Prólogo [TercerActo]

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Esperaba impaciente la próxima hora en el reloj. Estaba en su pequeño cuarto y estaba tirado en el piso viendo el lento movimiento de la manecilla del reloj en la pared. Sin ser consciente y aún sin entenderlo le había hecho caso al rubio, se había infiltrado en la red y había descargado todo archivo clasificado que encontró por delante. Estaba demente. Si alguien se enteraba terminaría en prisión, o peor, lo borrarían del mapa para siempre. Aunque de verdad se sentía poderoso al haber hecho eso y que nadie se enterara, simplemente pensaron que había sido una falla del sistema el que se hubieran copiado todos los archivos en alguna memoria extraíble.

Se sentía Dios en ese momento. Pero ese Dios debía irse de ese lugar quisiera o no. Por eso había esperado otras tres semanas a poder irse de ese lugar. Había llegado el día, y era especial porque cada cierto tiempo todos los operativos del lugar de apagaban para reiniciar el sistema y borrar algún virus que se haya infiltrado en ese tiempo. Mientras el sistema se reiniciaba él borraría toda huella suya; identidad, perfil, todo lo borraría, es como si hubiera sido un simple fantasma en el lugar. Daba gracias a ser asocial en ese momento.

La agencia había sido un sueño para él, el llegar y trabajar ahí lo era todo, pero sus planes habían cambiado drásticamente. Había empezado por mera curiosidad el hecho de haber copiado un archivo secreto, pero ahora se había vuelto su vida. Lo volvería a hacer, eso era seguro. La agencia le había enseñado muchas cosas, y eso lo emplearía para el nuevo trabajo que pretendía hacer; ser más que un hacker.

Él había copiado planos, instalaciones, programas, perfiles, misiones, vidas. Todo. Y todo eso con el tiempo lo podría vender a grandes cantidades de dinero. Él no era nadie codicioso ni nada de eso, simplemente se había acostumbrado a la adrenalina de encontrar un nuevo desafío. No necesitaba a nadie para llegar lejos, con sus métodos y trucos sobreviviría, de eso estaba seguro.

Cuando el reloj marco exactamente la media noche fue cuando efectuó su plan, así empezó borrando su identidad, después siguió con borrar su rastro de toda cámara de seguridad que lo captó, y finalizó con meter su virus personal al sistema. Su virus era indetectable, nadie lo notaría, ni siquiera el mejor hacker del mundo, porque él era el mejor. Con aquel virus se  mantendría informado de cada paso que diera la agencia.

Sonrió cuando su trabajo estuvo terminado, tomó sus pocas pertenencias y salió por la entrada del lugar, sabiendo que nadie lo notaría. Dejaba atrás su pequeño sueño y enfrente seguía sus nuevas y grandes aspiraciones.

Sus pensamientos vagaron en que él era como un simple computador; podía ser inteligente, rápido y eficiente, pero siempre, con un simple tecleó de botones, terminaría hackeado, con un virus que se propagaba lentamente por todo su ser. Había sido corrompido. Sonrió ante su último pensamiento. Quería jugar, y se enfrentaría a su inspiración, al mejor hacker que conocía del mundo. Se enfrentaría a Sanji Kuroashi...























Éste fue mi último acto. Gracias por leer!

¿Amor o Admiración? :San♡Uso:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora