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Un mes y medio antes.

Mis ojos estaban fijos en esa ceñida minifalda que revelaba unas piernas largas, tonificadas y pálidas. Ah, y, por poco, el trasero de su dueña.

—¿Qué miras tanto?

Pestañeé, saliendo de mi ensimismamiento. Jungkook estaba sentado justo delante de mí, dejando su hamburguesa en la bandeja tras darle un buen bocado. Por algún motivo, había accedido a salir a comer con él después de clases. Llevaba insistiendo en invitarme desde aquel sábado en el que nos intercambiamos los números de teléfono, cuando la exposición de arte europeo se dio por finalizada, pero yo siempre le daba largas. Al final, llegué a la conclusión de que si aceptaba ir con el chico a un Burguer King, dejaría de ser tan pesado. O eso supuse.

Sacudí la cabeza y suspiré.

—Nada.

Jungkook se giró, localizando a la chica teñida de caoba que tenía detrás, quien se encontraba mirando uno de los escaparates del centro comercial en el que estábamos. Cuando el castaño volvió a mirarme, tenía una sonrisa ladina en sus labios que no entendí en un principio.

—¿Te gusta esa chica?

Abrí los ojos de par en par y negué con la cabeza de inmediato. La sangre me subió a las mejillas a la velocidad de la luz al no comprender a qué venía una pregunta como aquella.

—Pues claro que no, idiota. ¿Cómo va a gustarme? —cogí mi hamburguesa y le propiné un buen mordisco. Por poco me atraganto, pero supe disimularlo bastante bien. Eso sí, no volví a ser tan bruta.

Me percaté de cómo Jungkook se encogía de hombros sin más. A diferencia de mí, no le parecía una idea tan descabellada.

—No sé. Parecías muy concentrada mirándola.

Espiré por la nariz con burla y me sacudí las manos para librarme de las miguitas de pan antes de contestar.

—No soy la única. ¿Acaso no has visto cómo va vestida?

El ceño del castaño se frunció y, una vez más, se giró para mirar a la susodicha, reparando ahora detalladamente en cada una de sus prendas. Una de sus cejas estaba arqueada cuando sus ojos negros y rasgados se encontraron con los míos.

—¿Qué le pasa? —preguntó sin más. Era algo tan evidente que no me imaginé que haría falta una explicación. Aún así, me demoré unos segundos para darle una.

—¿Cómo que qué pasa? ¿No ves las pintas de prostituta barata que lleva?

El tiempo pareció congelarse tras mi pregunta. El rostro de Jungkook ya no denotaba ni un ápice de diversión, estaba totalmente serio, con las cejas levemente fruncidas. Me bufó después de lo que me pareció una eternidad, soltando un sonidito que indicaba reprobación.

—Eres una gilipollas.

Aquellas palabras tan directas me sentaron como una patada en el estómago. No pude verme la cara, pero seguro que fue todo un poema, porque no me esperaba un ataque como ese. Me quedé clavada en mi sitio, sin saber cómo responder o reaccionar. Jungkook, manteniendo su semblante, cogió su refresco y sorbió de la pajita tranquilamente.

—¿Perdona? —me atreví a preguntar tras varios segundos en silencio, incrédula, y todavía tratando de procesar el hecho de que ese bastardo acababa de insultarme sin escrúpulos. Le había faltado escupirme en un ojo.

Jungkook deslizó su afilada mirada hasta clavarla en mí. Suspiró y se inclinó sobre la mesa.

—Me has oído. No querrás que lo repita, ¿no?

Un abrupto sentimiento de ira ligado con odio se formó en mi pecho. De repente, ya no me apetecía estar allí con ese cretino, y comenzaba a arrepentirme por haber aceptado salir con él.

—¿De qué vas? —le espeté, sin poder evitar ponerme a la defensiva.

—¿Yo? —se rió de mí con sarcasmo, cosa que me sacó de mis casillas— No, de qué vas tú.

—Vale, me tienes que estar tomando el pelo. –razoné. Eso, o tenía un jodido problema de bipolaridad. No comprendía qué había podido hacer o decir que le molestase tanto. Jungkook chasqueó la lengua y se echó el flequillo hacia atrás con una sola mano, reflejando su frustración. Aprovechó el movimiento para dejar su espalda contra el respaldo de la silla.

— No me ha gustado el comentario que has hecho, tan simple como eso.

Ahora todo tenía incluso menos sentido para mí.

—¿La conoces? —indagué.

—No. ¿Acaso tú sí?

—Claro que no.

—Entonces, ¿por qué la juzgas sin conocerla?

Oh, ya sabía por dónde iban los tiros y, sinceramente, me molestaba que me estuviese dejando como una villana.

—¡No la he juzgado! –exclamé, levantando un poco de más la voz sin quererlo. No estaba siendo consciente de mi hipocresía, pero Jungkook no la pasó por alto.

—La has llamado prostituta barata tan solo por vestir como le da la jodida gana, ¿acaso eso no es juzgar? —Jungkook, a diferencia de mí, mantuvo un tono moderado y cargado de mordacidad.

Me quedé callada, pensando en lo extraño que era ver a alguien del sexo masculino defendiendo a ese tipo de chicas y no criticándolas o sexualizándolas como solía hacer, prácticamente, todo el mundo, yo incluida.

Me fui de allí con un cabreo de tres pares de narices y no supe nada de él en días.

Jeon Jungkook era atípico.

Y singular.

Y, sin duda, la persona que necesitaba en mi vida.





•Sinners• || jjk! ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora