Capítulo 19

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Busco a Alina con la mirada mientras bajo las escaleras del cine que dan a la planta baja, desde donde se sale del lugar. La voz de Carolina a mi lado se escucha casi como un murmullo; estoy tan concentrado en mi búsqueda que no presto atención a lo que dice. Una vez en la calle descubro que el día aún conserva claridad; yo hubiese jurado que era casi la madrugada. Jamás voy a entender por qué el tiempo transcurrido en el cine siempre parece ser más de lo real.

Una punzada se instala en mi pecho cuando diviso entre la multitud a una chica y un chico abrazados mientras las demás personas los esquivan para avanzar.

Reconozco ese pelo. Es ella, maldita sea. Es Alina abrazada a ese imbécil.

Me acerco a ellos llevando a Carolina de la mano, que no entiende a qué se debe mi apuro, y cuando paso por al lado de la pareja le dedico una mirada cargada de odio a Alina. Sólo que cuando mis ojos se cruzan con los de la chica descubro que no se trata de mi ex novia.

La joven en cuestión y el chico que la abraza me observan con extrañeza, y realmente espero no causarles problemas con mis estupideces y mi poca capacidad de superar.

Avanzo con la intensión de perderlos de vista lo más pronto posible, y de pronto la veo. Ahora sí que es ella. Camina de espaldas a mí con Benjamín a su lado, para luego subirse al lujoso auto que seguramente le ha obsequiado el millonario padre a su nuevo galán.

Un calor interno me recorre el cuerpo de pies a cabeza para terminar sofocando mi cara por completo. Apuesto a que el color de mi piel ha cambiado considerablemente, y aprieto el puño para contener el enojo, pero me doy cuenta de que entre mi palma tengo la pequeña mano de Carolina.

—Perdón —le digo cuando me percato de que le estoy haciendo daño.

—¿Qué estás viendo? —pregunta mientras sigue la dirección de mi vista, y agradezco que no sea consciente de que Alina está rondando por acá— ¿Vamos?

Obedezco y caminamos hacia mi auto. No es un vehículo de alta gama como el del idiota que acompaña a Alina, pero le tengo muchísimo cariño. Lo compró mi abuela años atrás haciendo un enorme esfuerzo por pagarlo y cuando ya no pudo seguir manejando me lo obsequió a mí, su nieto preferido. Bueno, esto último no es algo estadísticamente comprobado pero siempre lo intuí, y creo mucho en mi intuición.

Conduzco hasta la casa de mi novia en silencio. No quiero que la inexpresividad de mi cara la lleve a hacerme un montón de preguntas, pero no puedo disimular. Mi mente está puesta en la chica que me robó el aliento alguna vez en el pasado, y no hay forma de que pueda evitarlo. Pienso en ella más que en Carolina, y sé que eso me convierte en un idiota. Caro no se merece que la quieran a medias, así como lo estoy haciendo yo. Quise apostar a nuestra historia, sé que es una buena chica y que tiene todo lo que cualquier hombre busca en una mujer, y sin embargo, cada día me convenzo un poco más de que esto no está funcionando.

Una vez frente a su casa la saludo con un suave beso en los labios y la veo bajar. Pienso en lo mucho que me gustaría poder manejar mis sentimientos a mi antojo y amarla con locura, tal y como se lo merece, pero estoy comenzando a creer que es algo imposible.

¿De qué manera nos arrancamos del alma lo que sentimos por alguien? ¿Hay alguna forma de extirpar a una persona de nuestros recuerdos? No lo creo. Aun cuando nos lastiman, aun cuando nos rompen el corazón en mil pedazos, seguimos amando con cada uno de ellos. Y lo peor es que no hay forma alguna de manejarlo.

Quizá sea el tiempo quien se encarga de acomodar las cosas en su lugar, como muchos dicen. Pero en mi caso lo único que ha hecho el maldito tiempo es afirmarme con más fuerza lo que siempre he querido evitar creer: la sigo amando como el primer día.

Por culpa de un secreto [COMPLETA EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora