—¿Qué...?
ChangKyun solo podía hablar en susurros: su garganta se había estrechado tanto por las lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento que casi no podía articular palabra.
—Me llamo JooHeon, por cierto. No tengo un nombre tan estúpido como Miso —aclaró con una mueca al pronunciar el nombre del gato de su vecina—. Yo te traje a este mundo. Todo lo que creíste ver en la tienda de tu padre... era una ilusión —explicó JooHeon aburrido, descansando su rostro sobre la palma de su mano.
Los recuerdos del chico que había preguntado por el reloj de bolsillo volvieron a su mente, como también los dos hombres con gabardinas que le habían acorralado en el callejón. Todo eso... ¿no había sido real?
De repente, JooHeon ya no estaba en la rama, sino que su voz estaba a su alrededor, en ningún lugar en concreto, pero acechándole peligrosamente. Era como si su presencia estuviese en su cabeza, resonando con fuerza.
—¿Cuál es tu motivo? ¿Todavía no lo has descubierto?
ChangKyun miró hacia todas partes asustado, sin encontrar al dueño de la escalofriante voz; JooHeon volvió a repetir la pregunta, y el humano se llevó las manos a los oídos con la esperanza de dejar de escucharle, pero falló en el intento.
—Sal... sal —suplicó con la voz temblorosa.
—Lo tienes delante de ti, míralo.
Con los ojos enrojecidos, ChangKyun tragó saliva con fuerza y volvió a dirigir su mirada hacia la familia sentada bajo el árbol. Su padre parecía muy feliz, sosteniendo la manita del bebé ahora también sonriente. Y aquella mujer... su madre, a la que nunca antes había visto... también sonreía. Y lo hacía de una manera tan enternecedora que su corazón se estremeció de tan solo presenciarla.
Dubitativo y luchando contra el viento, ChangKyun avanzó hacia ellos, quedándose a una distancia segura, pero la suficiente para apreciar los bonitos rasgos de su madre. Justo entonces, ella habló mirando con un amor infinito al bebé que desprendía una luz azulada.
—Nuestro Daniel... —murmuró acunándole contra su pecho.
Aquello le dejó sin palabras. ¿Ha dicho... Daniel?
De repente, las tres figuras resplandecientes se desvanecieron en diminutas esferas luminosas y volaron a través del aire, alejándose del olmo solo para volver a posarse en la hierba detrás de él. ChangKyun se dio la vuelta, sintiendo que se estaba quedando sin aire y que le costaba respirar; el viento golpeaba su espalda y los cabellos le taparon parcialmente la visión, y aun así fue capaz de presenciar lo que estaba tomando forma ante sus ojos.
Los haces de luz se unieron para crear dos figuras alejadas, una representando a un niño que desprendía una luminosidad azulada y sostenía a un muñeco.
Era ChangKyun de pequeño.
El crío caminaba por la llanura sin rumbo, pero cuando vio a la otra figura de luz blanquecina parada a unos metros de él, se detuvo. El ente más mayor, ataviado con una armadura de la Guardia Roja y cuyos cabellos blancos brillaban más que la luna del cielo nocturno, se arrodilló en el suelo y abrió los brazos, esperando al pequeño con una gran sonrisa.
ChangKyun no podía dejar de mirar al joven soldado. Tenía una sonrisa tan familiar, tan cálida, que no importaba que estuviera en un rostro más aniñado, la reconoció de inmediato.
—¿...Wonho? —susurró casi sin voz.
Entonces, el niño dejó caer su adorado peluche y corrió lo más rápido que pudo, abrazando con fuerza al soldado y haciéndole caer al suelo. Sus risas resonaron en la llanura, provocando que la luz de sus dueños se intensificase ante sus ojos.
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Daniel's Madness [WonKyun]
Fiksi PenggemarTu tiempo se está acabando, ChangKyun. No importa que intentes huir de tus recuerdos, tu mente está cayendo, y pronto tu cuerpo también lo hará. ¿Que si te estás volviendo loco? Esa pregunta es muy estúpida, ¿no crees? ¿Por qué no me preguntas algo...