Capítulo 46

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Debo retorcerme hacia adelante cuando un dolor punzante en la espalda me pide que cambie de posición urgente. No es para menos considerando que hace dos largas horas estoy sentada en una silla de madera sin poder moverme. Ni siquiera fui capaz de ir tras Valeria cuando huyó corriendo del lugar como si yo fuese una asesina en serie a la que es mejor tener muy lejos.

Delante de mí veo pasar a un montón de personas felices con sus vasos meciéndose en las alturas. Yo me siento ajena a ellos, y ajena al mundo. Siento mi cuerpo paralizado, y tengo la mente en blanco. Intento recuperar mis sentidos y buscar una solución a lo que me pasa, pero caigo en la cuenta de que estoy aterrada. En los últimos meses creí que no hablar de ciertas cosas haría que desaparezcan. Pensé que negar ser quien fui me ayudaría a borrar los errores cometidos. Quise empezar de nuevo dejando atrás todo lo ocurrido, pero a la vida no le gusta dejar asunto pendientes y tarde o temprano algunas verdades salen a la luz.

El hecho de que Valeria, la única persona cercana a mí que hasta entonces no tenía conocimiento acerca de lo oscuro de mi pasado, sepa quién soy y en qué lugar me encontré alguna vez, me hace sentir que he retrocedido por completo. Incluso más que el hecho de haberle ocultado mi historia con su actual novio. Y me siento un pedazo de basura desplomado en un rincón del mundo; no sólo por lo que ha pasado con Valeria sino por todo lo que he vivido en los últimos años. Estoy cansada de ser yo quien decepciones a los demás, estoy harta de intentar hacer lo mejor y sólo conseguir una enorme colección de errores.

Poco a poco la terraza del edificio comienza a vaciarse. También veo a mis amigas salir abrazadas y risueñas rumbo al exterior. Supongo que los tragos de más han hecho que ni siquiera perciban mi ausencia, o más bien mi estado vegetativo a un lado de la fiesta. Cuando por fin creo haberme liberado de todos, y el silencio de la noche acaricia mis oídos, hago el enorme esfuerzo de pararme. Siento como la tensión de mis músculos vuelve casi imposible una acción tan cotidiana, y una vez que lo logro apoyo mis brazos sobre el borde de la pared para apreciar la vista a la ciudad.

Inspiro profundo cuando siento la necesidad de aire puro en mis pulmones, y agradezco que sólo sea el sonido de mi respiración lo que puedo percibir. A mi costado, y de repente, aparece una sombra que cada vez se hace más grande. Alguien se acerca. Cuando me volteo descubro a Simón con la cabeza gacha y las manos escondidas en sus bolsillos aproximarse a mí.

—Parece que somos los últimos —comenta dejando entrever tristeza en su voz. Yo sólo asiento—. Quería desearte un feliz cumpleaños. Bueno... aunque ya es domingo, pero no quise hacerlo antes entre la multitud.

—Simón... —Le digo con cansancio—, tenés que ir con Valeria.

—¿Estás bien? —pregunta cuando me escucha hablar tan débilmente.

—Lo sabe todo. Todo. Incluso lo de Vera. Tenés que ir con ella.

—No —Se opone para mi sorpresa—. Valeria y yo ya no estamos juntos.

El tamaño de mis ojos se duplica. Me pregunto por qué ella no lo mencionó antes. Quizás no quiso arruinarme la fiesta con malas noticias sin saber que, en parte, no resultaría tan mala para mí.

—Me pareció lo mejor —continúa—. Teniendo a otra persona en la cabeza y en el corazón no puedo hacerla feliz. Sería egoísta intentar algo que sé que no va a funcionar, al menos hasta que yo pueda superar algunas cosas. De todas maneras creo que le debemos una explicación.

Asiento.

—Hay algo que quiero darte, Alina. Creo que los dos estamos de acuerdo en que esto es el final y no quería terminar nuestra relación o lo que queda de ella sin antes decirte algunas cosas. Pero hay palabras ni siquiera me salen cuando te tengo en frente así que preferí hacerlo con un viejo método. Espero que no te moleste.

Por culpa de un secreto [COMPLETA EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora