Dos niños de diez y once años respectivamente permanecían inmóviles en la salida a la azotea de su colegio, con la mirada fija en la escena ante ellos.
Un chico de 16 años con facciones quizá por debajo del estandar de belleza, vestido con una capucha de rayas azules y rosa junto con pantalones negros simples se encontraba de pie en la zona exterior de las rejas. Sus pies reposaban en una cornisa que parecía demasiado estrecha para una persona y sollozaba de una forma casi imperceptible. Y antes de que ninguno de los dos pequeños niños pudiese decir algo, el chico saltó.
Estaban en un noveno piso.
El recuerdo jamás se borró de sus mentes.
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— DaeHwi, DaeHwi, DaeHwi...mientras más leo tu nombre, más extraño me suena — Comentó JinYoung con la sonrisa ligeramente torcida. Su diestra temblaba un poco sujetando un vaso de café Starbucks mientras la zurda sostenía lo poco que sobraba del cigarrillo compartido con su mejor amigo.
— Cállate, Bae, mi nombre es especial — Replicó el aludido arreglando con una mano su flequillo de color lavanda. Entre sus piernas reposaban tanto su celular como un vaso de Starbucks casi vacío, con su nombre escrito en este junto a una tonta cara sonriente.
El viento soplaba desde el noroeste, sacudiendo las cortas melenas de ambos muchachos, no tenían dónde refugiarse al estar en plena azotea. Y tampoco tenían ganas de hacerlo. Estaban en su lugar favorito, la baranda del salto, como les gustaba llamar al punto específico donde hace años habían presenciado un suicidio.
— ¿Se acabó el cigarrillo? — Bae hizo una mueca indescifrable, para luego sonreir de manera boba y sacar de su bolsillo la cajetilla — ¿Quieres otro?
— Sabes que tengo clases de canto en media hora ¿Verdad? — El menor le reprendió, tomando la colilla del cigarrillo para darle a esta una última probada antes de tirarla por entre la malla olímpica que los separaba del vacío. — ¿De dónde compras cigarrillos? Ni siquiera a mi primo se los quieren vender, y él es mayor...
— Tengo mis fuentes, Dae ¿Por qué? ¿Quieres algo más fuerte? — La risa que escapó de sus labios fue demasiado audible para el gusto de su interlocutor, pero a Bae poco le importaba. Con sus amigos más íntimos, a.k.a DaeHwi, estaba más que dispuesto a comportarse como un idiota.
— Pendejo — Volvió a regañarle el más joven, poniéndose de pie para caminar hacia las escaleras en dirección a las salas de música — Nos vemos el lunes, Bae. Si necesitas algo hablamos por kakao.
JinYoung asintió, siguiendo con la mirada el caminar de su amigo para luego encender un nuevo cigarrillo y acabarlo en lo que terminaba de caer la tarde.
Bae JinYoung, con 16 años de edad, no era más que el estudiante promedio y el hijo querido para su familia y compañeros. Sus calificaciones estaban en la media, su desempeño en casa era el esperable también. No había nada que observar en aquél muchacho de ojos oscuros como boca de lobo y mirada clavada en el suelo.
No destacaba en nada.
Mientras sus pasos le guiaban ya fuera de la escuela en dirección a su hogar, su mente divagaba en la última conversación que había mantenido con su madre.
Un saludo, un abrazo, un par de preguntas, y ella nuevamente se marchó.
Amaba estar con ella, pero ella tenía prioridades que no podía dejar de lado por un hijo adolescente. Le dejaba alimento cuando viajaba, presupuesto para víveres y algún dinero extra para sus gustos también. Y tal vez eso era suficiente para un chico común. Pero una parte de Baejin estaba rota por dentro.
Su ex novio era un obsesivo, un loco, un patán de primera. Y Bae había aguantado mentiras, engaños, y hasta una golpiza, antes de romper aquella tóxica relación que le estaba arruinando la vida. O tal vez estaba pisoteando lo que ya estaba dañado.
Sus pasos se detuvieron frente a una pequeña plaza. No tenía gran detalle, una fuente con forma de aguacate en el centro y una serie de mástiles vacíos como señal de un punto de encuentro habitual. Y entre los mástiles, se encontraba su proveedor de droga con la cabeza cubierta por una capucha negra.
— Hey, Taehyun.
El aludido se giró con una sonrisa en los labios. En su mejilla se apreciaba la marca de un puño, y Bae supuso que el hombre de baja estatura se había metido nuevamente en una pelea. Pero ese no era su problema.
— ¿Qué se te ofrece hoy, Baejin? — Ofreció el chico con una sonrisa casi morbosa, cosa que Bae no terminaba de entender — ¿Lo de siempre? ¿O quieres ser un adulto, mocoso?
— ¿Adulto? — Bae parpadeó confundido mientras las manos de su contrario se abrian, cubiertas de heridas y vendajes, revelando un par de hojas pequeñas con figuras coloridas plasmadas en toda su superficie. Pajaritos Woodstock, Snoopy, Charlie Brown, y los demás personajes de la serie que su hermano solía ver en la tv — ¿Es...ácido?
— LSD, chiquillo, mira, con todos los cigarrillos que me compras me estás pagando un montón...así que si compras una hoja, te daré la segunda gratis ¿Tenemos un trato?
Bae no tuvo que pensarlo dos veces, aquella tarde estaría solo en casa y nadie sabría de sus andanzas.
Tampoco es como que les fuera a interesar, si estuvieran en casa.
Sacudió la cabeza y sin más vueltas, colocó el dinero en las manos de su mayor, tomando las hojas de LSD para marchar con éstas a su hogar.
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En efecto, no se encontraba nadie en casa. El padre de Bae ni siquiera vivía con ellos, su hermano pasaba días enteros en la universidad, y su madre meses o más en el exterior. Nadie estaba cerca para juzgarlo, y con aquella premisa en mente, colocó la primera pieza de ácido bajo su lengua.
Esperó tal cual, sentado en posición de loto en la alfombra de su habitación, mientras miraba los cuadros de actores y cantantes en las paredes.
Un minuto.
Dos.
Tres.
Cuando pasaron casi diez minutos, JinYoung pensó que había sido estafado, pero al levantarse el mundo pegó un vuelco.
Colores que podía respirar, aromas que resonaban en sus oídos. Su cuerpo vibraba y la sensación ácida se extendía por sus extremidades. Su garganta estaba reseca y húmeda a la vez, casi podía ahogarse en la sequedad.
Su cuerpo cayó al suelo entre risas y alaridos intercalados, mientras frente a sus ojos desfilaban personificaciones vivas del pensar y del sentir. Estaba en medio de su primer viaje.
Y no parecía que se fuera a arrepentir.
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—|—|—|—|—|—|—Notas:
Reitero, esta wea es un experimento. No me linchen porfas.
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Dopamine
Фанфик=· La dopamina es un peculiar elixir de doble filo que es esencial para mantenernos vivos, porque el estar motivados cada día es parte esencial del ser humano, pero debe existir siempre un equilibrio de este neurotr...