XII. Una flor para ti

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Dos soldados abrieron el pesado portón de la entrada a palacio, sobre el cual había un gran ventanal redondo, dejándole paso al capitán de la Guardia Roja. El hombre de piel bronceada y mirada implacable caminó firmemente a través del reluciente suelo de baldosas blancas y negras, pasando entre las dos filas de gigantescas columnas de jade que sostenían la estructura de la amplia sala.

Otros siete soldados le acompañaban, sus armaduras negras estando mucho menos brillantes que la roja sangre de HyunWoo. El capitán se detuvo a unos cuantos metros del trono de terciopelo granate con remates dorados, y en el cual se sentaba una pequeña figura con una expresión más bien aburrida.

—Mi señor —dijo HyunWoo al hincar su rodilla en el suelo, bajando la cabeza ante su rey. Los otros siete le imitaron, siendo observados por el resto de soldados que mantenían su posición de vigía desde las columnas verdes.

KiHyun apoyó su rostro de finas facciones en la palma de su mano, paseando sus rasgados ojos por los soldados frente a él, finalmente deteniéndose en el capitán de su ejército.

—¿Qué ha ocurrido?

HyunWoo se levantó mientras que el resto no se despegaron del suelo, temerosos de tan solo establecer contacto visual con su rey.

—Es acerca del ataque a Talaghan, mi señor.

KiHyun se tensó nada más oír el nombre de la ciudad donde se escondían muchos de los humanos no marcados. Se irguió levemente en su trono y ofreció una sonrisa, tratando de calmarse.

—No me lo digas, ¿habéis conseguido matar a todas esas sucias ratas? —inquirió entrelazando los dedos sobre sus piernas cubiertas por una armadura plateada con detalles dorados. No hubo respuesta alguna—. ¿Me trajiste las cabezas de todos ellos? ¿O tu estúpida nobleza no te ha permitido descuartizar sus cadáveres?

Esta vez, le estaba hablando específicamente a HyunWoo, que siguió sin pronunciar palabra, únicamente dedicándole una mirada inexpresiva.

El castaño perdió su sonrisa irónica, dándose cuenta del significado del silencio en la gran sala.

—¿Cómo debo interpretar tu silencio, HyunWoo? —inquirió con gran mordacidad, entrecerrando los ojos.

A pesar del veneno en sus palabras, el cual hizo que todos los soldados se encogieran en el sitio, HyunWoo no se inmutó y siguió observándole, por fin abriendo sus pequeños y carnosos labios.

—Han escapado. —KiHyun agarró con fuerza los brazos del trono—. Los humanos huyeron hacia el sur, cuando atacamos solo quedaban unos pocos.

—¿Y qué hay de esos pocos? —siseó el rey, haciendo un tremendo esfuerzo por hablar con normalidad.

—Llegamos al lugar donde se escondían, pero ya se habían quitado la vida.

Un denso silencio se formó en la enorme estancia; los soldados tragaban saliva con nerviosismo, mientras que el rey y el capitán seguían observándose. El cuerpo de KiHyun estaba temblando de la ira, hecho el cual consiguió disimular cuando se levantó del trono e hizo un aspaviento con la mano.

—Podéis retiraros.

Acto seguido, se fue hacia la zona derecha, arrastrando su capa negra detrás de él. Un soldado le abrió la puerta y caminó a través del pasillo lleno de ventanales de cristales coloridos. Cuando pasó al lado de la vidriera más grande y luminosa de todas, la cual retrataba a su madre señalando con el dedo índice al cielo mientras se llevaba una mano al corazón, cerró los puños con fuerza y apretó el paso.

Si su madre aún siguiera viva, no estaría pasando nada de aquello. Si esa puta no la hubiera envenenado, GyuRang habría erradicado a todos los humanos en cuanto tuviera la ocasión, hubiera colgado sus cabezas en el salón del trono para regodearse en su exterminación... La necesitaba con él en esos momentos, necesitaba que estuviera orgullosa de lo que estaba haciendo.

Daniel's Madness [WonKyun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora