puedes conseguir algo? Cualquier cosa. —le ruego, poniendo por supuesto la mirada de cachorrito, rogándole a los dioses que no me eché por donde vine.
— ¿Para que eres útil?—pregunta Jordan, observándola ahora a ella.
Ella probablemente estaba a punto de responderle algo como “Para la cama, nene. Llámame”, así que me adelanté, incluso antes de que ella abriera la boca para decir.
—Y se refiere a lo de que en que puedes llegar a ser útil en esta empresa, France…
France frunció el ceño, pero este desapareció segundos después por su usual sonrisa.
—Bueno estudié derecho por dos meses, hasta que, bueno, cambié de carrera por artes, así que…
— ¿Has estudiado arte?—pregunta Jordan, interesado.
France asiente con la cabeza orgullosa.
—Te digo estas palabras. Un nuevo spot publicitario. En la quinta avenida. Maybeline New York. Tienes que impresionar. Nuevo formato de labiales. Quieren que el spot se vea como si el producto es necesario para el consumidor, ¿Cómo lo harías?
—Necesito, papel, y bueno me va a tomar apenas segundos. Creo que la mejor de forma de hacer esto es que el maquillaje luzca como algo natural en la mujer obviamente, puede…
—Me gusta esa idea, el equipo de diseño ha estado pensando en ello también. Pero supongo que una mente fresca puede hacerlo mejor. Mañana a primera hora, el boceto aquí. Si logras impresionarme el trabajo es tuyo. Si no, puedo conseguirte algo en correspondencia.
—Claro que tendrá ese boceto—asiente, France emocionada.
—De acuerdo. ¿Eso es todo?—pregunta Jordan.
—Sí.
—Eh, ____________. Elena y Sean vendrán al departamento a cenar hoy, sé todo lo que paso, pero son mis hermanos después de todo, pero si quieres puedes…
—Está bien—le digo—Elena y yo tenemos una clase de amistad ahora, no puedo decir lo mismo de Sean. Podría clavar su cabeza con un tenedor, sin remordimiento, créeme.
Jordan se ríe antes de que su teléfono vuelva a sonar. Me da un pequeño beso en la mejilla, para después murmurar lo que pareció ser un “Nos vemos”, y se alejó por la puerta continua.
— ¿No hay beso de despedida para mí?—pregunta France, haciendo puchero con su labio inferior.
Me rió ante su comentario y antes de pensarlo ya estábamos en el ascensor, descendiendo hacia la primera planta.
Un sollozó suena en el espacio reducida, miró confundida a France quien está llorando en este momento. Lagrimas caen por sus mejillas, y ella se cubre con su mano su boca.
— ¿Por qué estas llorando?—preguntó acercándome a ella cuidadosamente.
—No lo sé, solo…salieron. Soy una perra dramática, pero es que… es la primera vez que alguien hace lindo por mí y yo…eres la primera chica que ha sido agradable conmigo desde que llegue aquí.
La atrapó en un muy fuerte abrazo, porque he sentido lo que ella siente en este momento. Y de alguna forma, Thom me dio ese apoyo que necesitaba en ese entonces. Ahora yo era la que se lo estaba dando a otra persona. Ella recuesta su pequeña cabeza en mi hombro.
—Eres una persona increíble, France—murmuró.
Nos partamos una de la otra, y ella tiene los ojos rojos aun. Pero sé que no está triste, porque tiene una sonrisa de oreja a oreja que le llega hasta los ojos. Las puertas del ascensor de abren y ambas salimos de este.
Estábamos a punto de cruzar la puerta de salida del edificio cuando ella salta en mi espalda, montándose en ella.
Me reí, y sostuve su peso desde sus piernas, para evitar que se cayera. Las personas en la calle nos miraban extrañados, como si lo único que se les cruzara por la cabeza fuer “¿Quién las dejo escapar del circo?”
Y fue este momento cuando me di cuenta que definitivamente valía la pena.
Y amistades como la de ella, valían oro.