Capítulo 1

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El rojo se alzaba en el despejado cielo. No había ninguna nube que cubriera su tétrico color. Sin sol, sin luna, sin estrellas. Parecía estar muerto o esperando su momento.

Melania caminaba entre la jungla, ahora parecía estar sacada de un cuento macabro. Los árboles y todas las plantas habían perdido sus hermosos colores, viéndose olvidas en un negro opaco. Hasta la tierra había perdido su color, no era café sino gris. Además, los pies descalzos de la chica se lastimaban con cada paso que ella daba, poco a poco las diminutas espinas hacían rasguños en su delicada piel.

Se abrazó y frotó sus desnudos brazos, sin embargo, el frío de sus palmas no hacía más que enfriarla. El helado viento choco con ella, la delgada tela verde de su vestido no estaba hecha para aquel clima, así que no le brindaba nada de calor.

Llegó a la playa y un escalofrío recorrió su espalda. Sintió que alguien susurraba cerca de su oído y volteó sobresaltada, pero se encontró con la entrada a la jungla. Se abrazó aún más fuerte cuando escuchó los gritos desgarrados provenientes de ahí. Era como un aullido agudo y roto, que fue acompañado por otros tipos de sonido de animales igual de escalofriantes.

Siguió caminando y observó sus pies. La arena era morada con negro y suave, a pesar de su tétrico color. Melania frunció el ceño, no sabía dónde había visto esa arena, pero sin duda le parecía conocida, le era importante.

Se agachó y estiró su brazo para tomar con su mano un puñado de ella. En el momento en el que su piel tocó la arena una imagen apareció en su mente. Era un reloj de arena, grande, muy grande, de metal y el triángulo inferior estaba lleno del mismo tipo de arena de la playa. Se acercó justo a tiempo para observar cómo, lo que parecía ser el último grano de arena caía.

Fue entonces cuando regresó a la realidad de forma brusca. No podía respirar, es como si hubiera olvidado cómo hacer tan común acción. Se tiró de rodillas y posó su manos en la arena, se decía mentalmente que debía respirar, pero no podía.

La desesperación y la falta de oxígeno comenzaron a quemar sus pulmones. Quería gritar, necesitaba que la ayudarán, pero si no podía ni siquiera respirar, cómo llamaría a alguien, cómo pediría auxilio.

Se sentó inmediatamente y empezó a respirar de forma agitada. Aquella pesadilla se había sentido tan real. Cerró sus ojos e intentó calmar su respiración. Abrió sus ojos azabache y miró a su alrededor. Las cortinas se movían ligeramente por la brisa que entraba por la ventana y la luz de la luna atravesaba la delgada tela, siendo la única luz en la oscuridad de la noche.

Se dirigió a la puerta y salió de su cabaña. Tuvo mucha precaución cuando cerró la puerta, por órdenes de Pan ella había cambiado de cabaña, ahora la suya se encontraba al lado de la de Félix. El rubio tenía sueño ligero, así que podría escuchar cualquier ruido extraño que la chica emitiera. En otras palabras si algo malo le sucedía a Melania al dormir, Félix se percataría inmediatamente de ello.

Caminó con cuidado y una vez que salió del campamento anduvo normal. A diferencia del sueño el cielo estaba azul y estrellado, demostrando su belleza de todas las noches. El verde de las plantas y árboles aún podía distinguirse un poco en la oscuridad. Y sus descalzos pies pisaban la suave tierra mojada por la lluvia.

Al llegar a la playa nuevamente lo vio como aquella vez que despertó después de derrotar a Orson. Sin decir nada se encaminó hacia él, sabiendo que ya se había percatado de su presencia.

-¿De nuevo te ha despertado?-preguntó el castaño sin voltearla a ver.

-Es la misma pesadilla de siempre, pero cada noche la vivo como si fuera la primera vez que aparece en mi mente- respondió ella tomando un asiento a su lado.

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