Capítulo 4

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Miraba de forma aburrida las cuatro pantallas que estaban a su cargo. Suspiró y se recargó en su asiento giratorio cansadamente. Pasó su mano por su rostro para alejar la incomodidad de sus ojos al no dejarlos descansar, suspiró para tomar su termo y vaciarlo en su boca, hizo una mueca al descubrir que su contenido estaba frío y sin sabor. Lo puso algo molesto frente a él y dejó colgar su cabeza hacia atrás, mirando distraídamente las pantallas que estaban a su espalda, las cuales estaban encargadas a sus compañeros. Los cuales estaban más entretenidos en otra cosa.

Bro, deja de espiar la sala de juntas— dijo estirándose levantando sus brazos —sabes que lo tenemos prohibido, más ahora que están en una junta importante y "confidencial".

Se levantó de su asiento y se acercó a aquél con quién "hablaba", lo golpeó al descubrir que este estaba bastante emocionado por escuchar sus audífonos, por consecuente, no lo había escuchado.

—¡Bro!, ¿por qué lo hiciste?— preguntó exaltado el de los audífonos.

—Por no poner atención— contestó alejándose para tomar unas galletas de la repisa en la esquina —y deja de espiar la sala de juntas, cambia la emisión.

—Yo no puse esa emisión— dijo tecleando y observando las pantallas —... es extraño... no puedo cambiarlas, es como si algo me lo impidiera.

—Dejame intentar... no, ¿Qué le hiciste?

—¡Nada!

Y mientras los dos se retaban con la mirada, todas las pantallas del cuarto cambiaron repentinamente, enfocando únicamente aquella reunión secreta que se daba en la Sala de juntas del cuartel. Los hombres voltearon asustados y confundidos a todos lados, tratando al instante cambiar la frecuencia de las cámaras de seguridad.

—Yo no digo nada, si tú no dices nada— dijo dándose por vencido y rezando porque nadie lo sepa.

—De acuerdo. ¿De machos?— estiró su puño al otro.

—¡De machos!

Y sin más lo ignoraron. Algo de lo que pronto se darían cuenta, que aquello había sido su peor decisión.


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Silencio. Un silencio por la la impactante noticia del rubio con cejas rizadas. Pasaron más de dos minutos para que aquella noticia se terminara de procesar en todos los precentes. Donde, mientras tanto, el rubio se preparaba mentalmente para lo que se le avecinaban. Porque sí, ya se imaginaba lo que pasaría.

—Kuroashi... —habló de forma lenta el general —expliquese por favor.

—Cuando trabajaba en Sistemas se me encomendó facilitar la tarea de poder entrar en cualquier sistema operativo, sin ser detectados al hackear cualquier cosa. Y eso hice... o al menos las bases de un programa para facilitarnos el proceso de obtención de datos de un computador... o algo más grande...

Más de uno de los presentes se tomó el rostro de forma desesperada. Dejando fluir el estres de la situación, y suspirando para poder pensar mejor.

—¿Qué pasó con el programa?— se aventuró a preguntar el representante de la ONU.

—Como dije, solo hice las bases, jamás lo terminé. Planeaba hacerlo a base de un código, parecido al código binario, sin embargo, no tuve tiempo de terminarlo.

—No sabía que eso era posible— comentó el hombre de afro, moviendo nerviosamente su bastón. —¿Por qué jamás lo terminó?

—Despues fuí degradado de mi cargo y terminé en una prisión militar— dijo restándole importancia al asunto.

—Señor Kuroashi, podría explicar ¿cómo sabe que aquél que tomó su programa es un hombre?

El rubio se mantuvo un par de segundos en silencio. Pasando un mano por su cabeza un par de veces.

—¿Cómo puedo decirlo sin que suene machista?....— preguntó a nadie en particular, llamando la atención de la mujer de Rusia. —Es cosa de hombres— término diciéndo, dejando en claro que el rubio era pésimo para la delicadeza de las oraciones.

—Eso fue machista— dijo y suspiró la mujer, —¿Por qué lo cree?

El rubio al instante anotó en una hoja aquél código que consideraba "para hombres". La mujer lo tomó y formó una mueca, seguidamente pasó el papel a alguien más.

—Si es cosas de hombres— dijo aquél de ese género al notar el patrón de números que había utilizado.

—Se los dije.

—Eso no resuelve la primera cuestión— hablo el general, parando el cuchicheo que se había forma en la sala —¿sabe quién hubiera estado interesado en aquel programa?

—No en realidad, dos colegas me ayudaban a hacerlo, pero ellos jamás hubieran podido terminarlo sin mi.

—¿Dice que aquel que lo tomó sabía lo que tenía en manos?

—Nadie excepto yo podía acabar el programa y que funcionara correctamente— dijo el rubio seguro de si, dejando a todos en la sala callados, esperando a que el general dijera algo más.

El hombre maduro suspiró, pensando que aquella junto no los llevaría a descubrir más. Cada minuto que perdían era valioso, no se podía perdermitir perder más tiempo.

—Por ahora no se puede hacer más— empezó poniendo su expresión fría, dejando en claro que ésto era muy serio. —Deberan encontrar cómo contrarrestar el programa para que no salgamos más afectados— aquello fue dirigido a los dos mejores hackers; Sabo, representante de la ONU, y a Nico Robin, representante del gobierno Ruso. —Y kuroashi— dirigió su mirada al nombrado —tu te encargarás de saber quién se atrevió a robar la informacion. Encuentra aquel nombrado Dios...

¿Dónde debo buscar?— preguntó fastidiado el rubio, si nadie había podido saber quién era "Dios", era obvio que él tampoco lo descubriría.

—Ese es el reto— comentó sarcásticamente el general, donde el rubio apartó la mirada —todos tienen trabajo qué hacer, ¡no quiero más fallas!



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JAPÓN Tokyo.
Calle central de KIOTO.

Caminaba por la calle de forma animada. No, más bien daba saltitos cada que daba un paso. Estaba feliz, y no es para menos, todo lo que había planeado estaba saliendo según como él lo esperaba. Sonrió con cinismo al darse cuenta de su superioridad ante los demás. Paró en seco cuando vio su alrededor, para darse cuenta que había llegado a su destino.

Ante él se admiraba una enorme construcción vieja, dañada y abandonada. Un fábrica que hace años habían cerrado. Y según se suponía estaba abandonado. Aunque era cierto que para muchos estaba deshabitado, para él no lo estaba. Aquel terreno era su "escondite", su santuario, su cielo, su laboratorio... Su Sistemas...

Jaló con dificultad las enormes puertas corredizas, haciendo sonar un tétrico y chirríante sonido ante el movimiento de las puertas. Jadeó cansado cuando terminó de abrirlas con suficiente espacio para pasar y volverlo a cerrar, dejando el exterior como si nada hubiera pasado. Sonrió ya dentro del desolado lugar, poniendo su total atención en una de las tantas pantallas esparcidas por el lugar.

Aquella donde se transmitía la junta secreta donde podía apreciar a su némesis y mentor... Kuroashi Sanji.

¿Amor o Admiración? :San♡Uso:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora