XX. Saber perdonar

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Perdonar.

Saber perdonar es abrir tu corazón y dejar que te hieran.

Saber perdonar es cubrir el resentimiento bajo tierra.

Saber perdonar es un don que no todos tienen.

Saber perdonar es olvidar.

Saber perdonar es recordar.

Saber perdonar es un regalo.

Saber perdonar es un pasado, un futuro, y un presente.

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—¡En posición!

MinHyuk irguió la espalda y alzó la barbilla, sin mirar directamente al soldado superior que montaba a caballo frente a ellos. La armadura le resultaba incómoda, y la espada que portaba en su cinto era más pesada de lo que parecía, pero permaneció impasible, incluso cuando le examinaron de cerca: ahora era un guardia de la Guardia Roja a los ojos de la gente.

—Romped filas, iniciad la guardia —ordenó el soldado a caballo. Entonces, señaló con dos dedos hacia el lado derecho de la fila, donde estaba MinHyuk—. El flanco derecho al este de la ciudad, el resto vigilad la zona oeste.

El sombrerero siguió a los demás soldados que se dirigieron al este sin formular palabra y evitando cualquier contacto visual indiscreto. Debía de camuflarse entre los guardias, desde que habían comenzado con la infiltración el día anterior, había conseguido pasar desapercibido; ninguno de sus compañeros había levantado sospechas. 

El plan estaba funcionando.

Jeongjang era muy silencioso, no había demasiados transeúntes en las calles ya que por la noche había comenzado a nevar levemente y desde entonces no había parado. La gente salía de las tiendas, seguramente dirigiéndose a sus casas y ataviados con gruesos abrigos y pieles que les ayudaban a mantenerse en calor; todo el mundo caminaba tranquilamente, daba la impresión de que nunca pasaba nada en aquella ciudad...

—¡Socorro! ¡Guardias! —Los gritos femeninos atrajeron la atención de los soldados; a unos pocos metros de MinHyuk, una mujer mayor señalaba alarmada a un joven que había salido corriendo, con unas bolsas en la mano—. ¡Deténgale! ¡Me ha robado!

Sin saber qué hacer, el pelirrojo corrió junto con otros dos soldados más, persiguiendo al chico que se había metido en la calle contigua. La armadura le impedía ir demasiado rápido, pero aun así no perdió de vista al ladrón.

Oyó unos gritos detrás de él y, cuando se giró un segundo para ver qué había ocurrido, vio que los otros dos guardias se habían detenido de golpe, aparentemente asustados de algo. MinHyuk giró la esquina del callejón extrañado por el comportamiento de los soldados, divisando la silueta del muchacho corriendo no muy lejos de él.

—¡Detente! —le ordenó MinHyuk, yendo aún más rápido. Le fue alcanzando poco a poco, mientras que esquivaba cajas y ropa tendida en el callejón, pero era inútil: MinHyuk se iba a acabar cansando por la pesada armadura que portaba y, al estudiar el callejón que estaban atravesando, se le ocurrió una idea.

Alzó una mano sin detenerse y, justo cuando el ladrón pasó por delante de una puerta de madera, usó su magia para que se abriese de sopetón. El impacto fue tan grande que el chico se cayó de espaldas, profiriendo un quejido y desparramando las bolsas por el suelo.

—Joder... —masculló el muchacho tumbado, tapándose su ensangrentada nariz con los dedos. MinHyuk se acercó hasta él intentando recuperar el aliento y, sin mucha destreza, desenvainó su espada para apuntarle con ella.

Daniel's Madness [WonKyun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora